Iglesia, en Soria. Foto: Joaquín Terán.

La Iglesia desprecia la España despoblada

La escasez de curas deja sin misa a creyentes de toda la vida en el día del patrón del pueblo.
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Una mujer mayor de una pedanía de Corduente (Guadalajara) llama al párroco del pueblo, ubicado en Molina de Aragón, a 18 kilómetros de distancia, para que suba a oficiar misa. La pregunta del cura es rápida “¿Cuántas mujeres son en el pueblo?”. “Pues somos cuatro” le contesta la vecina. “¿Sólo cuatro?, dice el sacerdote. Son muy pocas y por eso no voy a subir”. Así de tajante se muestra el clérigo.

La petición al cura para que subiese a celebrar misa no era para un día cualquiera. Se trataba del día de San Antonio, patrón del pueblo. Y, por tanto, un santo que siempre se veneró y celebró en esta localidad, excepto en los últimos tiempos.

La mujer que llamó, junto con otras vecinas, aunque ella de forma especial, siempre ha estado pendiente de que la iglesia del pueblo estuviera pulcra con el fin de que el sacerdote que viniese estuviera cómodo y no sé si orgulloso del templo.

Poco después se entera otra vecina, que también supera los 80, pero perfectamente lúcida, y se coge un cabreo de mil demonios. No entiende por qué no sube el cura a dar misa, sí, a dar, porque desde hace tiempo los sacerdotes, según me cuentan, no celebran, dan misa para cumplir y de paso si es de tendencia reaccionaria pues es capaz de citar en el sermón a Escrivá de Balaguer, como así hace el de Daganzo (Madrid), aprovechando la primera comunión de los niños.

A lo que iba. Esta última señora mayor no entiende cómo es posible que se haya perdido la tradición de una fiesta tan importante para el pueblo. Para ella, la misa es un ritual más dentro de la celebración de otras actividades con motivo del Patrón, entre las que se incluían comida de todos los vecinos, música y hasta juegos. Por su enfado está claro que no se lo perdona al párroco en la vida. Y se pregunta en voz alta cuantas mujeres son necesarias para que el cura tenga a bien desplazarse a dar misa.

El santo en el olvido

Pensémoslo bien. Para las mujeres mayores es muy duro pasar ese día como uno más, cuando en su memoria permanecen intactos los recuerdos de no hace tantos años: la iglesia casi se llenaba y para comer se sacrificaban unos cuantos corderos a cargo del ayuntamiento para disfrute y gozo de los vecinos. Vivían dos días de fiesta con intensidad, a pesar de que muchos vecinos tenían que combinar la celebración con el pastoreo.

Esta mujer también reflexiona sobre la poca gente, casi nadie, que ha venido al pueblo este año con motivo de San Antonio, cuando en otros cercanos que también es patrón han acudido más personas, en especial jubilados. Sabe perfectamente que no está en sus manos cambiar la tendencia, pero, al menos, lo de la misa sí debería darse. Por eso está endemoniada.

“Más listos están los curas para llevarse algunas cosas de valor de la iglesia y luego venderlas o quedárselas. Y no son suyas pues las fue pagando el pueblo desde hace mucho tiempo”, concluye. De hecho, no me es ajeno que en esta como en otras localidades se han guardado en casas particulares algunos bienes para que la rapiña de la Iglesia no se haga con ellos.

Lo cierto es que no es la primera queja sobre la actitud de este párroco, pero poco parece importar al obispado de Guadalajara, que se da más prisa en colocar en una casa de esta pedanía a un fraile agustino, cuyo nombre no me acuerdo, que había sido condenado a tres años de cárcel por abuso de menores. Justo cuando cumplió la condena (2015) fue nombrado sacerdote de numerosos pueblos y pedanías de Guadalajara.

Atilano Rodríguez, obispo de la diócesis Sigüenza-Guadalajara, lo podría haber enviado a su pueblo, Trascastro, pequeña localidad cerca de Cangas de Onís (Asturias), en lugar de asentarlo en estas serranías del señorío de Molina de Aragón.

A traer al cura en coche

Los datos que maneja la Conferencia Episcopal Española (CEE) sobre la escasez de curas es bastante concluyente. Entre 2012 y 2019 la iglesia española ha perdido casi 4.000 sacerdotes y monjas. En 2022 se ordenaron 97 sacerdotes, 28 menos que en 2021. De manera que si la falta de vocación sigue así, en la CEE aseguran que tendrán que cerrar iglesias, sobre todo en la España vaciada.

Pero tal situación no debería ser óbice para que en fechas puntuales como el patrón del pueblo sí se acercaran a dar misa. Claro que al menos el cura de esta localidad conduce, por eso tiene más delito, pero por ejemplo el párroco de Peñalén, localidad enclavada en un precioso paisaje del Alto Tajo, hay que bajar a Molina de Aragón a buscarlo en coche en alguna celebración puntual porque no tiene carné, como así sucedió el año pasado. Y el obispo sin enterarse.

Quizás si permitieran oficiar a las mujeres la Iglesia Española no se encontraría en esta situación, pero prefieren dar portazo. Allá ellos.

Por cierto, la pedanía donde no ha subido el cura a celebrar, oficiar o dar misa es la Aragoncillo.

Foto: Iglesia, en un pueblo de la provincia de Soria. Foto: Joaquín Terán.

1 comment

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  2. Eduardo Moyano Estrada 26 julio, 2023 at 18:25

    Enhorabuena Jenaro por tu oportuno artículo sobre la falta de curas en los pueblos rurales. Es un tema al que no le damos importancia desde los medios urbanos, pero sí que la tiene en el medio rural. Un abrazo

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