
Regalos del otoño
Por estas zonas de montaña de las parameras de Molina de Aragón y el Alto Tajo las lluvias han adelantado el otoño: noches más frescas y mañanas cargadas de rocío. A muchos agricultores no les ha venido bien porque todavía tienen los sembrados de girasol bastante verdes y tardarán todavía muchos días en cosecharlos. Hace dos años, hubo quienes se comieron el turrón sin tener todas las pipas segadas.
Sin embargo, la variada fauna de aves y mamíferos se ha puesto a recolectar antes de tiempo sus preciados frutos para hacer despensa de cara al duro invierno por estas latitudes y, mientras tanto siguen llenando la barriga y el buche con exquisitos manjares como las moras de zarza, majuelas, escaramujos, avellanas, nueces y bellotas. No obstante, estos tres últimos frutos secos citados escasean este año por las heladas tardías de primavera, pues los “achicharraron cuando estaban en flor. De manera que tendrán que recorrer más distancia en busca de sustitutos poco frecuentes por estas montañas. Aunque la bellota no es tan escasa.
Lo de llenar el buche lo llevan muy bien petirrojos, mirlos, zorzales y estorninos, entre otros. Los posaderos de las aves y en las zonas del pueblo más frecuentadas por los estorninos están plagadas de excrementos sueltos de color morado, menos compactos de lo que suelen ser habitual cuando se alimentan de otros productos, señal clara de que las moras son por estas fechas un alimento muy apetecible. Es muy frecuente que te acerques con cuidado a una zarzamora más bien grande y salgan volando de forma estruendosa una bandada de estorninos negros. Y si la zarza esta agarrada a la pared de una cerca de piedra, también es normal observar a un gato inmóvil agazapado a la espera de dar el zarpazo a un estornino jovenzuelo incauto.
Escaramujo, alimento completo
Por los senderos, veredas y pequeños mojones, los excrementos de los zorros dan la pista de que los escaramujos están ya maduros. Esta baya de color rojizo y forma ovalada, plagada por dentro de pequeñas semillas siempre fue muy del gusto de los raposos y de ciertos lugareños que lo consideraban un producto astringente, diurético y antiinflamatorio. Además posee mucha más proporción de vitamina “C” que una naranja o un limón, por ejemplo. Así que sabemos ahora por qué nunca hemos visto ningún zorro acatarrado.
Y los raposos no son los únicos. Entre los cubiles construidos en la parte baja de las paredes o entre los huecos de las piedras, un ejército de pequeños roedores prepararan su almacén con este fruto tan nutritivo.
Algunas personas también recolectan escaramujos para fabricar un licor artesanal y aseguran que es más digestivo que el pacharán para cuya elaboración se utilizan las endrinas, escasas también esta temporada por la zona.

Las lluvias han conseguido también que comiencen a reverdecer los rastrojos que retoñan con mucha fuerza antes de que lleguen las primeras heladas. Así que es fácil ver a los corzos pastando tan tierno y exquisito manjar, también muy apreciado por conejos y liebres y las perdices. Dicen los entendidos que este “verdín” les da mucha fuerza y mejorara el lustre de su colorido de nuestra formidable y única patirroja.
Mal año para hortelanos de los bosques
Como he comentado con anterioridad, al menos por esta zona es mal año de nueces, avellanas y bellotas. De forma que mientras que el suelo con las lluvias es propicio para que nazcan los frutos que esconden los animales para el invierno y luego no los encuentran, su “siembra” será este año más escasa.
La ardilla, aficionada a preparar una amplia despensa de avellanas y de nueces no lo va a tener nada fácil y se tendrá que conformar con los piñones. De igual forma, el arrendajo, córvido muy listo como todos los de su especie, muy aficionado también a esconder todo tipo de frutos secos, verá mermada su bodega a la vez que sus esfuerzos por esparcir frutos. Y tampoco les irá muy bien a los lirones caretos que también hacen acopio de víveres, aunque en mucha menor cantidad.
Pero el invierno no se presenta tan desprovisto para todos los animales. Las sabinas están a rebosar de bayas negras, un alimento crucial para los zorzales que a buen seguro abundarán esta temporada. Y no solo el zorzal charlo que permanece en la zona todo el año, si no también el común, alirrojo y real. Este último llega a acercarse a la Península desde las lejanas tierras siberianas, donde anida en verano.
Buen año para las setas
Aunque quizás todavía es un poco pronto como para vaticinar. Todo indica a poco que llueva unos días más que se presenta un otoño magnífico para micólogos y recolectores de setas. En algunas zonas de por aquí ya han saboreado los primeros y riquísimos boletus edulis, a los que acompañarán un poco más tarde las setas de cardo y los abundantes níscalos en los pinares, por citar tres de las más conocidas. Y es que mientras que antaño eran Cataluña y el País Vasco las regiones de referencia y donde más cultura micológica existía, en la actualidad numerosos pueblos sorianos, turolenses y guadalajareños han encontrado en la riqueza de sus bosques una fuente más de ingresos al cobrar un canon a todo aquel que quiera rebuscar tan preciados manjares en sus términos municipales.
De hecho, pequeñas empresas, casas rurales y expertos micológos ya ofrecen por su cuenta jornadas campestres en lo que es considerado como un turismo micológico en clara expansión. Aunque claro está, dependemos del agua de lluvia.
Para finalizar, creo oportuno avisar de que no conviene salir al bosque con ansia en busca de setas y que lo mejor es ir acompañado de un experto si no se conocen. Existen guías estupendas con excelentes fotografías y explicaciones, pero yo no me fío porque incluso el color puede variar. Así es que lo mejor: experto y además una guía.
No sé quién dijo que las setas se comen todas… al menos una vez.
Foto destacada: Escaramujos en el Alto Tajo. Autor: Joaquín Terán.
Preciosa crónica te has marcado, Jenaro. Llena de lirismo y sabiduría. Enhorabuena. Un abrazo.