Lecturas de verano (4): Los mosaicos ocultos
Los mosaicos ocultos
Rafael Trujillo Navas. Edit. Létrame
La memoria es el verdadero protagonista de esta novela. Es la memoria de Milo (Emilio), quien va reconstruyendo su vida desde la infancia a base de ordenar las teselas de un complejo mosaico lleno de zonas oscuras, de hallazgos y descubrimientos inesperados.
Su trabajo como arqueólogo es una metáfora de la vida. Conforme va ordenando las teselas del gran mosaico del Avestruz que excava en un yacimiento de la Anatolia oriental, al pie de los montes Tauro, va también ordenando las piezas de su vida hasta encontrarle un sentido. Mientras recurre a la historia para descifrar el misterio del mosaico descubierto (sea historia escrita o sea enterrada en las capas geológicas del yacimiento), Milo recurre también a la memoria para desvelar los secretos escondidos y no desvelados de su vida.
Es una novela bien estructurada desde el punto de vista narrativo, con una excelente y equilibrada definición de los personajes, donde se nota la formación de Trujillo en psicología. El estilo es ágil y con ritmo, gracias a la utilización de párrafos cortos, pero bien hilvanados como para asegurar la continuidad de la narración. Hay también en la novela una buena combinación de prosa y poesía, notándose en ello la vena poética de Trujillo, ya manifestada en algunas de sus publicaciones y en su participación en el grupo poético Barro.
La novela se desarrolla en cuatro escenarios distantes, pero interconectados, con una sutileza narrativa que es uno de los grandes méritos de la novela de Trujillo. Un hecho vivido por el propio Milo en sus años de infancia, y que determinará el destino de su vida, será el hilo conductor que una a los cuatro escenarios.
Un escenario es el de Milo y su familia, una familia de clase media en alza durante la etapa del “pelotazo”, pero caída en desgracia por un escándalo inmobiliario que se nos desvela ya en la primera página. Ello conduce al embargo del chalet que tienen en la ciudad, y lleva a la familia a un retiro obligado en una casa rural. Formada por su hermano Alfonso y sus padres Teófilo y Raquel, la familia de Milo ocupará, sin embargo, un lugar secundario en su vida. Pronto será separado de ella para emprender nuevos caminos en otros ambientes. Su protector Mauricio Menéndez Viaga, viejo amigo de la familia, le contagiará su pasión por la arqueología y marcará el destino profesional del joven Emilio.
El segundo escenario es el de sus amistades juveniles (la de Carlos, especialmente, que es quien mejor lo conoce) y el despertar de sus aficiones artísticas y literarias, que nunca abandonará. Es también el de su paso por la universidad y por el mundo del teatro aficionado (la compañía Buhofante). Allí, en ese mundo universitario, encontrará además a Miriam, con la que se casará y tendrá un hijo (Sergio), pero cuyo matrimonio será una tesela rota del mosaico de su vida.
El tercer escenario es, como he señalado, el de la arqueología, centrado en el descubrimiento en los montes Tauro de Anatolia (Turquía) de un mosaico de la dinastía Flavia. En esa excavación, Milo y la empresa española GIPH (propiedad de Mauricio) tendrán una participación directa, junto a profesores de arqueología de la Universidad de Ankara. Allí en ese escenario, Milo descubrirá el tráfico ilegal de piezas arqueológicas (los proyectos “topo de gama”), y se le planteará un dilema moral sobre la ética de su profesión.
Pero el verdadero escenario que le da sentido a la novela es el de la infancia de Milo. Aunque la narración se mueve entre paisajes urbanos (Sevilla, Córdoba, Estambul…), el escenario protagonista es claramente rural (“el olor de los torreznos, ajo y pan fritos”). Es la naturaleza en sus diversas formas, ya sea en el paisaje en torno a la finca La Partición y el antiguo molino de aceite; ya sea en las riberas del río Guadajoz o en el paisaje de la sierra de Urdián, o ya sea en la poderosa e irrefrenable atracción natural que, desde niños, sienten Milo y su prima Berta y que se irá intensificando en la adolescencia y juventud.
Ambos tejerán una red tupida de amistad, amor, pasión y deseo, que los acompañará durante todas sus vidas, y que habitará en sus corazones como el rescoldo de un fuego que nunca se apaga. Sus baños en el río, la búsqueda de ratas para cazarlas (muy al estilo de Delibes en su magistral “Las ratas”) o el descubrimiento del sexo entre los cañaverales, formarán parte indeleble de la memoria de Milo y de Berta. A pesar de que sus caminos se van alejando con el paso de los años (“dos infieles a sí mismos”), el fuego que un día nació entre ellos (“rapto zoológico”), permanecerá siempre en sus almas y será lo que los salvará de la desolación y el abandono.
En definitiva, una novela sobre la memoria, entendida como un mosaico de recuerdos que en forma de teselas se van enlazando unos con otros. La vida y la memoria como un mosaico que deja zonas oscuras sin desvelar, y sobre las que sólo cabe la interpretación, como hace la arqueología, o la invención, como hace la literatura.