La despoblación: reto demográfico y reto nacional
En los últimos años está surgiendo todo un elenco de estrategias, planes e iniciativas contra la despoblación rural. Pero, ¿hasta qué punto la acción pública puede contribuir significativamente a frenar, e incluso revertir, las enormes pérdidas de población en las áreas rurales desfavorecidas? Hay que empezar dejando claro que la despoblación es un fenómeno con una doble dimensión, demográfica y territorial.
En la primera dimensión intervienen el crecimiento vegetativo y los flujos migratorios; la segunda hace referencia, en gran parte, a la distribución de la población (sistema de asentamientos). El margen de maniobra es muy limitado en todos ellos. Sería, además, reduccionista y erróneo hablar de despoblación rural sin situar tener en cuenta que el problema demográfico de las áreas rurales es, primero y principalmente, un problema de todo el país (y de otros muchos países de nuestro entorno).
El drama demográfico que sufre España
Aquí se presentan algunos datos y reflexiones sobre el crecimiento vegetativo (diferencia entre nacimientos y defunciones). Esta es la base del drama demográfico del país, que ha pasado de saldos positivos muy elevados en los 80, a crecimiento negativo prácticamente 40 años después. Las alarmas saltaron ya con los primeros saldos negativos en 2015, y siguen aumentando. Algunos titulares de prensa, como “España se muere”, reflejan este drama demográfico, presente pero no exclusivo de las áreas rurales desfavorecidas. Lo peor es, no obstante, que esta situación va a continuar empeorando durante al menos los próximos 15 años, según las proyecciones.
Esos saldos vegetativos negativos tienden a ser mucho más intensos en provincias con áreas rurales desfavorecidas (Figura 1). Sin embargo, también son negativos en provincias con un rural intermedio, e incluso otras muy urbanizadas y tradicionalmente dinámicas (como Zaragoza, Valencia o Barcelona).
La mortalidad está aumentando durante los últimos años, como consecuencia del envejecimiento demográfico (en 2017 se alcanza la mayor tasa bruta desde 1941), y continuará siendo elevada mientras estén vivas las generaciones del baby boom de los nacidos en los años sesenta y setenta. Pese al aumento de la esperanza de vida, no se esperan grandes avances (España es ya el tercer país con mayor esperanza de vida, por detrás de Japón y Suiza). Factores como la universalización de la sanidad explican que no haya diferencias significativas en la esperanza de vida en función del grado de ruralidad (provincias con una fuerte componente rural, como Burgos, Salamanca y Soria, entre otras, presentan una esperanza de vida media muy elevada).
Por otro lado, en 2018 se registró la tasa de natalidad más baja de las últimas décadas. La fecundidad (número de hijos por mujer) refleja muy bien el drama demográfico en España. Desde 1981 estamos por debado de la tasa de reemplazo generacional (que es de 2,1); se pasó de 2,21 en 1980, a 1,21 en el año 2000, y a 1,25 en 2018 (lo que nos sitúa entre los países con tasa más baja de la UE, que ya es de 1,6). Hay diferencias significativas entre provincias (Figura 2), pero la ruralidad no parece ser un factor explicativo fundamental.
Estamos por tanto ante el círculo vicioso del declive demográfico: la combinación del creciente envejecimiento y la reducción en el número de hijos tienen como resultado una menor natalidad; esta a su vez, combinada con ese envejecimiento (pese a la mayor esperanza de vida), explica que los saldos vegetativos sean cada vez más negativos. Es decir que, en ausencia de flujos migratorios (o de un crecimiento muy rápido de la fecundidad, algo impensable en el medio plazo), España estaría abocada a reducción drástica y dramática de su tamaño demográfico.
En las áreas rurales, el problema demográfico es mayor
En este contexto, en las áreas rurales desfavorecidas el problema demográfico se agudiza, debido a que la proporción de población en edad de procrear es comparativamente menor (y mayor el envejecimiento), con lo que, de mantenerse las mismas pautas respecto de la fecundidad y en ausencia de flujos migratorios, la tendencia inexorable sería, efectivamente, la creciente disminución de la población que reside en tales áreas. Esta situación, ya de por sí grave, obviamente se agravará si los flujos de salida de jóvenes no se compensan con inmigración.
De cara al discurso de la despoblación y, sobre todo, de las políticas orientadas a combatir la despoblación en las áreas rurales, es especialmente importante tener en cuenta que cuando se habla de reto demográfico, o de frenar la despoblación en áreas rurales, no debe olvidarse que estamos ante un fenómeno de naturaleza, en gran parte, demográfica, que afecta al conjunto del país.
Estos son procesos también presentes en países de nuestro entorno. No parece que medidas específicas para las áreas rurales puedan, por sí solas, obtener un impacto significativo a gran escala, si estas no se sitúan en el contexto de medidas, programas o políticas que afronten el problema también desde la escala nacional. Es decir, el reto demográfico en las áreas rurales desfavorecidas no podrá resolverse satisfactoriamente sin abordar de forma clara y decidida el reto demográfico del conjunto del país.
Para ello, este reto demográfico ha de entenderse en perspectiva de largo plazo, y seguramente deberá apoyarse, al menos en lo que respecta a las zonas rurales, en dos variables, las migraciones y, posiblemente, la distribución territorial de la población, es decir, el sistema de asentamientos.
Excelente artículo sobre la despoblación rural con el que se estrena el profesor Esparcia en El Diario Rural. Comparto su punto de vista y le animo a que sigamos debatiendo con realismo este complejo asunto.
Gracias por el artículo… sin duda al margen de la cuestión demográfica cuyo tratamiento requiere medidas sociales y problablemente a escala europea, en la dimensión territorial habría que hacer un esfuerzo real por favorecer el asentamiento y oportunidades para nuevos pobladores que apuesten por reubicarse en su actividad y residencia. Dotar de recursos,… con agua y fibra (óptica) seguro que es posible regenerar el territorio, si además se le abona con medidas como incentivos fiscales y la mediación de los ayuntamientos para ofrecer el acceso a la tierra y las viviendas es muy probable que hablaríamos de otras dinámicas en muchos territorios. En eso estamos apostando desde la Red Terrae de municipios agroecológicos.