Por qué son buenas las marchas nocturnas
Decía en el artículo anterior que, entre otros movimientos por el campo, recomendaba las caminatas nocturnas.
Tengo un amigo, Antonio M. Yagüe, natural de Labros (Guadalajara) que de eso de andar por la noche, aprovechando la luna llena sabe bastante. Aunque ahora no recuerdo por qué dejó de ser la cabeza visible de unas caminatas fabulosas de entre 25 y 30 kilómetros, obviamente no para novatos, sí que escogía unos itinerarios realmente bonitos al que se apuntaba, aquel que en lugar de dormir prefería disfrutar de una noche rasa y luminosa que no hacía falta ni tan siquiera linternas.
No sé por qué nunca participé en ninguno de estos recorridos tan largos, excepto en uno a medias como ayuda a los caminantes cuando estaban cerca de su destino final. Algo así como el coche escoba de una vuelta ciclista.
La ruta tenía miga. Partía de Fuentelsaz del Campo (Guadalajara), no confundir con Fuente el Saz de Jarama (Madrid) hasta llegar a Hombrados. Pero además de pasar por unos paisajes realmente bonitos, uno de los atractivos principales era la parada en el Castillo de Zafra, que hace poco tiempo se ha hecho famoso por rodar allí un capítulo de Juego de Tronos.
Por otra parte, yo me había encargado por medio de un amigo de conseguir las llaves del castillo para que los excursionistas retrocedieran unos años en la historia e iluminaran su imaginación desde las almenas de la fortaleza. Lo peor fue que muchos de los andarines venían tan cansados que no tenían ni fuerzas para subir por las escaleras al castillo, aunque el hecho de tumbarse o sentarse a la sombra de un pedrusco o matojo y gozar de este enclave situado en la Sierra de Caldereros merecía la pena.
Aquella caminata tuvo algo de épica, porque al tiempo que los marchadores “conquistaban” el castillo, el sol caía implacable sobre el camino que al pie de la fortificación rompía una enorme vega hasta el pueblo. Así que los menos fuertes o quizás los peor preparados iban subiendo a la bañera del “pick up” desde unos metros más allá de la fortaleza hasta Hombrados, donde eran recibidos con refrescos y bocatas en una especie de bar.
Recuerdo haber recogido a dos chavales que calzaban unas botas enormes y pesadas, de esas de alta montaña en época invernal, y llevaban los pies cocidos y llenos de ampollas ¿a quién se le ocurre? Molidos, no perdieron el ánimo, asegurando que volverían al año siguiente.
Quién fue también la incauta y atrevida mujer al beberse un buen vaso de sangría, una combinación entre alcohol y sofoco que estuvo a punto de darle una lipotimia.
Frescor de madrugada
Aquellas excursiones sobre el 2005, pocos años antes, pocos después, llegaron a adquirir prestigio por la zona de la comarca de Molina de Aragón y alrededores. Yagüe no dejaba nada a la improvisación. Un mes antes de la ruta elegida pegaba unos carteles preciosos por los establecimientos más frecuentados de los pueblos, diseñados por su cuñado, Fernando Granell ,pintor vasco afincado en Bilbao y veraneante en la localidad de Labros, enamorado del paisaje castellano.
En la ruta detallada lo primero que estaba presente era el agua, bien si había que llevarla en abundancia, bien si en el recorrido se pasaba por nacederos fresquitos y reconfortantes. Y lo de la manduca quedaba al estómago de cada uno de los aguerridos marchadores nocturnos.
Además del reto en sí mismo de realizar una marcha de más de 20 kilómetros, lo que de verdad llega a descubrirse es la magia con la que te envuelve la noche. El sonido de las pisadas y de las puntas de los bastones sobre las piedras sueltas de los senderos; las voces desconocidas de la fauna de la zona; el cambio de paisaje que va desde algunas llanuras conquistadas por los pastos a repechos cubiertos de densa vegetación, pasando por suaves lomas, e incluso abrigarse del viento arropados por algún cañón.
Sin embargo, lo que de verdad reconforta es ese frescor de madrugada que te entra por los poros de la piel, en especial los de la cara, y que te gustaría que nunca se terminara. O ese rocío de la mañana que empapa también la frescura el ambiente. Estas marchas tan largas son un reto, pero también es cierto que tampoco es necesario andar 30 kilómetros para disfrutar de la noche, puedo asegurarlo tras realizar infinidad de ellas. Más cortas, pero no por ello menos interesantes.
Por qué son necesarias las marchas nocturnas
Porque:
- Se hace ejercicio físico.
- Descubres la serenidad de la noche.
- Oyes por primera vez sonidos de aves y mamíferos.
- Conoces a nuevas personas de todas las edades.
- Caminas sin dar voces.
- Cruzas paisajes increíbles y distintos.
- Ves de verdad el brillo la estrellas al no haber contaminación lumínica.
- Lo bueno que sabe el bocata a medio camino y lo bien que sienta.
- La paz que brota de todas las partes.
- Se despeja la mente de los demonios de cada uno.
- Es el mejor sustituto del botellón.
¿Qué llevar en una marcha nocturna?
- Ropa ligera sin olvidar alguna prenda de abrigo para la madrugada.
- Calzado cómodo. Mejor botas que sujetan más los tobillos.
- Agua abundante si no se va a pasar por manantiales.
- Mejor unos bocatas que las barritas energéticas, que no dudo de su valor nutritivo de estas últimas, pero que no saben igual y menos en el campo.
- Una pequeña linterna por si se nubla la noche.
- Un chubasquero ligero por si descarga la clásica tormenta de verano
- Mucho ánimo por descubrir lo desconocido.