Guerras, agronegocios y olivares
Si usted lleva casi un par de años pagando mucho más por alimentos básicos, es porque “la invasión rusa de Ucrania, también denominada guerra de Ucrania (…) ha puesto en peligro la disponibilidad de alimentos a nivel mundial”, leo en Wikipedia. Lo del granero del mundo y todo eso que cuentan para justificar el envío de armas y otras ayudas.
Recoge el diario Agrodigital (22/11/2023) la lista de los diez mayores propietarios de tierras de Ucrania, publicada por Karol Olszanowski, abogado y economista vinculado al sector agrario.
Esta es la lista con sus propiedades: Kernel, registrada en Luxemburgo, del oligarca A. Verevski y de algunos bancos de EEUU y de Europa, 360.000 hectáreas (la superficie de La Rioja es de 500.000 hectáreas) ; UkrlandFarming, de Chipre, del oligarca O. Bakhmatyuk, 460.000 hectáreas; MHP, Chipre, del oligarca Y. Kosiuk, 340.000 hectáreas; TNA Corporate, Estados Unidos (EEUU), 200.000 hectáreas; NCH Capital, EEUU, 200.000 hectáreas; PIF, Arabia Saudita, propiedad de la familia real, 200.000 hectáreas; Industrial Milk Company, Luxemburgo, 120.000 hectáreas… las de menos de 100.000 hectáreas no se las nombro.
En resumen: a estas diez empresas, que tienen 2,81 millones de hectáreas y solo una es de capital ucraniano, son a las que están ayudando a “salvar sus muebles” o sus inmuebles, al tiempo que suben los tipos de interés y dicen querer controlar la inflación, para que ni usted ni yo pasemos hambre en este nuestro mundo confortable.
Leí la semana pasada que soldados israelíes habían quemado unos 47.000 olivos en Cisjordania. De cada uno de ellos se cogían unos 9 kilos de olivas o dos litros de aceite, necesarios como alimento del alma y del cuerpo (me he cambiado de guerra). Donde no hay nada, un par de litros de aceite puede serlo todo, hasta la vida.
Un estudio publicado en The Yale Review of International Studies en marzo de 2023 señala que las autoridades de Israel han arrancado ilegalmente más de 800.000 olivos palestinos desde 1967. Con ello se ataca no solo la despensa de un pueblo, también su cultura.
Escribo sobre olivos arrancados, quemados, bombardeados… porque si pienso en niños, ni escribir puedo.
En la aldea palestina de Al-Walaja, al sur de Jerusalén, se encuentra (si no lo han bombardeado esta noche) el olivo más antiguo del mundo, cinco mil quinientos años según UNESCO.
Varias organizaciones internacionales de voluntarios organizan plantaciones de olivos en Gaza y Cisjordania para compensar los daños de esta guerra que poco parecen preocupar (los olivos heridos) a las fuerzas que dirigen el mundo.
Ya sabe usted que la ONU y sus agencias, ante su incapacidad para resolver cualquier problema, se ha especializado en dedicar días del año a celebrar asuntos diversos. Por ejemplo, el día 26 de noviembre, es el Día Mundial del Olivo, así lo escriben, con mayúsculas.
Sin ánimo de grandezas ni pretensiones desorbitadas, (porque las diferencias en números son tan evidentes que huelga cualquier intento de demagogia por parte mía), me pregunto si no podrían, quienes llevan años interviniendo en Ucrania para evitarnos daños mayores que la subida del precio de los cereales y de las hipotecas, hacer también aquí alguna gestión, y, aprovechando la escalada (nunca mejor dicho) del precio del aceite, tener algún gesto con los palestinos y sus olivos.
Un gesto pequeño, por supuesto, que ya sé que no se puede comparar esos 47.000 olivos familiares, quemados estos días, tan solo unas mil fanegas, con esos catorce millones de fanegas en Ucrania que son, mayormente, de bancos, reyes y oligarcas ¿Qué cosa será esto, oligarca?
Voy a preguntar a la IA esa y a mudarme para celebrar por todo lo alto el Día Mundial del Olivo 2023, que este año cae en domingo. Además.
Post data: si piensa usted que con estas preocupaciones mías por los olivos soy un frívolo que banaliza lo duro de estas guerras, es que no he sabido explicarme bien.
Emilio Barco Royo
En Alcanadre, esperando a que abran el trujal para coger las olivas.