La modernización como lecho de Procusto

El autor realiza un ajustado paralelismo entre el reto de la modernización de la agricultura y el mito griego del lecho de Procusto.
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En la mitología griega Procusto era un posadero del Ática que invitaba a los viajeros que paraban en su posada a acostarse en una cama de hierro. Cuando éstos dormían, los ataba a las cuatro esquinas de la cama y los amordazaba. Si la víctima era más larga que la cama, les cortaba todo lo que sobresalía, la cabeza o las piernas. Y si era más corto, lo estiraba hasta descoyuntarlo para ajustarlo a la longitud de la cama. Dicen que nadie coincidía con la longitud de la cama porque esta era ajustada previamente para que no coincidiera con la longitud de la víctima. Otros dicen que tenía dos camas, una extremadamente larga y otra extremadamente corta. Procusto murió a manos de Teseo, que, con engaños, le ató a la cama y le cortó a hachazos la cabeza y los pies. Este mito se ha utilizado muchas veces como una alegoría filosófica de quienes pretenden acomodar la realidad a los propios intereses o a la propia visión de las cosas.

Esta manera de forzar (imaginariamente) la realidad de las cosas no es privativa de los sujetos individuales. También puede serlo de los sujetos colectivos y de los sistemas de conocimiento y siempre de los sistemas ideológicos.

La modernización, como ideología (impuesta) del sentido único del proceso histórico contemporáneo se puede entender como un proceso permanente de ajuste (que no adaptativo) de individuos o grupos sociales a unas determinadas condiciones técnicas, económicas y organizativas concretas, producto del desarrollo del capitalismo. Estas condiciones se imponen a la ciudadanía que se ve obligada a ajustarse a ese lecho procustiano, el cual se va modificando continuamente, como una rueda imparable, pero que siempre excede o queda corto respecto a las condiciones reales de la gente. Un ajuste traumático porque todo lo que no encaja en el modelo (el lecho procustiano) es mutilado, como material sobrante (los excluidos del proceso modernizador) o es tensionado hasta el límite para ajustarse al modelo, a costa de deformar o perder su propia identidad o naturaleza. Agrava el dramatismo del proceso el hecho de que el ajuste nunca es definitivo, cuando los que han logrado acomodarse a tiempo y comprueban que se han integrado exitosamente, la felicidad les dura poco porque inmediatamente constatarán estupefactos que el lecho ha cambiado su tamaño.

En el caso de la modernización agraria la metáfora es particularmente adecuada. Los agricultores se acuestan una noche en ese lecho de Procusto que es el modelo vigente de modernización y se despiertan con que, o les han mutilado la cabeza o los pies o, por el contrario, les han descoyuntado para ajustar su cuerpo a las medidas del maldito lecho. La mayoría sucumbe y se los traga la historia, para vagar en el río del olvido. Los sobrevivientes que apenas han superado la prueba se dan cuenta que los voceros de la modernización les ofrecen otros lechos más atractivos y duraderos. Un falso ofrecimiento, pues se trata de una imposición.

No hay remedio, de nuevo hay que tumbarse en la cama modernizadora y comprobar quién se ajusta o quién sucumbe por encogimiento o por estiramiento. Pues la muerte llega de las dos formas: los que sucumben porque no llegan (la mayoría) o los que sucumben por que se pasan, creyendo momentánea e ingenuamente que lo habían logrado. Y cada vez son menos los que pasan el filtro. Ellos no controlan el diseño del lecho procustiano: la definición y construcción del modelo modernizador. Sólo pueden aceptarlo o rechazarlo, lo que significa una muerte anunciada inminente o aplazada.

El problema añadido es que desde hace poco tiempo los fabricantes de los lechos modernizadores andan algo embarullados. No se ponen de acuerdo en las características que debe tener el nuevo -y provisional- lecho/modelo. Así que los agricultores, perplejos y desconcertados no saben a qué carta quedarse, si encoger, si estirarse, o construirse su propio lecho/modelo. Pero para ello tienen una dificultad: tampoco se ponen de acuerdo.


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2 comments

  1.  

  2. Cristóbal Gómez Benito 17 noviembre, 2022 at 12:15

    Gracias, Eduardo. Me ha faltado rematar el texto con lo siguiente: Si el héroe Teseo acabó con tan perverso personaje, podemos preguntarnos: ¿habrá algún Teseo (colectivo, por supuesto) capaz de acabar con el lecho caprichoso de la modernización impuesta y descarnada? De momento ni se le ve ni se le espera.

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