Recogida de cereal al sureste de la Comunidad de Madrid. Foto: EDR.

Tiempos nuevos para la agricultura

La nueva PAC 2021-2027 abre un tiempo nuevo para la agricultura y la política agraria, y no es un tópico utilizar esa expresión.
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El proyecto de nueva PAC, cuya negociación está ya en su fase final, presenta cambios de suficiente calado como para pensar que el nuevo periodo de programación es realmente innovador en su planteamiento y contenido.

Algunas continuidades

Dado el carácter gradual y no rupturista que tienen las reformas de las políticas europeas, son evidentes las continuidades del proyecto de nueva PAC respecto de la actual, que aún estará en vigor hasta final de este año 2020 y el siguiente.

Por ejemplo, se mantiene su estructura de dos pilares, cada uno con su correspondiente fondo (FEAGA para el primer pilar, y FEADER para el segundo), aunque con posibilidad de transferir recursos entre ellos. Se mantiene, asimismo, el sistema de pagos directos (ayuda básica a la renta), si bien reforzándose las condicionalidades y siendo más estrictos los requisitos para su cobro (agricultor genuino).

Permanece el viejo objetivo de fijar un tope máximo a la cuantía de las ayudas a recibir por un solo perceptor (capping). Y en esta misma línea de actuación, persiste el objetivo, ya incluido en la anterior programación, de reducir las diferencias por razones geográficas entre beneficiarios (convergencia), lo que conllevará una reducción de las actuales regiones agrícolas.

Se mantiene el propósito de suprimir los “derechos históricos” para facilitar el acceso de nuevos agricultores al sistema de ayudas, y se potencia el programa de ayudas a la instalación de jóvenes agricultores.

Cambios importantes

Pero hay varios cambios en la nueva PAC que justifican que se hable de un tiempo nuevo para la agricultura.

Un cambio es de planteamiento, ya que, en la nueva PAC, los Estados miembros gozarán de un elevado nivel de autonomía para su aplicación.

Tendrán un amplio margen de maniobra para definir las acciones que estimen más adecuadas para cumplir una serie de objetivos generales, comunes a toda la UE (sostenibilidad, cambio climático, relevo generacional, digitalización, biodiversidad, salud y sanidad de los alimentos, bienestar animal…)

Y podrán incluso complementarlos con objetivos más específicos de acuerdo con las singularidades de sus respectivas agriculturas y con las prioridades que quieran establecer a la hora de destinar los recursos de los dos fondos de la PAC (por ejemplo, aprobando programas especiales o sistemas de ayudas acopladas en determinados sectores de importancia estratégica).

Un segundo cambio es la figura de los “planes estratégicos nacionales”, con la que los Estados podrán plasmar esas prioridades en acciones políticas concretas. Cada Estado miembro elaborará su propio “plan estratégico nacional” y lo presentará a la Comisión Europea para su aprobación.

Es verdad que la implementación del segundo pilar de la PAC siempre se ha hecho con planes estratégicos de ese tipo (programas de desarrollo rural). Pero la novedad de ahora estriba en que esa planificación estratégica afectará también al primer pilar, y que las acciones de los dos pilares de la PAC tendrán que articularse en un solo “plan estratégico”.

Es un cambio importante no sólo en términos programáticos, sino también en lo que se refiere a la gestión administrativa por parte de cada Estado miembro, por lo que constituye un reto para las autoridades de gestión (el MAPA, principalmente, pero también las consejerías de las CC.AA.)

Un tercer cambio se refiere a la figura de los “ecoesquemas”. Estos programas son el instrumento que la UE pone a disposición de los Estados miembros para, con recursos del primer pilar de la PAC, incentivar a los agricultores a cambiar sus prácticas agrícolas y ganaderas en la dirección de la sostenibilidad de sus explotaciones y la lucha contra los efectos del cambio climático. Los “ecosesquemas” son, además, un modo de complementar la ayuda básica a la renta del agricultor con otra ayuda condicionada a la realización de cambios en el modo de gestionar su explotación.

Los nueve objetivos de la PAC, según este gráfico elaborado por la Comisión Europea.

Con el pago básico a la renta, así como con la ayuda de los “ecoesquemas” y las asociadas al programa agroambiental (que se mantiene), los agricultores tendrán, en definitiva, un interesante menú de acciones para poder complementar los ingresos que reciben por la venta de sus producciones en el mercado.

Es verdad que los precios están sometidos a una volatilidad que escapa al control de la PAC, y que sólo con una mejor vertebración del sector agrario y mayor transparencia de la cadena alimentaria se le puede hacer frente. Pero, dada la complejidad de hacer efectivas esas acciones en el área de los mercados, todo este conjunto de ayudas de la PAC puede significar un buen colchón de seguridad para los agricultores en dificultad.

El valor de la diversidad agraria

Son tiempos de innovación y eficiencia, en los que todos los tipos de agricultura son necesarios. Lo son los modelos basados en las explotaciones de tipo familiar vinculadas a los territorios, y los cultivos tradicionales ubicados en zonas con dificultades (como el olivar de sierra).

También son necesarios los que innovan hacia la producción ecológica, así como los que apuestan por mercados de proximidad (circuitos cortos, sean físicos o virtuales) o los que, desde economías de escala, desarrollan modelos de agricultura empresarial…

El gran valor de la agricultura europea es su diversidad, y debe ser por ello preservada con distintas modalidades de acciones y programas. Este es en el fondo la filosofía del Pacto Verde y de sus estrategias «De la granja a la mesa» y «Biodiversidad», en las que aún deben fijarse con más precisión sus objetivos y plazos para lograrlos.

La PAC es un instrumento limitado en recursos para poner en valor la diversidad agraria de los 27 Estados de la UE, y más en momentos complejos como los que atraviesan hoy a la UE (Brexit, crisis económica…)

Una política con sentido de Estado

Pero, a pesar de esa limitación, la UE pone a disposición de los Estados la nada despreciable cantidad de 400.000 millones de euros en los próximos siete años. Y pone también al servicio de los gobiernos nacionales una panoplia de herramientas e instrumentos de planificación estratégica para, complementando las directrices de la Comisión Europea, afrontar los problemas de sus agriculturas y establecer las prioridades que estimen más adecuadas.

Se abre un tiempo nuevo para la agricultura y la política agraria europea tras el reconocimiento de la importancia que ha tenido el sector agrario en el abastecimiento de alimentos durante la pandemia de la COVID-19.

En el caso español, el sector agrario dispondrá de casi 7.000 millones de euros anuales provenientes de los fondos de la PAC, además de los que puedan venir del Fondo de Recuperación Económica (Next generation EU).

Es, sin duda, una gran oportunidad para definir una política agraria nacional que, con sentido de Estado, afronte el reto de la eficiencia y la innovación en la agricultura española. No la desaprovechemos con visiones de corto alcance y con la mirada puesta sólo en la defensa de los intereses territoriales. La ocasión merece la pena.

2 comments

  1.  

  2. Donino 15 agosto, 2020 at 21:53

    Es intolerable que funcionarios públicos esten cobrando la pac una verguenza para este país. Tambien están quitando el pan a los verdaderos agricultores que clase de gobernantes tenemos ..

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