Aerogeneradores y vacas pastando en la provincia de Soria. Foto: Joaquín Terán.

La hora del viento

Los proyectos para llenar la España rural de aerogeneradores se multiplican. La energía eólica tiene grandes ventajas, pero también un impacto ambiental que los promotores tratan de sortear.
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Según la Odisea, Eolo era el dios de los vientos y vivía en una pequeña isla que podía moverse libremente por el mar. Zeus le había dado el poder de controlar los vientos y los gobernaba con un dominio absoluto, aplacándolos o liberándolos a su capricho.

Capricho o no de los dioses, el caso es que viento se ha convertido en el siglo XXI en una de las fuentes de suministro de energía más encantadoras, fascinantes y prometedoras del paisaje energético.

Un dato importante y revelador: tenemos en España una capacidad hidroeléctrica con capacidad para duplicar el total de demanda máxima. Pero no llueve. La producción de la energía hidroeléctrica en España en la última década representa alrededor de un 15% generado. El pasado año 2022 no superó el 7%. La cosa no pinta bien para este modelo de generación. Algo hay que cambiar.

Una de las opciones ha sido producir energía quemando gas. Su práctica ha sido creciente los últimos años y por un lado ha paliado el fuerte descenso de la hidráulica y por otro ha permitido a las energéticas rentabilizar las centrales de ciclo combinado produciendo más caro. Pero tampoco pinta muy bien el futuro para este modelo. La guerra ha trastornado los precios del gas y hay urgencia por encontrar una salida. Hay prisa. Y las prisas no son buenas.

De repente nos hemos encontrado, después de años de remoloneo, que ya sí. Que ya hay voluntad de cambio y además prisa por ejecutar ese cambio. Los poderes políticos…y económicos, reconocen que es prioritario y urgente la transición hacia un modelo que nos aleje de los combustibles fósiles. Y huele a que hay dinero público detrás.

Y aquí es donde encaja la actual fiebre de parques eólicos. Ha pasado de cubrir el 8% de la demanda eléctrica en 2005 al 24% en 2021. Los precios de producción cada año son más baratos, y cansa escuchar ya cuantos millones de toneladas de CO2 se han dejado de emitir a la atmósfera. Eso suena bien. Y además hay que coger velocidad de crucero porque los objetivos de España para el año 2030 marcan que el 42% de la energía final consumida proceda de energías limpias, fundamentalmente solar y eólica.

Las peticiones de creación de parques eólicos se atropellan y sobrepasan en mucho las necesidades actuales provocando un enorme atasco en las administraciones, tanto autonómica como central. Y teniendo en cuenta que los proyectos deben contar, como condiciones indispensables, con permisos de acceso y conexión a la red eléctrica para volcar su producción y la declaración de impacto ambiental (DIA), los tiempos de los trámites se dilatan y tensionan a las empresas promotoras.

Para agilizar el tema, parece que el Gobierno está estudiando levantar la obligación de elaborar estudios de impacto ambiental a todos los proyectos de energía eólica y fotovoltaica que no vayan a implantarse en el mar, dentro de la Red Natura o en zonas consideradas Patrimonio Nacional y de la Biodiversidad.

Es decir, será posible aprobar proyectos solo con un documento sobre afectaciones ambientales elaborado por el promotor. Esto ya era así desde marzo, pero solo para las instalaciones más pequeñas, de hasta 75 MW de potencia instalada eólica, con el fin de acelerar los permisos de implantación. La diferencia ahora es que ya no se detalla el tamaño de las instalaciones que fuera de las zonas protegidas podrán beneficiarse de un trámite de autorización exprés, con silencio administrativo y que recorta a la mitad el proceso de información a la Administración correspondiente y de información pública. Estarán contentos los promotores implicados.

No todo el monte es orégano

Pero hay otros implicados que, ninguneados y avasallados hasta hace bien poco por las empresas energéticas, aparecen ahora visibilizados cuando son acusados por éstas de obstaculizar la transición energética. A medida que se conocen mejor los proyectos, este mundo, cada vez más documentado, cuantifica el impacto ambiental y la cantidad de costes sumergidos, tanto económicos como ecológicos, que tienen las instalaciones proyectadas y por supuesto el retorno económico al medio. El mundo rural no es insolidario y también necesita de esa energía, pero exige respeto, rigor y que los proyectos se realicen en base a consensos sociales y equilibrio entre promotores y poblaciones.

Para crear y diseñar un proyecto de parque eólico lo más importante es identificar zonas con el suficiente viento (más o menos constante), la orografía del terreno, los precios del mismo (ojo) y si las zonas tienen protección o son espacios naturales. Y para aprobarlo es necesario también, además de cumplir la reglamentación, que las administraciones identifiquen la voracidad de los promotores y sus malas prácticas.

Información oculta o camuflada, presiones a propietarios de los terrenos y otras lindezas administrativas que a menudo dejan escaso margen de maniobra al vecindario que intenta defenderse. Por otro lado, nos podemos encontrar con proyectos que podrían superan los trámites administrativos, pero en la letra pequeña aparecen 150 kilómetros de tendidos eléctricos para transportar esa energía renovable desde Zaragoza a Barcelona, cruzando media Cataluña.

La fiebre de los parques eólicos afecta tanto a la población rural como a promotores y administración. Hacer las cosas bien suele costar siempre un poco más que hacerlas mal. El sentido común debe considerarse un parámetro elemental en la resolución de la ecuación… y las urgencias no suelen ser buenas para bajar la calentura. La línea sobre la que dicen se ha de trabajar es la de “solo dar el visto bueno a los parques que cumplan con todas las garantías desde todos los puntos de vista”. ¿Incluidos los de la población rural?

Desde algunas organizaciones profesionales agrarias se defiende la construcción de las plantas eólicas y se las considera beneficiosas para el medio rural ya que las construcciones repercuten en la limpieza de montes, propicia la existencia de más pasto y alimento para el ganado y facilita el acceso de la maquinaria agrícola y del ganado a zonas hasta ahora inaccesibles a través de la construcción de pistas y pasos.

Pero entonces, si los que viven del medio rural de verdad, los profesionales que trabajan la tierra y crían el ganado están a favor de la implantación de esta tecnología, ¿Quiénes son los que levantan la voz?

Si quienes más interés tienen en que los pueblos sigan vivos, fijar población y mejorar la economía rural apuestan por estos proyectos, ¿Qué defienden los colectivos que protestan?

Debajo de la resistencia a este cambio, en muchos casos subyace una idea bucólica del mundo rural obviando la dureza y el contexto del medio. La realidad rural es muy diversa y tan importante es la preservación del patrimonio ambiental como el buen funcionamiento de la cadena alimentaria. ¿O nos hemos olvidado ya de la pandemia?

Parcelación y propósito

El procedimiento actual contempla que la competencia para proyectos de menos de 50MW recaiga sobre las Comunidades Autónomas y aquellos que superan dicha potencia o se extienda por más de una Comunidad Autónoma, sean examinados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO).

Hecha la ley, hecha la trampa. Es decir, una vez aparece una ley o regulación, inmediatamente después aparece un procedimiento para esquivarla sin ser castigados. Son numerosos los grandes proyectos que han intentado “sortear” el impacto medioambiental real fragmentando el mismo en plantas más pequeñas.

Si bien conseguir el objetivo 2030 es inexcusable para el MITECO, los procedimientos administrativos de tramitación no se van a relajar ni a modificar y aseguran que “el volumen de los proyectos eléctricos que solicitan permiso para ejecutarse es muy superior a los que se culminan y se construyen”, aunque también confirman que “es imposible llevar a cabo una contabilización de cuántos proyectos de energías renovables se están aprobando”.

¿Indigestión de renovables a la vista?

Las decisiones tomadas hasta ahora parece que van por el buen camino. Transformar nuestras economías, el medio ambiente y nuestras sociedades buscando el bien común y el desarrollo sostenible. El tope al gas como medida de Estado ha sido éxito rotundo para los consumidores al conseguir reducir el precio final de la factura de la luz. Eso sí que ha sido un bien común. Confiemos pues.

Inquietud e interés

No sé si forma parte de alguna maniobra de las manos oscuras que dominan el mundo o de Teresa Ribera (a la que venero). El caso es que todos los días entro, al menos un par de veces, en la app de Red Eléctrica de España a ver cómo va el día.

No está nada mal, casi el 32% de la energía que estamos utilizando proviene de la eólica.

App de Red Eléctrica de España que ofrece un seguimiento en tiempo real de la demanda de energía eléctrica.
App de Red Eléctrica de España que ofrece un seguimiento en tiempo real de la demanda de energía eléctrica.

Han conseguido que me preocupe por si no hace sol o viento y me sienta a menudo culpable por encender mucho rato la calefacción. Preocupación y ansiedad. Y eso que aún no he visto ‘As bestas’.

Y a mí que esto de las eólicas me recuerda la dinamo de mi bicicleta…¡Qué mundo más complicado!

Foto destacada: Aerogeneradores y vacas pastando en la provincia de Soria. Foto: Joaquín Terán.

Manuel Oñoro es Ingeniero de Telecomunicaciones y experto en innovación tecnológica y relaciones internacionales.

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