Yo soy un convencido de que la digitalización es una palanca de cambio poderosa, pero de ahí a descansar en ella la solución de todos los problemas que sufren los agricultores y ganaderos hay un trecho.
Por ejemplo, si hablamos de fertilización, la aplicación variable de fertilizantes en función de un mapa de prescripción que tenga en cuenta la capacidad productiva de cada parte del campo es, sin duda, un gran avance que va a permitir que las explotaciones sean más resilientes, que ajustemos los insumos a las potencialidades del campo. Seremos más eficientes y más sostenibles.
En ese proceso, si en lugar de introducir a la tablet 300 kg/ha del NAC27 le ponemos 450 estaremos ante una aplicación variable que tiene en cuenta los diferentes potenciales productivos, pero en un caso o en el otro nos estaremos equivocando y seguramente tirando por la borda los potenciales ahorros y la optimización de insumos que produce la aplicación variable de fertilizantes.
Con esto lo que quiero decir es que los unos y los ceros, la digitalización, sin la agronomía no sirve para nada, o para poco. En el ejemplo que he puesto debemos tener en cuenta el cultivo que queremos abonar, la previsión de cosecha, el tipo de suelo con su analítica de suelos, el cultivo precedente, el número de aplicaciones, el tipo de fertilizantes… todo esto nos dará unas necesidades que sí, a partir de los mapas de rendimientos y de la digitalización conseguiremos que sea más óptima y que nuestra explotación avance en resiliencia. Pero, insisto: ¿de qué me sirve tener una abonadora de dosis variable, un mapa de rendimientos, si le introduzco una dosis media de 450 kg/ha cuando tenía que aplicar 350 en función de los parámetros agronómicos que he definido anteriormente?
Por tanto, ahí va mi primera afirmación: digitalización sí, pero de la mano de la agronomía y del conocimiento.
Acceso a la tecnología
La segunda reflexión va en el sentido de que esta poderosa herramienta puede ampliar la brecha entre explotaciones de un mismo sector. Yo trabajo en la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos y me preocupa mucho que las soluciones digitales supongan un desembolso tal que haga que unas explotaciones puedan acceder a ella y otras no.
Debemos trabajar por universalizar esta poderosa solución, socializar su uso. Iniciativas como las ayudas de la agricultura 4.0 o el Kit Digital son muy bienvenidas en la medida en que ayudan a todo tipo de explotaciones a dar el salto al mundo digital. Pero cuando se avance en soluciones más complejas en el entorno de la inteligencia artificial o la robótica me temo que no todas las explotaciones podrán llegar ahí. Pensar que un robot que diferencie entre plantas y pueda escardar mecánicamente la remolacha o que diferencie entre tipos de fruto y permita una recolección diferenciada de la fruta pueda ser adquirido por una explotación familiar es mucho pensar. Y ahí se puede abrir brechas definitivas de competitividad. Por lo que en paralelo al desarrollo tecnológico abogo por un desarrollo “sociológico” que permita articular sistemas de gestión de muchas explotaciones familiares para poder proveerse de esa solución digital una vez alcanzado el umbral mínimo de dimensión para su adquisición.
Quién usa la tecnología
La tercera reflexión en el sentido de conocer bien a la población a la que potencialmente va dirigida la digitalización: los hombres y mujeres del campo tienen una edad media realmente elevada que objetivamente es una dificultad para acceder a este mundo. No somos nativos digitales y tenemos muchas dificultadas y más prevenciones a la hora de confiar nuestra explotación a este tipo de tecnologías. El ejemplo paradigmático lo tenemos con el cuaderno de campo digital. ¿Cuántos agricultores de los que se suben todos los días a su tractor o cuántos ganaderos que atienden diariamente a su ganado son capaces de abrir un cuaderno, meter datos y validarlo antes de subirlo al SIEX? Esta realidad, las Administraciones y las empresas que provean de soluciones digitales las deben tener muy presentes. Abogo por hacer los esfuerzos necesarios para definir interfaces amigables y sencillas, por acercar la solución al agricultor en lugar de tener que formar al agricultor en la solución.
Otro elemento que me parece importante poner encima de la mesa en este momento donde hay una explosión de empresas y de soluciones digitales es defender la interoperabilidad entre las diferentes soluciones. Eso pasa por definir protocolos de comunicación estándares, por abrir las API y por concienciarnos todos de que este reto solo lo afrontaremos con éxito si esta cuestión está resuelta.
¿Qué pasa si me compro una abonadora de dosis variable que no se entiende con el tractor, o que la aplicación que propone los mapas de aplicación da problemas con el software de la abonadora, o que el registro de dicha aplicación no se puede volcar al cuaderno de campo? Simplemente estoy identificando puntos críticos donde debe haber protocolos y criterios aceptados por todos los agentes para que el agricultor no tenga que ser un experto informático para solucionar los problemas, si es que puede…
La digitalización de la agricultura
Las nuevas tecnologías digitales han articulado el progreso tecnológico en las últimas décadas, constituyendo un sistema sobre el que se apoyan prácticamente todas las innovaciones actuales. Todo ello está repercutiendo de forma evidente en el conjunto de la sociedad y determinando el futuro de la economía, ya que la transformación digital ofrece un gran potencial de mejora, pero también existe el riesgo de quedar rezagados a merced de competidores que consolidarían una posición dominante.
Al igual que sucede en otros sectores económicos, la agricultura está entrando en una era de transformación digital, con procesos cada vez más automatizados, conectados e integrados y donde se generan grandes volúmenes de datos durante las diversas etapas de la producción agrícola y operaciones relacionadas, tanto aguas arriba como aguas abajo. Esta información se recopila, transfiere, procesa y analiza. En este proceso, es el agricultor quién se encuentra en el corazón de la recolección, procesamiento y gestión de datos agrícolas.
Para que las estrategias basadas en los datos agreguen valor a la cadena agroalimentaria, es clave el desarrollo de modelos colaborativos, tanto dentro del propio sector agrario como con otros eslabones de la cadena agroalimentaria. Estos modelos colaborativos también nos servirán para facilitar servicios colectivos.
Agricultura basada en datos
Los datos se han convertido en un activo valioso y muchos expertos consideran que el Big Data es el próximo gran impulsor de ganancias de productividad en la agricultura, a la vez que identifican otras tecnologías habilitadoras en el proceso de transformación digital como el Internet de las Cosas (IoT), la Cadena de Bloques (Blockchain) o la Inteligencia Artificial (IA). Sin embargo, este proceso de transformación digital no debe reducirse a “poner la información en manos expertas”, sino que se trata de mejorar el conocimiento con la participación plena de los agricultores (productores de datos) y generar valor en la cadena agroalimentaria.
La agricultura digital representa una ocasión sin precedentes para crear valor mediante la aplicación de soluciones basadas en datos:
- Para mejorar la eficiencia de los recursos, la productividad, los procesos ambientales, la salud y el bienestar de los animales y proporcionar herramientas para mitigar el cambio climático.
- Para adaptar las estrategias comerciales, responder a la dinámica de los mercados y las expectativas del consumidor.
- Para disminuir los costes administrativos y burocráticos.
- Para proporcionar condiciones de vida mejores y más prósperas para las comunidades rurales.
- Para incentivar la incorporación de agricultores jóvenes y el relevo generacional.
Aunque desde un punto de vista estratégico el diseño y gobernanza de un ecosistema de datos que permita colaborar a todos los actores es el principal déficit que tenemos en este momento. En este sentido se considera vital el desarrollo de un ecosistema de datos a través de sistemas abiertos e interoperables, capaz de amparar las diferentes innovaciones e integrar ecosistemas propietarios.
Adicionalmente, queremos resaltar el papel de la Administración Pública, tanto en lo relativo a su papel como productora de datos y la importancia de que estos datos puedan usarse para generar valor en la cadena agroalimentaria, como en relación a las consecuencias legales y de otro tipo que implica la cesión de datos a la Administración por parte de agricultores y empresas.
Esto me lleva a hacer una reflexión respecto al cuaderno de campo digital. En mi opinión no se ha enfocado bien la herramienta. La idea que ha llegado al sector es que es una aplicación para controlar al sector, para saber lo que hacen, para penalizar si se hace algo mal y para obtener indicadores que trasladar a Bruselas en el marco de esta nueva PAC basada en resultados. Y sin embargo, no se ha trasladado y seguramente no se está trabajando lo suficiente para que esos datos subidos al cuaderno sean tenidos en cuenta para la gestión de la explotación.
Estoy convencido de que el cuaderno podría ser una herramienta de gestión y de optimización de las explotaciones si diera datos a los agricultores del estilo de rentabilidad media, rentabilidad por parcela, rentabilidad comparada con explotaciones similares: uso comparado de fitosanitarios, de fertilizantes, de semilla… A mí, como agricultor, me es muy útil saber si echo más o menos abono por hectárea que explotaciones similares a la mía, si uso más o menos fitos, si mis rendimientos están alineados… Hay un potencial grandísimo en los cuadernos si las cosas se hacen de otra forma.
Javier Alejandre es agricultor de Soria, ingeniero agrónomo y técnico de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA).