Esa sequía que machaca los árboles
Mientras que las personas y los animales somos capaces de movernos, abrigarnos, refrescarnos, guarecernos… para paliar las inclemencias del tiempo, a las plantas, los árboles y los vegetales en general nos les queda más remedio que aguantar con estoicismo los cambios climáticos y sufrir sus consecuencias. Y, desde luego, que en numerosos lugares del planeta lo pagan muy caro con esos contrastes tan bruscos de temperaturas y, sobre todo, con la sequía.
Bueno, quizás no haya sido del todo preciso, porque muchas plantas saben cómo defenderse, como por ejemplo con espinas u hojas más duras; con tóxicos repelentes o con un baluarte antimicrobiano conocido como fitoncidas, que como ya hemos contado en estas páginas tienen efectos muy positivos para el ser humano.
Para ver cómo sufren las plantas con el cambio climático no hay que irse muy lejos. Este año tocaba en el pueblo repartirse unos lotes de marojo -la corta se realiza cada dos años- para que los vecinos disfruten del calor de la estufa los días más duros del invierno, que por estas serranías de Guadalajara son muy fríos.
La tala realizada de manera racional en invierno y previo control del agente de medio ambiente correspondiente se efectúa cortando los ejemplares más defectuosos y secos dejando espacio a los más vigorosos y sanos a simple vista. Una tarea que ya les digo resulta bonita porque estás en plena naturaleza, pero cansada de verdad con un aporte extra de agujetas mientras dura la corta y otras labores hasta tenerla dentro de casa.
Con respecto a la tala del año 2019, creo que en el 21 no se taló ningún árbol, he comprobado que los melojos estaban mucho más enfermos. Aunque varios parecían sanos y verdes, cuando los cortabas, el tronco contenía manchas negras que subían desde el tocón que se queda en el monte hasta casi la parte más alta.
Pero hay más: algunos de los vecinos del pueblo y de cuartel de monte comprobamos que la leña pesaba menos que en otras ocasiones. Es como si tuviera menos densidad y también que había bastantes ejemplares totalmente secos que cortamos a ras con las motosierras. Quizás tanto ejemplar muerto fuese porque este año la zona escogida de rebollar, por seguir con la de otros años y llevarlo todo en orden, se encontraba en una zona de piedras donde los melojos pueden prosperar poco y menos si vienen años secos y no llueve como antaño.
Eso sí, descubrimos más de un nido de pájaros carpintero, dado el número de palos secos, porque un árbol seco no deja de ser ya un palo más.
Corta necesaria
Sé que a muchos de nuestros lectores les parecerá una barbaridad eso de coger una motosierra y talar un árbol, pero les aseguro que este aprovechamiento forestal es necesario porque el bosque se queda más limpio ante posibles incendios y se seleccionan los ejemplares más vigorosos para que permanezcan cumpliendo su misión en la naturaleza. Al respecto me sorprendió que algunos de ellos situados en umbrías tenían un pequeño reservorio de agua a modo de un candil en el hueco de donde salen las raíces más grandes. Imagino que se mantenía así por los hielos invernales y la ausencia de sol que le ayude a evaporarse. Seguro que vienen muy bien para que los pequeños pajarillos, en especial los de la familia de los páridos, sacien su sed durante algún tiempo.
Lo cierto es que no hace falta ser un experto ni un gran observador de la naturaleza para dar fe de la sequedad que nos atenaza año tras año. He visto cómo algunos enebros no muy viejos comienzan a secarse por la copa y eso que esta planta profundiza sus raíces como pocas. Algunas sabinas también me parecen enfermas, medio secas teniendo un corazón a prueba de bomba, pues no hay insecto ni larva que sea capaz de pudrirlo, aunque sí parece que su enemigo más letal es la falta de agua. Matas de escaramujos, aliagas, espinos, entre otras, también están sucumbiendo a la sequía. Así que tenemos la obligación de tomárnoslo muy en serio porque mientras en el bosque haya vida, nosotros tendremos vida. De lo contrario, quedaremos como la mojama.
¿Tienen dolor las plantas?
Recuerdo que más que por los daños que les proporciona la falta de hidratación, me hice esta pregunta cuando estuvimos hace un par de años talando y pelando unos pinos que más tarde iban a ser utilizados por los gancheros aguas del Tajo río abajo. Nunca olvidaré el tremendo estruendo que emite el árbol cuando choca con el suelo. Hace temblar la tierra y esa vibración entra por los pies y sube hasta la cabeza.
No me quiero imaginar lo que puede ser la caída de uno de esos enormes árboles de las selvas tropicales. Seguro que ahuyentan a un buen número de animales en varios kilómetros de distancia.
Volviendo a la pregunta. Los estudiosos aseguran que no tienen dolor tal como lo concebimos nosotros, pues no tienen receptores que perciben y emiten señales de dolor ni cerebro para descodificar las señales de dolor propiamente dicho.
No obstante, los investigadores han demostrado que una sustancia que se utiliza en la transmisión neuronal dentro de nuestros cerebros, el glutamato, tiene un papel relevante en las hojas de las plantas como una señal de daño y que activa una respuesta eléctrica rápida dependiendo del calcio que se propaga a toda la planta en poco tiempo y prepara sus mecanismos de defensa. De manera que no tienen dolor, pero sí sienten.
Ignoro qué “sensaciones” experimenta una planta cuando comienza a secarse, pero quizás ese amarillear de las hojas podría ser algo parecido a cuando nos duele la cabeza por una insolación. Perdón, habíamos quedado en que las plantas no tienen dolor.
Me conformo con que pensemos que son seres vivos. Y como no soy muy exigente, también espero que veamos el futuro con realismo, con esperanza y no como una amenaza. Estamos de sobra advertidos.
Genial reflexión sobre los árboles y la sequía de un sabio como Jenaro Irritia.