Elogio del sindicalismo
Uno de los grandes precursores de la sociología, el francés Alexis de Tocqueville, escribía en 1840, su obra clásica “La democracia en América”, tomando como ejemplo la democracia norteamericana.
Señalaba que la existencia de grupos organizados de intereses en los distintos ámbitos de la vida económica y social, es un elemento fundamental para que los ciudadanos puedan influir en las decisiones de los poderes públicos, más allá de ejercer el derecho de voto cada cuatro años. Concluía sobre la necesidad de organizaciones civiles (como los sindicatos) que actúen como contrapeso de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Ahora que en agosto se cumplen los 130 años de la fundación del sindicato UGT, es interesante traer a colación estas reflexiones realizadas hace casi dos siglos por Tocqueville. Es cierto que la realidad de hoy es muy diferente de la que tomó como referencia, pero hay rasgos que permanecen.
Todo ha cambiado, pero no tanto
Es evidente que el panorama económico se ha modificado sensiblemente en el marco de la globalización, con la apertura de los mercados y la presencia hegemónica de las grandes corporaciones industriales, financieras y de servicios.
Pero es también cierto que los pilares del actual modelo económico continúan siendo los mismos: de un lado, las empresas y, de otro, los trabajadores empleados en ellas. En medio, existe un amplio sector de trabajadores autónomos (entre los que destacan los agricultores), cada vez más dependientes del entorno económico en que desarrollan su actividad; y un no menos relevante sector de empleados públicos, que también dependen de ingresos salariales.
El actual es un contexto donde se reflejan como antaño las desigualdades económicas y sociales si bien con diferentes modos de expresión. Por ello, el sindicalismo, en sus diversas formas, continúa desempeñando una función esencial al representar los intereses de los trabajadores asalariados, autónomos o empleados públicos.
Sin los sindicatos, los trabajadores estarían más desamparados
Sin las organizaciones de tipo sindical, estos grupos sociales sólo tendrían, en el ejercicio de sus derechos, el amparo de leyes y normativas socio-laborales en cuya aplicación práctica también se reflejan, como se comprueba día a día, las desigualdades existentes.
Ante la creciente precariedad del empleo y la desregulación de las relaciones laborales y de los mercados, parece necesario el papel movilizador y la fuerza reivindicativa del sindicalismo, así como su actitud abierta a la negociación y el diálogo.
El sindicalismo agrario en España
En sectores como el agrario, los agricultores, en especial los titulares de pequeñas explotaciones, están muy atomizados, y la política que lo regula (la PAC) es cada vez más compleja. Por ello, es cada vez más necesaria la presencia de organizaciones de tipo sindical o similares, como las que encarnan las llamadas “organizaciones profesionales agrarias” (OPAs).
Algunas de estas organizaciones se autodenominan incluso «sindicatos agrarios» (como ocurre con UPA o COAG), haciendo hincapié en el trabajo como componente de su actividad. Otras, sin embargo, como ASAJA, prefieren el término OPAs incidiendo en la componente profesional y empresarial. Sea como fuere, todas ellas son organizaciones que tienen por objetivo la defensa y representación de los intereses de sus bases sociales, lo que les da esa dimensión sindical de la que hablamos.
Los sindicatos agrarios (OPAs) prestan, además, servicios a los agricultores para facilitarles el acceso a la información y darles certidumbre en contextos tan volátiles e inciertos como aquéllos en los que desarrollan su actividad. Asimismo, desempeñan una función clave en la interlocución y concertación con los poderes públicos en temas relacionados con la política agraria. Son también fundamentales en la negociación de los convenios del sector con los sindicatos de asalariados agrícolas, otro pilar del sindicalismo en la agricultura.
El sindicalismo es, en definitiva, una institución con más de cien años de historia, que ha contribuido a muchas de las conquistas sociales que hoy disfrutamos.
Adaptarse a los tiempos
En sus distintas variantes tienen que adaptarse a los nuevos tiempos para relacionarse mejor con sus bases sociales (trabajadores asalariados, profesionales autónomos…). Además, tienen que ser más eficientes en sus funciones de reivindicación y defensa de intereses, innovando en términos organizativos, estratégicos y de gestión.
Pero sin asociaciones intermedias como las del sindicalismo la democracia estaría mutilada, como señaló hace casi dos siglos Alexis de Tocqueville al referirse a la necesidad de contar con una sociedad civil autónoma y bien organizada.
No viene mal recordar esto cuando dentro de unas semanas se cumplen, como he señalado, los 130 años de la fundación de la UGT.
La presencia de este sindicato en el medio rural español ha sido y sigue siendo muy relevante. Primero, lo fue a través de la FTT (Federación de Trabajadores de la Tierra), creada en los años 1930 para representar a los trabajadores y el pequeño campesinado. Ahora, es la UPA (Unión de Pequeños Agricultores) la que ha recogido el legado ugetista para la defensa de la agricultura familiar.
Foto destacada: Manifestación de UPA en Madrid en 2002, para pedir una PAC más justa para los pequeños agricultores. Foto: Joaquín Terán.