La memoria histórica del campesinado sin tierra
“La conflictividad campesina en la provincia de Córdoba (1931-1936)”
Manuel Pérez Yruela
Editorial: Utopía. 1º edición 1979. Servicio de Publicaciones del MAPA
Aunque pueda parecer por el título que nos encontramos ante un libro de historia, estamos ante un libro de sociología, escrito por Manuel Pérez Yruela y publicado en 1979 por el Servicio de Publicaciones del MAPA.
Pérez Yruela reunía entonces la doble formación de ingeniero agrónomo y sociólogo, y en el libro que se reedita ahora seguía la senda de muchos otros agrónomos con sensibilidad social e interés por la “cuestión agraria”. Tal había sido el caso del reformador ruso A. V. Chayanov, promotor del cooperativismo campesino en la Rusia bolchevique, o del español Pascual Carrión, miembro de la Comisión Técnica que redactó el primer anteproyecto de ley de reforma agraria en 1931.
Historia y sociología
Así como los historiadores utilizan las fuentes historiográficas como un fin en sí mismo para ordenar algún acontecimiento del pasado, los sociólogos usan la historia como un medio para desentrañar las claves explicativas de los hechos que suceden en los tiempos presentes o cercanos.
Es larga y dilatada la tradición sociológica de utilizar la historia para explicar los hechos sociales, buscando relaciones entre distintas variables (políticas, demográficas, jurídicas…). Karl Marx fue un claro ejemplo de esto en sus clásicos estudios sobre “La Guerra Civil en Francia” o el “18 Brumario de Luis Bonaparte”. También lo fue Max Weber, cuando a principios del siglo XX utilizó las fuentes históricas para explicar la importancia de los valores del luteranismo en el origen del capitalismo. Y más recientemente, Barrington Moore (1966) analizó la historia de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Japón… para desentrañar las claves de los procesos democráticos.
Y eso es lo que hizo Pérez Yruela en su estudio sobre las revueltas campesinas en la provincia de Córdoba durante la II República (1931-1936). Su objetivo no era sólo conocer los hechos históricos de ese periodo, sino utilizarlos para estudiar un fenómeno más amplio, la conflictividad social.
Daba así continuidad a dos libros clásicos sobre el campesinado sin tierra: El espartaquismo agrario andaluz (1919) del jurista Constancio Bernaldo de Quirós; y la Historia de las agitaciones campesinas en Andalucía (1929) de Juan Díaz del Moral (notario de Bujalance y diputado a Cortes de la II República).
Buena prueba del carácter sociológico de la investigación realizada por Pérez Yruela, es la información obtenida a través de entrevistas realizadas a personas supervivientes de los hechos sucedidos en los años 1930, y que son auténticos relatos en vivo de aquellos acontecimientos. Las fuentes historiográficas fueron complementadas y situadas en contexto por el autor mediante el testimonio de algunos de los que protagonizaron aquellos sucesos, así como de familiares y amigos.
Además, indagó en los archivos del MAPA, en concreto en el archivo del Instituto de Reformas Sociales, para conocer el contexto y los efectos de la reforma agraria emprendida por la II República en 1932, paralizada durante el bienio conservador radical-cedista (noviembre 1933-febrero 1936), reactivada con el Frente Popular y truncada con el golpe de estado de julio de 1936 y la instauración de la dictadura de Franco en abril de 1939.
Las claves de la conflictividad social
¿Qué buscaba un sociólogo como Pérez Yruela con su investigación sobre un periodo histórico tan significativo como el que transcurre desde 1931 a 1936?
A la luz del contenido del libro, me permito señalar que Pérez Yruela buscaba encontrar algunas claves de la conflictividad social: las causas que desencadenan los conflictos, las condiciones en las que estallan, las formas que adquieren y los perfiles de los que los lideran y protagonizan.
En ese sentido, y utilizando el marco teórico de los sociólogos británicos John Rex y Ralf Dahrendorf, a Pérez Yruela le interesaba no sólo conocer las causas de la conflictividad campesina, situadas en el desigual reparto de la propiedad de la tierra. Le interesaba, sobre todo, conocer las condiciones en las que la conflictividad “latente” estalla y se convierte en “manifiesta”; y las condiciones en las que el grupo social que protagoniza los conflictos se transforma de “clase en sí” en “clase para sí”.
De algún modo, el objetivo de Pérez Yruela en su investigación es, en definitiva, avanzar en la definición de una ley general sobre la conflictividad social. Y para ello utiliza el marco empírico de los conflictos campesinos en un lugar y en un periodo histórico concreto, pero extrapola sus resultados para aplicarlos como hipótesis a otras realidades sociales marcadas también por la conflictividad.
El campesinado como “clase para sí”
En su investigación, Pérez Yruela disecciona como un orfebre la estructura de la propiedad de la tierra en la provincia de Córdoba, analiza la legislación laboral de la II República y su aplicación a escala municipal (ley de alojamientos, ley de contratos, jurados mixtos, jornada de ocho horas…).
Asimismo, narra con la minuciosidad de un antropólogo los conflictos que se producen en los pueblos cordobeses. Estudia, además, el contexto social y político de aquellos años, marcados por una fuerte presencia del sindicalismo anarquista y socialista y por las expectativas que generan entre el campesinado sin tierra los debates sobre la Ley de Reforma Agraria, su aprobación en 1932, su paralización y posterior reactivación.
Ello da lugar, como bien señala Pérez Yruela, a una ola de protestas campesinas, marcada por su carácter cíclico de expansión y depresión, según el contexto social y político, pero también según el mayor o menor alcance de los éxitos logrados y de los fracasos producidos con las movilizaciones.
En ese contexto, Pérez Yruela muestra cómo el campesinado sin tierra de la provincia de Córdoba se transforma en una clase “para sí”, protagonizando la conflictividad desencadenada sobre todo en los pueblos de la campiña gracias a la aparición de líderes capaces de galvanizar las reivindicaciones y esperanzas de ese grupo social.
El campesinado sin tierra guardaba en su memoria el expolio y la explotación sufrida durante casi un siglo, a raíz de las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz en el siglo XIX y la consolidación de la gran propiedad latifundista en nuestra provincia. Es tal la memoria de ese expolio, que, como cuenta Díaz del Moral en su mencionado libro, y corrobora también Pérez Yruela en el suyo, una de las primeras cosas que hacían los campesinos en sus revueltas era quemar los registros de la propiedad.
Esa memoria da forma entre los jornaleros, braceros y demás grupos que componen el campesinado de entonces, a una conciencia social latente sobre la desigualdad y el agravio comparativo. Es una conciencia que estalla y se hace manifiesta cuando se dan las condiciones propicias: ya fuese la revolución de la “gloriosa” en 1868, el trienio bolchevique en 1918-1920 o la II República.
En definitiva, Pérez Yruela muestra en su libro que no bastan los factores estructurales para explicar la conflictividad social, sino que se necesitan otras condiciones, vinculadas al contexto político, la articulación de intereses, la emergencia de líderes, la presencia de organizaciones sociales o la percepción de agravio (privación relativa).
De la vieja “cuestión agraria” a la nueva “cuestión rural”
Más allá de su interés para la recuperación de la memoria histórica, cabe preguntarse sobre la oportunidad de reeditar un libro como el de Pérez Yruela en una época en la que los conflictos sociales en el campo han adquirido una estructura y fisonomía diferentes a la conflictividad de los años 1930, y en la cual la “cuestión agraria” tiene hoy un significado distinto.
Es un hecho que, en muchas zonas de Andalucía, se mantiene en sus grandes términos una estructura basada en la gran propiedad, pero los latifundistas de ayer son hoy grandes empresarios capitalistas que gestionan explotaciones muy modernizadas en sintonía con los imperativos del mercado. Además, el campesinado sin tierra de antes ha emigrado a otros lugares y sectores de actividad, siendo sustituido en muchas zonas por temporeros, en su mayoría inmigrantes. Y los pueblos andaluces de antaño son hoy pueblos que no viven del trabajo en la agricultura, sino de una amplia diversidad de actividades, además de ser pueblos abiertos a los flujos económicos, sociales y culturales que les dan una apertura que el mundo rural no tenía en los años 1930.
Al menos, en nuestro entorno europeo, las reivindicaciones del mundo rural no giran ya en torno a la tierra, sino a un elenco más amplio de temas. Por ello, como señala Pérez Yruela en su excelente introducción, preparada expresamente para esta reedición, la vieja “cuestión social agraria” ha dado paso a una nueva “cuestión rural”. En ella, además de las reivindicaciones sociales y laborales de los temporeros, se incluyen temas tales como los precios agrícolas (agricultores al límite), la salud alimentaria, el desarrollo territorial, la despoblación (España vacía/vaciada), el agua, la protección del medio ambiente, el paisaje, las tierras raras…
Son todos ellos temas que conforman un nuevo espacio de conflictividad social para cuyo análisis siguen siendo oportunas las enseñanzas del trabajo de Pérez Yruela. Es, por tanto, una buena iniciativa, digna de agradecer a la editorial “Utopía”, reeditar el libro de Pérez Yruela, que estaba ya agotado en el Servicio de Publicaciones del MAPA.
Ello nos ofrece ahora la oportunidad de volverlo a leer en una edición muy cuidada, en la que la editorial ha tenido el buen gusto de conservar la excelente portada que diseñó el admirado y ya fallecido diseñador Alberto Corazón.
Foto destacada: Un comité de campesinos que saludan con el puño a los milicianos que salen para unirse a las fuerzas de Madrid. 1936, Extremadura (España). David Seymour. CC
Muy interesante el libro de Perez Iruela y la reseña tuya. Te lo agradezco Eduardo.
Gracias Bartolomé por leer la reseña. Lo que hay que leer es el libro. Merece la pena. Incluye una larga introducción del autor, en la que sitúa la cuestión agraria en el contexto actual, cuarenta años después de su primera edición.
Además de haber dado con la clave, tan diversa, de la génesis de la conflictividad campesina en Córdoba (1931-1936), es de gran valor dilucidar el cambio de paradigma en la Agricultura y la estructura social desde entonces a hoy, 2021. Las narrativas y las propuestas que en algunos casos se escuchan toman como marco de referencia aquellas fechase, y, por tanto son anacrónicas y nada valen en la práctica. Tanto el escenario como los actores sociales son otros y la conflictividad es otra. Exige por ello un esfuerzo para buscar soluciones diferentes, que, en el caso de la Agricultura responda a las exigencias ecológicas y la disponibilidad de las flamantes tecnologías si queremos una Agricultura competitiva a la par que sostenible. El factor humano dependiente de la Agricultura se ha redefinido, la figura del jornalero y el cacique da antaño han dejado de tener vigencia. En fin, por mi parte estoy deseando hacerme con este libro de Manuel Pérez Yruela para que me ayude a sustituir percepciones y esquemas mentales extintos por los reales en estos tiempos.