Ramiro, la PAC y el ecologismo | Relato
Ha visto Ramiro muchos cambios en la agricultura desde que comenzara a ayudar a su padre en la explotación familiar hace más de cuarenta años. Cuando entró España en la Unión Europea allá por mediados de los 80, recuerda que lo importante era entonces producir más y más, ya que las ayudas de la PAC estaban acopladas a la producción, y se cobraban en función de cuánto se producía. “Seguro que te acuerdas, Carlos, de que entonces nadie hablaba del medio ambiente ni falta que hacía; todos entendíamos que producción y explotación de los recursos naturales eran lo mismo, y que ambas cosas se retroalimentaban”, le dice a Carlos, amigo de infancia, profesor de biología en un instituto de bachillerato y socio de Greenpeace.
Ramiro estudió formación profesional agraria en un centro de capacitación, preparándose para relevar a su padre cuando éste decidiese jubilarse. Allí, en el centro, le decían que la PAC era una política coherente con los objetivos para los que fue creada: impulsar la producción agraria, asegurar el abastecimiento de alimentos a precios razonables y garantizar a los agricultores un nivel de renta equiparable al de los otros sectores económicos. Recuerda Ramiro que los precios garantizados y los mecanismos de intervención eran entonces instrumentos fundamentales de aquella política. “Esos instrumentos impulsaron los modelos intensivos y permitieron alcanzar con creces no sólo esos objetivos, sino dar lugar incluso a excedentes agrícolas que acabaron por alterar los mercados mundiales”, le dice a Carlos, mientras se lava las manos después de fumigar los frutales y termina de programar en su ordenador el sistema de riego automatizado que utiliza para regar parte de su explotación.
“Sí, Ramiro, y también produjeron en algunas zonas los primeros efectos negativos sobre el medio ambiente, como bien pudimos comprobar aquí con los plásticos de los invernaderos o con la contaminación de los ríos”, interviene Carlos. “Acuérdate que juntos observamos esos daños en las áreas cercanas al río, donde se vertían los residuos agrícolas sin ningún tipo de control, provocando olores infestos y la muerte de muchos peces. Justo eso fue lo que me llevó a preocuparme por la ecología”, añade.
Ramiro le recuerda que, para evitar esas distorsiones en los mercados, la UE se vio obligada por la Organización Mundial del Comercio a introducir en la PAC mecanismos de limitación de las producciones y a cambiar el sistema de incentivos a los agricultores. También le recuerda la aprobación de las primeras directivas medioambientales, como la de Aves y Hábitats, y del programa agroambiental para implicar a los agricultores en la protección del medio ambiente. “Claro que me acuerdo, Ramiro. De ahí viene el tema de las zonas ZEPA de protección de aves, que le explico a mis alumnos en el instituto”, le interrumpe Carlos.
Desde entonces ha habido muchos cambios, y Ramiro ha sido testigo de ello, ya como titular de su explotación tras la retirada de su padre y gracias a las ayudas que recibió del programa de instalación de jóvenes agricultores de la PAC. “Los mercados agrícolas se han abierto y ya no están intervenidos”, le explica a su amigo Carlos, “y eso hace que aumente la competencia y los precios varíen más”. Añade que las demandas de los consumidores han cambiado, buscando más calidad y salud en los alimentos, además de preocuparse por cuestiones éticas como las relativas al bienestar animal.
Le recuerda que la agricultura se ha tecnificado y profesionalizado y que ahora se utilizan tecnologías que eran impensables hace sólo veinte años. “Son tecnologías de precisión que no sólo mejoran la productividad agraria, sino que también permiten un uso más racional de los recursos naturales, como el agua y la materia orgánica del suelo, además de un ahorro en la utilización de fertilizantes y plaguicidas”.
“Sí, Ramiro, pero todo no es tecnología. No olvides que sigue habiendo modelos más tradicionales, más integrados en el territorio, y más sostenibles», le interpela Carlos. “No te lo niego, Carlos. Son los que se basan en eso que llaman agroecología y que no es otra cosa que lo que hacían nuestros abuelos”, le replica Ramiro, “pero no me negarás que el cambio ha sido enorme y que gracias a la agricultura tecnificada todos tenemos el abastecimiento de alimentos asegurado a unos precios razonables. De la ecología no se come».
Carlos reconoce que ha sido un esfuerzo ímprobo el que ha tenido que hacer Ramiro y muchos otros agricultores para reducir los costes de producción y ser más competitivos en unos mercados en los que los precios no hacen más que bajar. “Aunque a veces me pregunto, Ramiro, si os ha merecido la pena tanto esfuerzo, ya que me da la impresión de que no le veis la punta a vuestro negocio y siempre os estáis quejando”, le pregunta Carlos. “Permíteme que te diga, Ramiro, que muchos de vosotros habéis caído en la trampa del productivismo y no sabéis cómo salir de ella: producir más y más, invertir para comprar la última tecnología, pedir créditos y endeudarse con los bancos; ese es vuestro sino”, le dice Carlos, no sin cierta ternura.
“Puede que lleves razón, Carlos, pero tenemos que encontrar salidas, buscar alternativas, y la nueva PAC es una oportunidad”, le contesta Ramiro. “¿Oportunidad?”, le pregunta Carlos, y añade “precisamente opino todo lo contrario. La PAC es una política inmovilista, que suena como algo rancio y antiguo, que no está en sintonía con los tiempos y que os condena a no salir del círculo vicioso en que estáis metidos los que habéis elegido ese modelo de producir”.
Ramiro le dice que pocas políticas se han reformado tanto como la PAC para adaptarse a los cambios de la agricultura y a las demandas de la sociedad. “A la PAC se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de inmovilismo, Carlos”, afirma Ramiro convencido de lo que dice. Le recuerda a su amigo que ha cambiado el sistema de ayudas, y que ya no se pagan en función de lo que se produce, sino del número de hectáreas o de cabezas de ganado, cosa que no todos los agricultores aceptan. Le dice también que en la PAC hay interesantes programas de apoyo a las iniciativas innovadoras para el agricultor que quiera aprovecharlos.
“Me reconocerás, Carlos, que la PAC de hoy está, además, comprometida en la defensa del medio ambiente, quizá no tanto como quisierais los ecologistas, pero su compromiso es claro”. Le dice que el programa agroambiental es un ejemplo, así como el apoyo a la agricultura ecológica. Y que también lo es el hecho de condicionar las ayudas directas que reciben los agricultores a la introducción de prácticas agrícolas y ganaderas más sostenibles desde el punto de vista medioambiental. “Le llaman prácticas de verdeo o greening, y a veces nos cuesta a los agricultores entender su utilidad, si bien, a medio y largo plazo, las vemos como positivas”, dice Ramiro.
“Desde el punto de vista de la ecología”, interviene Carlos, “es bueno que os obliguen a rotar los cultivos para evitar que se esquilmen los nutrientes de una misma parcela, como también lo es el llamado set-aside dejando sin cultivar una parte de la explotación para que se regeneren los suelos”. Ahora, la nueva reforma de la PAC, le comenta Ramiro, habla de los “ecoesquemas”, por los que el agricultor va a recibir un complemento de la ayuda básica si introduce en su explotación prácticas dirigidas a la lucha contra el cambio climático y en favor de la biodiversidad. “Espero que esa música os guste a los ecologistas. No podéis imaginar lo que nos cuesta adaptarnos a todo esto después de tantos años oyendo el discurso productivista”, se sincera Ramiro con su amigo Carlos.
Por eso se irrita cuando oye al ecologismo acusar desde sus atalayas urbanas a los agricultores de ser los culpables de la contaminación de las aguas, de la erosión de los suelos o del maltrato animal. “Lo de calificar al lobo como especie protegida, es ya el colmo”, dice Ramiro, “y no lo digo por mí que no tengo ganado, pero sí por muchos compañeros que sí tienen”.
Es verdad que nunca se han llevado bien los agricultores y los ecologistas, reconoce Ramiro, y que en algunas etapas puede que las críticas desde el ecologismo hayan sido justificadas. Pero ahora no lo cree así. Está harto de las acusaciones de los ecologistas, y las siente como un desprecio al trabajo que realizan los agricultores, ya que está convencido de que no hay otra profesión que se preocupe más por el medio ambiente que la de agricultor. “Somos los mejores ecologistas, los primeros interesados en proteger el medio ambiente, ya que es nuestro medio de trabajo”, le dice Ramiro, “y no hacerlo sería como tirar piedras contra nuestro propio tejado”.
Ante los ejemplos que le pone Carlos sobre el deterioro del paisaje y la erosión de los suelos por prácticas agrícolas abusivas o sobre las actividades contaminantes ocasionadas por los invernaderos, Ramiro asiente y le da la razón. También sobre esas granjas avícolas y de porcino que no respetan las más mínimas condiciones de bienestar animal. Pero añade que “entre las casi un millón de explotaciones que hay, siempre es posible encontrar, como en cualquier otra profesión, algunos desalmados que van a la búsqueda del beneficio inmediato sin ocuparse de valorar los efectos de lo que hacen”. Además, le comenta a Carlos que la PAC se encarga, con sus exigencias y controles, de que sea cada vez menos frecuente ese tipo de agricultores. “En un sector tan disperso y atomizado como el agrario”, explica Ramiro, “es necesario, Carlos, que haya una política que nos obligue a algún tipo de coordinación, y eso lo hace bien la PAC”.
La conversación sube de tono ante la insistencia de Carlos en los efectos negativos de la agricultura intensiva en el medio ambiente. “¿Y qué me dices, Ramiro, de las explotaciones superintensivas de olivar o de esas macrogranjas que tienen más de industria que de agricultura”, le pregunta Carlos en plan provocador, “¿es que acaso no perjudican al medio ambiente?”. “Eso es cierto, pero esos modelos agrícolas no son apoyados por la PAC. Si existen es porque son tolerados por los gobiernos nacionales o regionales”, le contesta Ramiro.
“De verdad, Carlos, que vuestras críticas a la PAC son injustas, ya que no hay otra política que sea tan sensible a las cuestiones ambientales”. Le recuerda el Pacto Verde Europeo con la estrategia “De la granja a la mesa”, con la que él está de acuerdo porque coloca a la agricultura en el centro de las demandas sociales, pero que tanto preocupa a muchos agricultores por las restricciones que van a suponerles en la utilización de insumos. “Sí, pero no me negarás, Ramiro, que la PAC sigue estando al servicio de los grandes lobbies agrícolas, que son los principales beneficiarios de la PAC”, le contesta Carlos. “Mira, no me salgas con la cantinela de los lobbies y los grandes agricultores”, le dice Ramiro sin disimular su enfado. “Pues claro que los grandes agricultores se benefician de las ayudas de la PAC, y que debe corregirse con eso que llaman capping. Pero que sepas, Carlos, que sin la PAC muchos agricultores con pequeñas explotaciones, como yo, habríamos desaparecido”.
Le comenta ya en mejor tono que las ayudas de la PAC representan un tercio de su renta, y le dice que, sin esa política, el paisaje de muchos territorios sería muy diferente al de ahora, y el problema de la despoblación rural se habría agravado. También le recuerda Ramiro que, sin la PAC, el abastecimiento de alimentos que ha estado asegurado durante la pandemia, no habría sido posible. Admite Ramiro que no está de acuerdo con todo lo que hace la PAC ni con la burocracia que conlleva. Opina, además, que se debe hacer mucho más para que desaparezcan los derechos históricos y se le ponga un tope máximo a las ayudas para que sean más equitativas, pero sabe que si no se hace más es debido a la inacción de los propios gobiernos nacionales.
Comprende, además, que no se le puede pedir a Bruselas que arregle todos los problemas de una agricultura tan diversa como la europea, y admite que muchos de los problemas de nuestro sector agrario son estructurales y los arrastramos desde antes de que entráramos en la UE. “Soy consciente, Carlos, de que la PAC no es ninguna panacea, pero tampoco la causa de todos los males”, dice Ramiro.
“Lo que nos ofrece la PAC es un conjunto de instrumentos y recursos para que los utilicemos del mejor modo posible en la mejora de nuestro sector agrario. Que lo hagamos bien o mal depende sólo y exclusivamente de nuestros gobiernos y de nosotros los propios agricultores, así como de nuestras organizaciones profesionales y cooperativas”. Admite Ramiro que en un sistema económico como el actual, no se puede cambiar la lógica de los mercados, pero está convencido de que se puede participar en ellos mejor organizados y con más fuerza negociadora.
“Es verdad Ramiro que los ecologistas y los agricultores hemos tenido enfrentamientos, pero no tiene que seguir siendo así”, dice Carlos. “Vosotros, los agricultores, deberíais ser más receptivos a nuestros mensajes y no vernos como unos idealistas cándidos e ingenuos o como unos fundamentalistas del cambio climático que hablan desde los despachos y sin mancharse las manos. Sois vosotros los primeros en sufrir los efectos de las sequías prolongadas, las grandes nevadas o las lluvias torrenciales, y si queremos para esto tenemos que sumar esfuerzos”. A lo que añade Ramiro, “sí, de acuerdo, pero vosotros los ecologistas tenéis que respetarnos más y no etiquetarnos como los grandes expoliadores del medio ambiente, porque no es verdad, ya que somos los más interesados en tener un medio natural rico y saludable”.
“Ah, por cierto, Carlos, dile a tus amigos los ecologistas que ya está bien de tratarnos como unos privilegiados. Te recuerdo que los casi 5.000 millones de euros anuales que recibe la agricultura española en ayudas es sólo un 0,5% de nuestro PIB, en un sector que genera más del 3% de la riqueza nacional y el 4% del empleo, además de asegurar el abastecimiento de alimentos ¿Es eso ser privilegiados?”.
Muy interesante. Seguirán las discusiones, pero es necesario intentar ser compatibles las dos «bandas».
Gracias Bárbara por leer el texto. A veces, utilizando la forma del relato se acaba entendiendo mejor temas complejos. Saludos