Una tapia en la huerta de Emilio Barco, en Alcanadre. Foto: Diego Juste.

Buen día desde La Ribera

El envío de unas fotografías de la huerta a los amigos encierra el deseo de mantener viva la amistad, de permanecer conectados y unidos.
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Desde hace algunos años tengo por costumbre cada sábado temprano, enviar a algunos amigos una foto de algún paisaje o detalle de la huerta o de sus alrededores, deseándoles buen día desde La Ribera. Solo he faltado a la cita por causas mayores como ingreso hospitalario y alguna vez he tenido que utilizar imágenes de otras riberas por estar de viaje.

Muchos de los destinatarios no me contestan, son así y yo los acepto como amigos, otros responden siempre puntual o tardíamente y otros eventualmente. Entre las tardías esta Paquita que me responde por la tarde o al día siguiente deseándome buen día desde la plaza del pueblo. Entre los de respuesta inmediata están Ángel, Jorge, Ruti, Salva, Belinda, Raquel, Gabriela, Fernando, Espe, Pedro (padre), Javi, Marisol, Miguel, Mariola, Oscar, Begoñas (hay dos), Máximo, Adelina, Víctor…

Las respuestas son variopintas y llegan a veces desde lugares diversos. Por ejemplo, Miguel, que heredó el buen día desde La Ribera al morir su padre, el Gran Miguel, me responde mayormente desde Briones, siempre con alguna imagen del entorno precioso en el que vive, pero a veces anda mostrando sus vinos por el mundo y llega el buenos días desde alguna isla, desde algún país de Sudamérica o desde Londres.

Los que más me sorprenden son Ángel y Marian, culos y almas inquietas, que lo mismo responde Ángel desde la cumbre de La Cruz del Castillo, que desde Toloño, los montes de Nepal, de Kenia o desde Mendoza en Argentina. Fernando, excursionista y montañero, es raro el sábado que no lo pilla mi buen día por el monte, con Mari Carmen, y las fotos que me envía me dan envidia.

Víctor, como buen biólogo y cicloturista, cada sábado me hace viajar a las tierras de la costa granadina donde vive y me enseña los aguacateros recién podados o las manchas blancas de los invernaderos. Y Oscar siempre responde desde las tierras castellanas de Cuéllar, como Máximo, y me dan cuenta de la pelona que cayó esa mañana o de cómo van por allí los sembrados o las cepas. Hombres de campo.

Judith, desde Peñafiel, también es de las que responden, como Adelina que últimamente me contestaba más desde Barcelona que desde París o Sajazarra.

Begoña contesta puntualmente y siempre con palabras que forman versos que a veces hacen un poema. Cada sábado pienso que con mis fotografías huertanas y los versos que le inspiran podríamos hacer un bello libro de poemas para regalar cualquier sábado temprano a las personas que queremos y titularlo así, buen día desde La Ribera. De la otra Begoña lo que envidio son sus fotografías, preciosas. Alberto responde algunos días con un haiku que le ha inspirado la fotografía del melón o del mingrano.

Salva cada mañana de sábado me desea buen día desde la ribera del Nervión y algunos días desde La Puebla de Labarca y las respuestas de Javier me llegan con el olor de los libros porque sé que esa mañana esta trabajando en la librería. Las fotos del domingo ya huelen a la sierra de Urbasa. Gabriela me envía desde Río de Janeiro unas fotos de flores, envueltas en su enorme sonrisa, que siempre tengo que preguntar cómo se llaman.

Los buenos días más alegres que recibo esas mañanas de sábado son sin duda los de Ruti y los de Belinda. Siempre hay una o varias sonrisas y las poco más de media docena de sílabas destilan alegría. Espe siempre comenta lo bonito que está el día, cuando lo esta, y a veces me llega su respuesta desde riberas lejanas. Mariola también es de las fijas en la respuesta.

Entre las eventuales están las de Baños, María y Marisol con la que intercambio fotos de nuestras huertas. La otra de Baños, Julia, esta en el grupo de las que no contestan, pero la quiero igual. Esta también María Jesús, que a veces me envía su buenos días entre imágenes de campos de patatas o de alubias, desde el almacén de Ecomanjar en Lastras de Cuellaro desde Menorca, su paraíso. José Miguel que cuando responde lo suele hacer desde Laredo para darme envidia de lo bien que esta con Maite en aquella inmensa ribera. Carmelo me responde siempre en francés, bonjour, mon ami.

María José, Garbi, Kiko, Alberto, Constan, Carlos, Magdalena, Manolo, Chemi y Javi (el otro) contestan eventualmente. Las respuestas de Chemi desde Santo Domingo son siempre una clase de botánica. ¡Ya me gustaría saber lo que sabe y tener la huerta como él tiene la suya! (los gatos no se los envidio).

Un par de docenas de personas a las que envío este saludo mañanero no contestan, lo que demuestra la diversidad de mis amistades, algo a mimar en esta sociedad cada vez más uniforme. Pero sé que están ahí cuando los necesito, Bibi, Violeta, Pedro, Constan, Sándalo…

Hemos perdido la costumbre de escribirnos cartas, ponerlas en el sobre, pegar un sello, escribir la dirección y esperar que pase el tiempo por ver si llega o no respuesta.

Cada sábado cuando me levanto me pregunto qué foto enviaré hoy a mis amigos. Bajo a la huerta y mi mirada se fija en tapias, árboles, hierbas, frutas, caracoles, mariquitas… hago las fotografías. Me siento en el banco bajo el albaricoquero, elijo, escribo buen día desde la ribera y la envío. Empiezo con lo del día: cortar unas cañas para que en unos meses trepen por ellas las matas de caparrones, podar el último melocotonero, cavar los espárragos, limpiar de hierbas las peonías… y van sonando las respuestas de quienes responden. Me acompaña también el silencio de quienes no responden.

¿Por qué lo hago? Porque quiero mantener la ilusión de que cada sábado temprano, a estas personas a las que quiero, les envío una postal, deseándoles buen día desde la ribera. Como antaño. Solo por eso, que no es mucho, que es todo.

Emilio Barco Royo
En Alcanadre 20 de febrero de 2023

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