Así somos nosotros
“En Tineo, como en todo Asturias, se confunde la modernidad con el olvido, identidad con manía o afectación. Si pudieran –y ya están pudiendo- destruirían todo rastro del pasado. Les incomoda saber de dónde vienen, les incomoda saber que no saben a dónde van. Viven entre dos mundos sin cultivar: así somos nosotros”
La historia escondida, página 84
Le cuenta Xuan Bello a su primo Marcelo, que llegó de Argentina, cuando pasean por Tineo y le enseña una barriada de casas del siglo XVIII y XIX que van a derribar para hacer un aparcamiento.
¿Has plantado ya? Hice esta pregunta varias veces durante el mes de abril y también a mí me la hicieron. En estos días en los que apenas queda ya nada de la huerta de invierno y todavía no he empezado a plantar la de verano, me suelen preguntar también: ¿Qué tienes ahora en la huerta? Nada, respondo.
Y al momento miro, desde la distancia, la huerta y ahí están: melocotoneros, manzanos, perales,… en flor o con la fruta recién cuajada; junto a la tapia de piedra y adobe, que se desmorona de puro vieja, están el granado, el laurel, las parras de moscatel, con la yemas hinchadas o ya desborradas, los rosales llenos de capullos, las camelias en flor; junto al río por el que corre el agua, hay hierbaluisa, orégano, menta, milenrama, echinacea, romero, tomillo, espliego, regaliz de palo, crisantemos, que apenas sobresalen del suelo, peonias a punto de abrir y calas abiertas; hay también ahora en la huerta fresas con flores blancas, algunas ya en fruto, una zarzamora, el arándano y la frambuesa creciendo con fuerza, espárragos con la cabeza al sol, la porrina seca ya de los narcisos que corté al final del invierno y también sé que están ahí, aunque ahora no se vean, los bulbos de los gladiolos y unas raíces de las que florecerán dalias, lo sé porque los enterré haces unos días. Todo esto veo en la huerta ahora cuando “todavía no hay nada”.
Llovió en abril. Unos sesenta litros en cuatro golpes de agua. Suficiente para que la tierra se cargara y se retrasara la plantación. Quería plantar la última semana de abril, pero esperé. Otros no tuvieron paciencia y plantaron la semana pasada. Trabajar la tierra cuando esta cargada (de humedad) la deja con “tolmos”, granuda, ya para todo el verano.
El sábado siete de mayo temprano pasé la motoazada por el pedazo en el que iba a plantar. Unos cien metros cuadrados, más o menos. No había mala labor. Preparada la tierra hice los canteros e hinqué: en uno, cuatro matas de calabacín, quince de pepino, dos de berenjenas, una mata de salvia, una de perejil y otra de cilantro; en el de al lado enterré cuarenta bulbos de gladiolo y sembré seis hoyas con zinnias, cuatro con flor seca y otra media docena con mezcla de semillas de flores; en los dos renques siguientes puse dieciseis matas de tomates (arrugado, hibrido, tomata, corazón de buey, Madrid y cherry) doce plantas de pimiento de freír (italiano y del cristal), tres matas de guindilla vasca y otras tantas de pimiento del padrón. Entre medio de la pimienta, unas matas de albahaca, porque dicen que espantan a los ratones y al final del renque sembré unos girasoles; en el cantero siguiente planté las cebollas de verano, tres docenas de lechugas (oreja de burro, rizada y hoja de roble), media docena de acelgas y sembré unos rábanos; acabé con un par de renques con docena y media de hoyas en las que sembré alubia verde de encañar y otras tantas de pochas.
Regué todo lo plantado, no lo sembrado y me senté a descansar porque calentaba el sol y estaba ya machacado. La semilla la pongo sobre compost húmedo y la cubro también con compost; si no va muy seco es suficiente para que germine. Si en quince días no asoma, riego por abajo para que le suba la humedad, nunca por arriba porque se puede malograr la simiente. Puse también a germinar unas semillas de tomatito mejicano y de jalapeños que me dio mi amigo Luisvi.
Si me preguntan qué tengo ahora en la huerta ya tengo para responderles. Si me he entretenido en contarle con detalle todo lo que hay en la huerta no es por afán de grandeza, sino por mostrarle la diversidad que hay en un espacio tan pequeño. En la huerta he aprendido que lo pequeño es hermoso (como dice Schumacher) y que la diversidad es maravillosa.
Dentro de un par de semanas habrá todavía más, porque terminaré de poner lo que falta. ¿Qué falta? Cebolla de guardar, lechugas (pongo cada quince días un par de docenas, ahora rizada y maravilla porque la de oreja de burro con el calor se sube), un renque de gladiolos, medio ciento de matas de pimiento del pico de Mendavia para embotar, unas matas de pimiento de cuerno de cabra para secar, más pimiento del padrón y guindilla vasca para poner en aceite y en vinagre y entre medio algunas flores. Un poco aparte, haciendo mesa, porque quieren mucho sitio, pongo las sandías y los melones y, al final de todo, las calabazas que así se extienden libres por el barbecho.
Si todo va bien en quince o veinte días lo que planté el sábado pasado ya estará arraigado después de tres riegos casi seguidos, tiraré la tierra de los canteros, dejaré todo llano, echaré humus de lombriz y lo iré trabajando. Sin regar, para que las raíces profundicen buscando la tierra fresca. Esperaré a que aparezcan las flores de los calabacines, pepinos, berenjenas… a que cuajen y cuando los frutos están pequeños ya tendré las plantas acolladas y los canteros preparados otra vez para poder regar. Riego a manta, como ya habrá supuesto y por si le preocupa mi derroche de agua, le digo que a mí no me preocupa nada. En otro momento se lo puedo justificar, si es necesario.
Después de un par de riegos cubriré todo con papel que voy guardando durante el año y sobre él pondré paja. Será allá por San Fermín. Y a esperar: mes y medio para comer las primeras lechugas y cebollas, cuarenta días para los calabacines, ochenta para los tomates… cada planta necesita su tiempo y también que no apedree.
Por Santiago pondré lo de invierno y en agosto hincaré unas “checuas” de alcachofa. Otro día se lo cuento.
Yo hago la huerta porque me lo paso bien y para no olvidar lo que viví desde niño. Es, para mí, una forma de preservar mi identidad y no entiendo la modernidad sin memoria, porque mi concepto del tiempo es circular, no lineal. Sembrar hoy, como sembré ayer, para comer mañana.
A mí no me incomoda saber de dónde vengo y sí sé a dónde voy, a plantar, a regar, a sembrar, a coger, a comer, a regalar, a charlar, a preguntar, a aprender, a disfrutar, a vivir… a la huerta. Mi pasado y mi presente, esos dos mundos entre los que vivo procuro tenerlos bien cultivados tal y como me enseñaron mis antepasados. Así somos nosotros, los viejos hortelanos.
Emilio Barco Royo
En Alcanadre, esperando a que pase San Isidro para volver a plantar.
Excelente clase práctica de horticultura, Emilio, con un lirismo que conmueve. Enhorabuena. Un abrazo.
Gracias Eduardo
He retornado al surco de «relato positivo» y la lírica es un buen agarradero para no escorarme hacia la crítica que tanto desasosiego genera. En esta línea, el domingo y para celebrar el cuarto centenario de la canonización de San Isidro, publican en el diario La Rioja, el texto que he titulado»¡Viva San Isidro! (Y la poesía).
Salud
Emilio
Buenos días:
Excelente paseo horto/humano.
Sin que el resto de los vegetales presentes se alboroten, la presencia de esas matas de hierbaluisa tienen que ser, por fuerza, parte del buen agarradero para no caer en el desasosiego.
Saludos cordiales.
Jesús
Gracias Jesús
En la calle, justo enfrente de casa, hay un tilo. Ahora a punto de florecer. Él también me ayuda.
Salud
Emilio