La tomatera de Pili. Por Eduardo Moyano

La tomatera de “La acequia” | Microrrelato

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A Edu y Alba

Pili se llama, y lo pregona a los cuatro vientos con una satisfacción indisimulada. Hasta se ha sacado el DNI para que nadie le usurpe el nombre en estos tiempos en que todo se falsea si una se descuida, piensa Pili mientras se mueve con la brisa del viento de la tarde. Grabado con letras tan redondeadas que hasta las íes parecen olas, luce su nombre la tomatera en este día de septiembre en la huerta de La Acequia. De sus tiernas ramas, cuelgan pequeños frutos aún verdes cual si fueran zarcillos brillantes. Muy pronto, gracias al humus de la tierra, al agua del riego y a los rayos del sol, tomarán ese color rojo intenso tan característico de los tomates quedando preñados de un jugo tonificante y de una pulpa carnosa y nutritiva. Apadrinar una tomatera, una cepa de vid o un olivo, son iniciativas en las que se une lo emocional y el compromiso por una forma diferente de hacer agricultura, de producir alimentos. No es sólo contribuir con una modesta ayuda económica al desarrollo de proyectos basados en los principios de la agroecología, sino algo más. Es hacerte partícipe de ellos, ser parte de la iniciativa, integrarte en ella, darle lo que más te identifica, tu nombre. Es una forma de acercarte a la naturaleza de la que estamos demasiado alejados, echar de nuevo raíces en la tierra que nos nutre y alimenta. Cuando paseemos alguna mañana por La Acequia, la veremos crecer y diremos con orgullo “es Pili, nuestra tomatera”.

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