Precio en un lineal

Ramiro y el precio de los alimentos

El autor crea en este relato un diálogo sobre el precio de los alimentos y sobre de quién es la responsabilidad de lograr un reparto justo del valor.
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Ramiro lleva varias semanas escuchando a todas horas en la radio y la televisión que el precio de los alimentos sube y sube. En abril se ha moderado algo, pero aún está por encima del 10% respecto al año pasado por estas fechas, y está dificultando el control de la inflación general. Eso lo sabe Ramiro, pues, como el resto de sus vecinos, también él va a la tienda del pueblo o al supermercado a hacer sus compras. “Reconozco que es un problema y grande, pero me irrita que sólo se hable de eso y no se diga nada de los bajos precios que recibimos los agricultores por nuestros productos, ni de lo mucho que nos ha subido todo lo que necesitamos para producir, los abonos, la electricidad, la gasolina, las semillas, los piensos. En fin, qué te voy a contar que tú no sepas”, le dice Ramiro a su amigo Jesús.

Están dando un paseo por los alrededores del pantano, a la espera de que llegue a la finca de Ramiro el transportista que le va a llevar a la lonja un remolque de cebollas. El paisaje es desolador por la falta de lluvias. Se está ya a mediados de abril y apenas ha llovido en los últimos meses. El embalse está al 20% de su capacidad, y en la laguna cercana ni siquiera han anidado los flamencos este año debido a la escasez de agua. Jesús es abogado, corredor de seguros y asesor fiscal, y uno de los mejores amigos de infancia de Ramiro. Le suele llevar el papeleo cada vez más complicado de la PAC, así como la declaración de la renta y el impuesto de autónomos. Ramiro lo aprecia porque, además, siempre encuentra en él buenos consejos.

“El aumento de la inflación hace temblar a los políticos después de muchos años acostumbrados a precios por debajo del 2% anual. Saben que les puede costar las elecciones”, comenta Jesús. Cree que es un tema muy complejo sobre el que, sin embargo, “se habla y se habla con un simplismo que raya en la frivolidad”. Ambos amigos coinciden en que, tanto los desajustes que se produjeron en los suministros a la salida de la pandemia, como los efectos de la guerra de Ucrania y las bajas producciones en algunos cultivos por la sequía, están influyendo en el aumento de la inflación.

“Por eso, no puede buscarse una sola causa de la subida de los precios, ya que son muchos los factores que influyen”, dice Ramiro. Respecto a los alimentos, coincide con su amigo Jesús en que la cadena alimentaria es muy compleja, y que no puede compararse con otras cadenas de valor. “En ninguna cadena de producción hay tantas fases intermedias como en ésta”, apostilla Ramiro, “y no son lo mismo las cebollas o las patatas que saco yo de mi finca, que las que aparecen luego en el lineal de un supermercado”. Añade que para llegar al consumidor tiene que pasar por muchas manos, “la primera la mía, la del agricultor, que es quien la cultiva y produce, pero antes ha tenido que intervenir el que me vende la semilla, el de los abonos o el de los pesticidas”. Además, está lo que cuesta extraer el agua necesaria para regar la finca o el coste del combustible para impulsar la maquinaria que se utiliza en las labores de cultivo, y a eso hay que añadir la mano de obra que se requiere para determinadas tareas.

“Como sabes, todo eso es necesario para sacar adelante una explotación agraria”, le explica Ramiro a su amigo Jesús, “además de los gastos fiscales y de seguridad social, que tú tan bien me llevas”. Dice Ramiro que ésos son los costes mínimos que deben ser remunerados en el mercado para que un agricultor pueda seguir adelante. “Y no te hablo de beneficios porque muchos de nosotros no los tenemos en cuenta”, añade, “ya que a lo que aspiramos realmente los pequeños y medianos agricultores es a asegurarnos nuestro propio empleo. Otra cosa son las grandes empresas y firmas que ya proliferan por aquí y que buscan sacar el máximo de beneficios para así poder rentabilizar sus inversiones”, apostilla Ramiro.

“Vale, Ramiro, pero reconoce las buenas ayudas que recibís de Bruselas, ¿no?, y que son un colchón de seguridad para muchos de vosotros. Según le escuché al ministro Planas, casi 5.000 millones de euros anuales vendrán a España con la nueva PAC durante los próximos cinco años. Dime qué otro empresario recibe tanto dinero para asegurar su renta”, señala Jesús. “Sí, claro, llevas razón, sin esas ayudas muchos pequeños agricultores ya habríamos abandonado, y por eso deberían concentrarse en los que más las necesitan”, afirma Ramiro. “Pero que quede claro”, añade, “que no son limosnas, sino una forma de remunerar el valor que tiene para el conjunto de la sociedad disponer de una agricultura capaz de asegurar el abastecimiento de alimentos y de mantener vivos nuestros pueblos”. “Bueno, eso es discutible”, le replica Jesús, “pues muchos agricultores que reciben ayudas ni siquiera viven en los pueblos, y menos que lo harán en el futuro, tal como está avanzando la tecnología”. “Tal vez sería bueno”, añade, “condicionar la ayuda a residir en el medio rural, pero esto que te digo puede sonar a ocurrencia de un urbanita como yo”.

Continuando con el tema de la inflación alimentaria y el aumento de los precios, Ramiro y Jesús comentan que, una vez que sale el producto de la explotación hasta que llega al consumidor, tiene que pasar por el almacenista, por el envasador, por el transportista, por la industria de transformación, por la empresa de distribución… y que todos esos agentes necesitan rentabilizar sus inversiones añadiendo valor al producto que pasa por sus manos. Coinciden en que eso es lo que explica la diferencia tan grande que hay entre los precios que perciben los agricultores y los que paga el consumidor, algo que es, además, consustancial con el propio funcionamiento de la cadena alimentaria y que no ocurre en otras cadenas de valor. “Por eso, es tan difícil regular el precio de los alimentos, y por eso no se pueden hacer afirmaciones simplistas sobre este asunto”, opina Jesús. “Y menos acusar a las empresas de la gran distribución de ser las culpables, como hacen algunos políticos señalando con el dedo a determinados empresarios”.

Comenta que una muestra de lo nerviosos que están los políticos con este tema es que incluso “una persona tan equilibrada y sensata como es la vicepresidenta Calviño se ha atrevido a decir que los agricultores deben contribuir al control de la inflación bajando los precios de vuestros productos porque recibís ayudas públicas”. “Son unos comentarios que nos han cabreado y mucho”, le interrumpe Ramiro. Añade Jesús que el problema es que estamos ante una inflación más de costes que de demanda, “aunque también es verdad”, dice Ramiro, “que el precio de algunos alimentos básicos se debe a las bajas producciones por la sequía, como está ocurriendo con el aceite de oliva”. En todo caso, ambos están de acuerdo en que, hasta que no se estabilicen los costes de las materias primas, no se solucionará este asunto, como parece que está ya ocurriendo. “Y a eso hay que añadir las dificultades intrínsecas que tiene la cadena alimentaria, debido al carácter biológico de sus producciones, que hace imprevisible su evolución”, apostilla Jesús.

No obstante, valoran de forma positiva que el gobierno no esté con los brazos cruzados, sino que haya aprobado un paquete de ayuda a los agricultores para sufragar el aumento del precio de los fertilizantes. También que haya bajado el IVA de algunos alimentos, aunque reconocen que el efecto de esta medida es de una lentitud exasperante y se nota poco en la cesta de la compra. Por eso, están de acuerdo en que se haya aprobado una ayuda especial de 200 euros para que los grupos de rentas más bajas puedan hacer frente a la subida de los precios, y hasta piensan que se queda corta esta medida. Jesús incluso cree que es una medida más justa que la rebaja del IVA, aunque reconoce que es difícil de aplicar, dadas las trabas administrativas por las que tiene que pasar el posible beneficiario.

No entienden bien Ramiro y Jesús la propuesta que han hecho algunos políticos de izquierda de crear una cesta de alimentos básicos a precio limitado, cuando tiene mucho de estrategia comercial de la gran distribución, y tendrá efectos muy negativos en el pequeño comercio. “Resulta paradójico que una propuesta como ésa venga precisamente de la izquierda”, comenta Jesús. Además, ambos la ven poco viable en la práctica, dada la gran cantidad de variedades que hay de cada alimento (pensemos en la gran variedad de tomates o de patatas, por no hablar de manzanas o peras), y dada también la diversidad de costes para producirlos. “¿Cómo es posible limitar el precio en una cesta de alimentos tan variada?”, se pregunta Ramiro. “Francia ya puso en marcha en época de Sarkozy una propuesta como ésa, pero se tuvo que retirar por el poco éxito que tuvo”, recuerda Jesús, “y ahora alguna gran distribuidora como Carrefour la está aplicando, cosa que como te he dicho me huele a estrategia comercial más que a una política seria”.

En fin, admiten que está todo patas arriba, y que este problema parece que es general en todos los países de la Unión Europea, lo que puede servir de consuelo a los políticos, pero no a los consumidores que lo sufren día a día en sus bolsillos. “Lo cierto es que de los agricultores poco se habla. Ya se han callado los elogios que recibimos cuando la pandemia”, dice Ramiro. “De ser entonces el sector estratégico por excelencia hemos pasado ahora a ser poco menos que invisibles, como si los alimentos que llegan a los lineales de los híper y supermercados vinieran del cielo”. Ramiro se indigna, y repite una vez más lo que le ha subido a él y a todos los agricultores y ganaderos el precio de los fertilizantes, de los pesticidas y herbicidas, de las semillas, de la electricidad, del pienso para el ganado, del gasoil… en fin de todo, mientras que el precio de los productos permanece estancado e incluso ha bajado en algunos sectores. “Menos mal que tenéis una Ley de la Cadena Alimentaria que asegura que os paguen vuestros productos por encima de lo que os cuesta producirlos”, comenta Jesús. “Sí, vale”, le interrumpe Ramiro, “pero no basta con que exista la ley, sino que hay que batallar para que se cumpla, impidiendo especulaciones en algunos eslabones de la cadena y exigiendo que intervenga la agencia de inspección y se hagan pública las infracciones”.

Jesús comenta que los consumidores españoles estamos mal acostumbrados, ya que pagamos precios bajos por los alimentos, “lo cual sólo es posible porque se les paga poco a los agricultores por sus productos”. “Me gusta oírte decir eso. Si queremos que los agricultores recibamos un precio justo por lo que producimos, es inevitable que eso repercuta en los consumidores”, corrobora Ramiro. “Por mi parte no tengo inconveniente en pagar más por los alimentos”, le contesta Jesús, “pero claro, yo tengo un alto poder adquisitivo y me lo podría permitir. Además, reconozco que eso al final afecta a la inflación general, y ya sabes Ramiro que todo este asunto tiene un coste político inasumible para quien gobierna”.

“En todo caso”, continúa Jesús, “creo que, además de reivindicar precios justos, que está bien, pero que suena a un brindis al sol, hay cosas que podéis hacer los agricultores para rentabilizar mejor vuestro trabajo, pero que no hacéis, como por ejemplo reducir costes siendo más eficientes en el uso de fertilizantes y pesticidas”. “Tengo la impresión”, añade, “de que gastáis en ese tipo de tratamientos más de lo que realmente necesitáis”. “En eso estoy de acuerdo”, le contesta Ramiro, “y creo que las normas que viene imponiendo en ese sentido la política agraria europea nos vendrán bien, aunque algunos de mis amigos agricultores las critican por considerar que son una injerencia en su libertad como empresarios, opinión con la que no estoy de acuerdo. Tampoco comparto su rechazo al cuaderno digital”. “Me alegra que digas eso, Ramiro, pues el cuaderno digital tenéis que verlo como una oportunidad para ordenar mejor la gestión de vuestras explotaciones, y no como una forma de control”, dice Jesús. “Además”, añade, “si recibís ayudas públicas, qué menos que estéis sometidos a controles, como le ocurre a cualquier otro beneficiario”.

“El problema, Jesús, está en las dificultades que tienen muchos agricultores para adaptarse a las plataformas digitales, además de que hay zonas donde apenas se tiene acceso a internet”, señala Ramiro. “Pues vedlo entonces como una oportunidad para que podáis reivindicar que se extienda la banda ancha por todo el medio rural”, le interrumpe Jesús, “y de reactivar el asesoramiento técnico que, tras la desaparición de la extensión agraria, quedó en manos de las empresas de productos químicos, que como bien sabes lo que les interesa es vender más y más”. “Así lo veo yo, y así deberían verlo los sindicatos agrarios”, opina Ramiro, “pero por desgracia parece que, a muchos de ellos, y no al mío, por cierto, sólo les preocupa lo que tiene que ver con los pagos directos a los agricultores”. “Todo lo que sea innovar”, añade, “lo ven como una montaña de dificultades, y por eso poco les preocupa las ayudas del segundo pilar de la PAC”. En esto señala Ramiro que los agricultores que quieren innovar acogiéndose a las ayudas de modernización se sienten poco acompañados por sus propias organizaciones, y lo mismo ocurre con la puesta en marcha de los eco-regímenes. “No sé por qué”, apostilla Ramiro, “algunas organizaciones le han puesto la proa a ese programa como si fuera el diablo cuando en realidad son prácticas agrícolas y ganaderas que muchos de nosotros ya veníamos haciendo”.

Jesús le comenta que hay un tema del que le gustaría hablar y que, en su opinión, está también relacionado con el problema de los bajos precios que reciben los agricultores. “Me refiero, Ramiro, a lo poco organizados que estáis a la hora de vender vuestros productos, y que por eso sois carne de cañón de la industria y la distribución. Me dirás que hay cooperativas, vale, pero me tienes que reconocer que están muy dispersas y atomizadas”, comenta Jesús. “El otro día, la portada de vuestra revista La Tierra decía ‘Productores y consumidores, unidos por unos precios justos’ y debajo”, añade Jesús, “había una apostilla en la que se lanzaba el mensaje de ‘hay que acabar con la especulación en los costes de producción y el exceso de intermediarios’. Está bien como mensaje reivindicativo, pero no me negarás Ramiro que en eso tenéis mucho de responsabilidad los agricultores, que hacéis poco por organizaros mejor”.

En ese momento suena el smartphone de Ramiro, e interrumpen la conversación. Es el transportista, que le dice que está ya en la puerta de la finca esperando cargar la producción de cebollas que llevará mañana a la lonja.

4 comments

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  2. Juan María Casado Salinas 18 mayo, 2023 at 21:31

    Clarificador diálogo sobre un asunto complejo como es la fijación del precio de los productos agrícolas. De todas formas creo que debería incentivarse por los ayuntamientos la existencia de mercados semanales específicamente de productos de proximidad. En Francia son muy populares.

  3. Eduardo Moyano Estrada trada 18 mayo, 2023 at 23:26

    Gracias Juan. Al final del relato comienza Jesús a hablar de la necesidad de organizarse mejor los agricultores, pero la conversación es interrumpida por la llegada del camión que viene a recoger las cebollas. En otro relato publicado en este blog, hablé de los circuitos cortos y los mercados de proximidad. Este es el enlace
    http://eldiariorural.es/circuitos-cortos-microrrelato/

  4. Cristóbal Gómez Benitio 19 mayo, 2023 at 11:37

    Subrayo la calificación de clarificador este nuevo diálogo que no ofrece Eduardo/Platón. Muy pedagógico en describir bien el argumentario y la complejidad del problema, de difícil solución, pues a cada posible solución le sale varias objeciones, todas con sentido. Lo de cesta de alimentos suena bien pero es difícil de poner en práctica sin efectos perversos y no queridos. Y las rebajas del IVA las considero inútiles, en casi todos los casos, porque acaban beneficiando a las empresas, acaban siendo una transferencia de rentas del Estado a las empresas que tras un breve impacto en la rebaja de los precios, rápidamente las subidas absorben ese impacto. No tengo conocimiento de cómo funciona el observatorio de la cadena agroalimentaria, que es el que debería detectar los incrementos especulativos en cada eslabón. Y están las estrategias de las marcas blancas y de los precios bajos como reclamo de las grandes superficies, y tantas otras cuestiones…
    En fin, la realidad es que en los extremos de la cadena agroalimentaria, los productores primarios (mediatizados a su vez por el eslabón anterior de la industria de los medios de producción) y los consumidores, por naturaleza muchos, muy dispersos y atomizados, están las industrias de medios de producción, la industria agroalimentaria y la gran distribución, que son pocos y muy concentrados. Ahí es donde está el poder de cada agente de la cadena.
    Sigue con esos diálogos tan «nutritivos», Eduardo.

  5. Rafael Trujillo Navas 2 junio, 2023 at 16:38

    Buen análisis para la difusión de las variables que intervienen en la cadena agroalimentaria, común en los países europeos imaginó que con políticas agrarias cuyo denominador común es la PAC. Ignoro si dentro del margen de actuación libre de cada gobierno hay diferencias significativas en el sentido de resolver mejor este incremento de precios de la cesta de la compra.
    Tus artículos me parecen necesarios para diagnosticar medio bien la situación actual, Eduardo.

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