Ramiro y el cambio climático (II)
Ramiro y Carlos retoman su conversación de hace unos días. Están ahora sentados en el bar La Esquina tomando unos cafés, mientras en la tele dan noticias del comienzo de la cumbre de la COP 27 de Egipto sobre cambio climático. Los dos son buenos conversadores, se conocen desde niños, y les apasiona hablar de agricultura, naturaleza y medio ambiente.
El cambio climático que está estos días en el centro de las noticias lo ven desde ópticas distintas: Ramiro, desde su condición de agricultor, y Carlos como profesor de biología y socio de Greenpeace. Pero ambos se entienden bien.
“Me gustó mucho, Ramiro, el modo cómo explicaste el otro día el principio de adaptación al cambio climático”, le dice Carlos. “Me gustó en especial tu explicación sobre cómo os adaptáis los agricultores a un clima tan cambiante como el actual, utilizando nuevas variedades de cultivo, ahorrando agua y energía, haciendo un mejor uso de la maquinaria y los insumos”. “Ya sabes, Carlos, que adaptarnos es lo que hacemos los agricultores constantemente, lo hemos hecho siempre”, responde Ramiro. “Y no sólo es adaptación”, añade, “ya que la agricultura contribuye a mitigar el cambio climático gracias a la captación de CO2 que hacen árboles y plantas”.
“El problema”, se lamenta Ramiro, “es que no se nos reconoce a los agricultores el papel que estamos desempeñando en esto, ni se nos da el apoyo necesario”. Y añade, “tus amigos los ecologistas, Carlos, nos ven como si fuéramos los depredadores del medio ambiente y los principales causantes del cambio climático, cuando eso no es verdad. En esto los agricultores nos sentimos bastante incomprendidos, e incluso despreciados por el ecologismo”.
Carlos le replica diciéndole que no toda la agricultura ayuda a mitigar el cambio climático y que los ecologistas hacen bien en denunciarlo. “Seguro que estarás conmigo, Ramiro, que hay modelos de explotaciones que lo que hacen es precisamente lo contrario, acelerarlo, emitiendo muchos gases de efecto invernadero”. Y pone como ejemplo la ganadería intensiva, sobre todo en los rumiantes, que, según diversos estudios, emiten grandes cantidades de metano, que es uno de los gases que provocan el calentamiento global. “Eso no mitiga el cambio climático, y tú lo sabes Ramiro, sino que lo agudiza, sobre todo en las macrogranjas, que generan, además, enormes volúmenes de residuos y detritos”.
“Eso es verdad”, contesta Ramiro, “y habrá que solucionarlo limitando el tamaño de las granjas, y resolviendo el problema de los purines. Pero no me negarás Carlos que la ganadería extensiva, la que se alimenta de pastos, es la que aporta nutrientes a los suelos y ayuda a mantener limpios nuestros montes, evitando los incendios forestales, que son la principal fuente de emisiones de CO2”.
A Carlos, como profesor que es, le gusta hacer pedagogía, y dice que hay que distinguir entre la adaptación y la mitigación a la hora de hablar de cambio climático. Aprovecha la ocasión para señalar que, a diferencia de las medidas de adaptación (como las comentadas sobre nuevas variedades de cultivos o el ahorro de agua y energía), que son de efectos directos e inmediatos y están al alcance del agricultor, las de mitigación son más complejas. “La mitigación consiste en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como el CO2 o el metano, en todos los sectores, no sólo en el agrario”, explica, “y eso sólo es posible mediante la acción coordinada de los gobiernos, que como bien sabes, Ramiro, no es nada fácil”. Carlos le recuerda las dificultades de cumplir los acuerdos internacionales para mitigar el cambio climático, como el protocolo de Kioto, el acuerdo de la COP 21 de París o ahora la COP 27 que se celebra en la ciudad egipcia de Sharm el Sheikh. Añade Carlos que los efectos de esos acuerdos son de medio y largo plazo.
Suben al coche y se dirigen a la finca de Ramiro, pues quiere enseñarle a su amigo Carlos una sembradora de precisión que acaba de comprar. Le dice que “estamos ante una nueva revolución verde basada en la tecnología, para la que muchos agricultores no estamos preparados, y que nos va a hacer cambiar todas nuestras referencias”. Aprovechan la ocasión para hablar de la tecnología y del boom de inversiones en el sector agrario. Carlos comenta la noticia que ha leído en internet hace unos días sobre el interés de los grandes fondos de inversión por la agricultura, y eso, señala, “a pesar de la compleja y difícil coyuntura en que se encuentra el sector y de la escasa rentabilidad de la que con frecuencia se quejan los agricultores”. Ramiro añade que cada vez hay más grandes capitales en la agricultura, y que este sector es muy apetitoso para los inversores, afirmando rotundo que “ellos ven negocio donde nosotros sólo vemos problemas”.
“La verdad es que, si se piensa bien, eso no es nada extraño”, comenta Carlos. “La FAO dice que se necesita aumentar en un 70% la producción agraria si queremos alimentar a los 9 mil millones de habitantes que vivirán en el planeta en 2050. Y, además, señala que habrá que hacerlo en un contexto de adaptación al cambio climático, lo que exigirá grandes inversiones en tecnología digital y en biotecnología”.
Ramiro se muestra de acuerdo con lo señalado por su amigo Carlos. Afirma que, en un documento del sindicato, se dice que “se ha multiplicado por quince el número de fondos de inversión interesados en la agricultura al verla como un sector rentable y seguro para invertir” y que eso implica un aumento del tamaño de las explotaciones agrarias. Ramiro añade, resignado, que, a mayor tamaño, más rentable es la explotación, y que esa es la realidad de la agricultura de hoy. “A este paso, quedarán muy pocas pequeñas y medianas explotaciones”, se lamenta una vez más.
Carlos corrobora lo que le dice Ramiro, señalando que el último Censo Agrario muestra que en España se ha reducido el número de explotaciones agrarias y se han hecho más grandes. “Según el Censo, se han perdido en los últimos diez años unas cinco mil explotaciones, sobre todo de pequeño tamaño, lo que hace que la superficie media por explotación haya aumentado más de un 7%”, comenta Carlos. Además, en el Censo se destaca el hecho de que cada vez son más las sociedades jurídicas que se instalan en el sector agrario, muchas de ellas como resultado de la agrupación de propiedades individuales.
Carlos comenta un libro que le ha llamado mucho la atención. Acaban de publicarlo unos franceses, Bertrand Hervieu y François Purseigle, y tiene el título inquietante de Una agricultura sin agricultores. “He oído hablar de ese libro, Carlos, e incluso lo hemos comentado en el sindicato viendo lo que está ocurriendo en muchas comarcas”. Dice Ramiro que cada vez viven menos agricultores en los lugares donde tienen sus explotaciones, y que sólo vienen por aquí a darles una vuelta. Comenta que su hijo pronto le relevará al frente de la explotación familiar, pero que no lo ve viviendo aquí, en el pueblo. Añade, con una mezcla de pesar, asombro y admiración, que “hoy, gracias a la tecnología, puede llevarse la explotación desde la ciudad, a distancia con teléfono móvil y viniendo sólo de vez en cuando al pueblo”.
Dice Carlos que eso de una agricultura tan tecnificada sin agricultores asentados en el territorio puede ser pronto una realidad, si no lo es ya en algunas zonas, pero, desde su punto de vista, plantea retos de gran importancia. “La tecnología puede facilitar todo eso, y ayudar a la adaptación al cambio climático”, señala Carlos, “pero el problema de los incendios forestales y el abandono del medio rural seguirá estando ahí, y eso no se resuelve con tecnología, sino con gente viviendo en el medio rural”.
Ramiro se muestra de acuerdo con la reflexión de Carlos, y dice que es un reto formidable, un reto que a él le pilla ya mayor, casi a punto de jubilarse, pero que los políticos deberían tenerlo en cuenta. “Mucho hablar de la España vacía, vaciada o como se llame”, concluye Ramiro, “pero la realidad es que, sin agricultores y ganaderos con explotaciones integradas en los territorios, será difícil resolver los grandes desafíos del cambio climático”.
Y así, al hilo de su conversación, Carlos y Ramiro ven cómo el sol se va ocultando por poniente, tras las ruinas del castillo árabe que marca el horizonte de la finca. Es un paisaje seco por la falta de lluvia y las altas temperaturas de este otoño. Pero es un paisaje que ellos sienten como suyo porque lo han vivido desde niños, formando ya parte de su historia sentimental.
OK
Buen relato, Eduardo. Muy acertada de la contraposición (no en todo) de los personajes. En sus respectivos discurso has captado la interdependencia de una agricultura dotada con mecanismos de adaptación a entorno actual y futuro y con el nuevo reto (yo lo llamaría compromiso necesario) de salvaguardar el ecosistema en general, con un planteamiento serio de mantener y repoblar en su caso la España vacía. Un saludo
Gracias Rafa por leer el texto y por tus comentarios. He procurado distinguir entre la «mitigación» del cambio climático (acciones para la reducción general de las emisiones de CO2 y metano, que corresponde a los compromisos adoptados en cumbres internacionales como la COP 27 y cuyos efectos son de medio y largo plazo) y la «adaptación» (acciones emprendidas a escala menor: nacional, regional, local e individual). En el caso de los agricultores, la adaptación consiste en adecuar sus cultivos, sus técnicas de producción… a un entorno climático cambiante, sin esperar a que las acciones de mitigación surtan efecto.
Magnífico Eduardo. Todos los problemas graves de la agricultura,
de la alimentacion, del medio ambiente, de los pueblos y de la cultura rural, planteados en un relato corto y claro. Ese diálogo entre Ramiro y Carlos, que son tú, debería ser posible entre los que se llaman políticos
Gracias José Luis. Viniendo de ti, que sabes mucho de esto, valoro más aún tus opiniones. Si no has leído la primera parte del diálogo entre Ramiro y Carlos, te animo a que la leas (está en el El Diario Rural). No sé qué parte de mí hay en Ramiro y qué en Carlos. Procuro dejarlos hablar en su propio lenguaje, transmitiendo sus preocupaciones, y sin que el narrador interfiera el diálogo, para así lograr que el relato sea verosímil.
Buen relato considerando ya las dos partes. Enhorabuena. Ya he comentado en otra ocasión la pertinencia de estos «diálogos» tuyos, tan pedagógicos y clarificadores de las diferentes posiciones ante diversos problemas agrarios y rurales. La del relato, entre un agricultor y un ecologista, es relevante y oportuna, aunque en la realidad falta ese diálogo y una buena disposición por ambas partes. Pero el interés del relato es que expone claramente las dos posiciones que, dada la brevedad del mismo, no pueden ser más que esquemáticamente apuntadas. Pero eso no le quita mérito ni utilidad.
Hay en el texto varias ideas que podrían dar lugar a comentarios más amplios. Una de ellas es la de la adaptación de los agricultores a los contextos cambiantes. Y esa adaptación casa con lo que hace unos días expuse en este mismo diario sobre la modernización como lecho de Procusto…. Los agricultores se adaptan al mercado y a la tecnología (los que pueden), pero ¿pueden adaptarse a la transición ecológica?, inevitable y urgente. Los agricultores responden, como todos los productores, a los retos del presente, y el ecologismo (el serio, no el folklórico) habla de futuro. Una buena adaptación al presente puede ser una mala adaptación al futuro, definido por el cambio climático y los problemas de la sostenibilidad. De momento dejo este apunte aquí.
Lo dicho, magnífica tu labor y habilidad divulgadora y tu ánimo de encontrar puntos de encuentro.
Gracias Cristóbal por leer el texto y por abrir el debate trayendo al mismo tu estupendo artículo sobre el lecho de Procusto. El diálogo entre Ramiro y Carlos, siendo una ficción, refleja más la realidad de lo que parece. Hay cada vez más diálogo que confrontación entre agricultores/ganaderos y ecologistas, aunque el conflicto siempre resulta más visible (y tiene mejor prensa) en los medios de comunicación. Prueba de ello son las plataformas conjuntas sobre la gestión del problema del lobo, o la participación de organizaciones como UPA y COAG en programas Life. Comparto tu observación sobre la diferente lógica que mueve a los agricultores (presente, luces cortas) y a los ecologistas (futuro, luces largas). Pero cada vez más los agricultores son conscientes de que los efectos del cambio climático los tienen ya a las puertas de sus explotaciones (sequías, lluvias torrenciales a destiempo…), y cada vez más los ecologistas saben que, sin la participación de los agricultores, sus programas de conservación de los ecosistemas son inviables. Por eso entiendo que hay puntos interesantes de encuentro. Respecto al tema del lecho de Procusto, creo que así como en la modernización productivista de los años 1960-1970 había un pensamiento único, basado en el discurso de la «revolución verde» (una única cama de Procusto), ahora hay más pluralidad de pensamiento respecto a la modernización ecológica, de tal forma que en ella tienen cabida tanto los modelos basados en la agroecología, como los que abogan por la digitalización, la agricultura de precisión o la biotecnología. Se puede decir que Procusto pone ahora varias camas a disposición de los que llegan a su caverna. No todas ellas son igual de confortables, pero al menos no le cortan los pies a los que son muy largos ni se le estiran las piernas y brazos a los que son muy pequeños.