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Diez reflexiones políticas sobre el acuerdo UE-Mercosur

El sector agroalimentario europeo se pone ante el espejo con acuerdos como el UE-Mercosur. ¿Oportunidad o agravio?
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Tras veinte años de negociaciones, se ha cerrado el acuerdo de la Unión Europea con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), si bien aún tiene que ser ratificado por cada uno de los Estados firmantes y por el nuevo Parlamento Europeo.

Es el mayor acuerdo comercial en la historia de la UE, al afectar a 520 millones de consumidores europeos y a 260 millones de la región de Mercosur. Se pretende eliminar más del 90% de los aranceles en ambos mercados, lo que supone una apertura comercial sin precedentes.

Economistas especializados y los gabinetes técnicos de las organizaciones profesionales agrarias (OPAs) se han ocupado de valorar los aspectos económicos del Acuerdo y sus posibles repercusiones en la economía española, y en especial en el sector agrario. El Diario Rural publicó hace unos días un excelente informe sobre este asunto.

No es, por tanto, el objetivo de este artículo seguir abundando en la dimensión económica del Acuerdo, sino aportar algunas reflexiones sobre su importancia política:

  1. Con este acuerdo, la UE se ratifica en su apuesta política por el multilateralismo y la apertura de los mercados, cuando hay países, como EE.UU., que enarbolan la bandera del proteccionismo y del nacionalismo político y económico.
  2. Para Mercosur, la importancia política del Acuerdo es innegable. Supone un incentivo para que países que ahora son sólo “asociados” (Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana) se decidan a formar parte plena de esta unión regional.
  3. Además de las oportunidades que el Acuerdo le abre a la economía europea (productos industriales y servicios), hay que valorarlo también porque permite estrechar los lazos de cooperación con países culturalmente cercanos a Europa. Y eso es importante en un momento en que el gobierno de China desarrolla una política expansiva en Latinoamérica.
  4. Tanto para la UE como para Mercosur, el Acuerdo contribuirá a crear institucionalidad. Es decir, redes institucionales para avanzar en la mutua cooperación política, económica y cultural entre áreas regionales, superando así la cooperación bilateral entre países.
  5. En términos de política económica, el Acuerdo permitirá aumentar las inversiones europeas en aquellos sectores donde no existen suficientes capitales nacionales en los países de Mercosur, dinamizando así la economía de estos países.
  6. El hecho de que sólo un 5% de las exportaciones de la UE a Mercosur sean de productos agrícolas y ganaderos, representa un potencial de expansión para el sector agroalimentario europeo en los países de esa región. Para aprovechar esa oportunidad, el sector debe adoptar nuevas estrategias comerciales basadas en la calidad. No vale quedarse con la foto fija, sino moverse para prepararse ante los retos futuros.
  7. Acuerdos como éste de Mercosur, ponen a nuestro sector agroalimentario ante el espejo, y le muestran sus debilidades, pero también sus fortalezas. La actual vulnerabilidad de algunos subsectores agrícolas y ganaderos se debe a factores estructurales que no tienen que ver con la existencia de este tipo de acuerdos (pensemos en el aceite de oliva, los cítricos o los productos lácteos).
  8. Existen en el Acuerdo mecanismos de salvaguarda para mitigar los posibles efectos que pueda tener en determinados sectores (por ejemplo, cuotas de volumen de entrada). Asimismo, la Comisión Europea ha adquirido el compromiso político de poner recursos económicos a disposición de los agricultores de la UE para que puedan realizar los ajustes necesarios.
  9. El Acuerdo puede servir de acicate para que la agricultura de los países de Mercosur vaya alcanzando los altos estándares europeos en materia laboral, sanitaria y medioambiental (de hecho, asumen los compromisos de París sobre cambio climático). Pero también para que los productores europeos se esmeren más en el respeto de las normas de sanidad y en el control de calidad de los productos que se exportan desde la UE.
  10. Es cierto que los modelos agrarios que predominan a ambos lados del Atlántico son diferentes (explotaciones de tamaño pequeño y mediano en la UE y explotaciones de grandes dimensiones en la agricultura de Mercosur) y que eso puede perjudicar a los agricultores europeos debido a sus mayores costes de producción. Pero también es cierto que la realidad de la agricultura de la UE y de Mercosur es más diversa de lo que nos dicen las grandes cifras macroeconómicas (hay grandes y pequeñas o medianas explotaciones en ambas regiones). Asimismo, el mayor tejido asociativo de la agricultura europea le permite impulsar economías de escala en las explotaciones de menor tamaño, siempre que se asocien para ser más eficientes en los mercados.

Acuerdos como el de la UE y Mercosur suponen, en definitiva, avances políticos importantes en los procesos de integración regional, tanto dentro de cada región, como entre regiones. Pero también son oportunidades para que los Estados participantes aborden procesos de innovación política y económica que de otra forma no emprenderían por falta de incentivos.

Por eso, estos acuerdos hay que analizarlos con una perspectiva amplia y de largo plazo y no con las luces cortas de los análisis coyunturales.

En el fondo del debate subyace la siguiente pregunta: ¿queremos apostar por mercados abiertos entre grandes regiones, pero sometidos a reglas que den seguridad a los productores y establezcan mecanismos compensatorios, o por el contrario abogamos por mercados sin control donde impere la ley del más fuerte?

1 comments

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  2. Alvaro 5 agosto, 2019 at 10:05

    Estimado Sr. Moyano,

    Si bien comparto varios puntos de su análisis, me gustaría realizar algunas apreciaciones sobre varias de sus reflexiones:

    Reflexión nº 5: Dice usted que “en términos de política económica, el Acuerdo permitirá aumentar las inversiones europeas en aquellos sectores donde no existen suficientes capitales nacionales en los países de Mercosur, dinamizando así la economía de esos países”. Un matiz relevante respecto a esta afirmación es que la dinamización de la economía de los países de Mercosur se producirá, en su caso, a través de inversiones de transnacionales y grandes empresas de la UE, en detrimento del tejido empresarial de los países de Mercosur y su posible desarrollo.

    Reflexión nº 6: También reflexiona usted acerca de que “el hecho de que sólo un 5% de las exportaciones de la UE a Mercosur sean de productos agrícolas y ganaderos representa un potencial de expansión para el sector agroalimentario europeo en los países de esa región”. Favorecer los modelos agro-exportadores, por ejemplo, en commodities agrarias o productos no perecederos, no representa un beneficio directo para el modelo familiar de agricultura predominante en la UE y, además, deteriora los mercados de destino y la sostenibilidad de los pequeños y medianos agricultores de Mercosur.

    Reflexión nº 7: Respecto a que “la actual vulnerabilidad de algunos subsectores agrícolas y ganaderos se debe a factores estructurales que no tienen que ver con este tipo de acuerdos”, dichos factores estructurales, propios de determinados sectores, sólo se convierten en pesadas cargas, en muchas ocasiones, cuando se llega a acuerdos de liberación comercial.

    Reflexión nº 8: En relación a la activación de mecanismos de salvaguarda, en acuerdos ya cerrados, ha sido prácticamente nula, a pesar de las peticiones realizadas en casos claros de alteración de los mercados. Además, su puesta en marcha es extremadamente lenta y no responde a la velocidad de deterioro del mercado, ni del sector. Por otro lado, el compromiso político no es concreto y, lo que es peor, no se basa en ningún estudio de impacto sobre las pérdidas del sector.

    Reflexión nº 9: La reflexión sobre que “el Acuerdo puede servir de acicate para que la agricultura de los países del Mercosur vaya alcanzando los altos estándares europeos en materia laboral, sanitaria y medioambiental” es la más arriesgada de todas. Por un lado, no está claro que el acuerdo incluya cláusulas en materia de condiciones de producción en los países de Mercosur. Por otro lado, el acuerdo sobre la aplicación de medidas sanitarias y fitosanitarias de la OMC – por el que se rigen los acuerdos comerciales bilaterales como es este caso – insta a una armonización de las normas entre países que favorezca el comercio internacional (esto es, rebajando exigencias y no elevándolas). Es importante recordar aquí que los agricultores europeos asumen los estándares más elevados del mundo. La mera posibilidad de que el Acuerdo pueda servir de acicate de mejora para las agriculturas de exportación de Mercosur no se convertirá en realidad, por el hecho de que las haría aún menos competitivas frente a sus socios europeos. Este es un punto fundamental, ya que conduce a la erosión de las políticas de protección del consumidor, el trabajador y el medio ambiente en la UE. Hay que sumar, además, la falta de información al consumidor o su desconocimiento sobre las diferencias en modos de producción según el tipo de agricultura.

    Reflexión nº 10: Respecto a las diferencias de los modelos agrarios que predominan a ambos lados del Atlántico, es importante señalar que la agricultura familiar, los trabajadores del campo y el medio ambiente de Mercosur también se verán afectados y perjudicados, en la misma línea que los agricultores europeos profesionales y familiares.

    Dos reflexiones finales:

    – La liberalización comercial, sin un fundamento de avance claro y comprometido hacia marcos legislativos comunes y normas compartidas, sólo favorece la integración empresarial y no prioriza la integración regional.

    – Una perspectiva de largo plazo y amplia para el sector agrícola y ganadero es, precisamente, lo que permite aseverar que los grandes perdedores de este tipo de acuerdos son los agricultores y agricultoras de ambos lados del Atlántico, que se convierten en moneda de cambio, y no las grandes corporaciones.

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