Una vaca con su ternero recién nacido. Autor: JGH.

¿Reciben precios justos los ganaderos? Los números no engañan

La ganadería es un oficio tan importante como poco valorado, además del escaso reconocimiento de la sociedad, las retribuciones que perciben los que se dedican a ella no se suelen corresponder con el valor de su actividad.
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El campo español viene padeciendo desde hace años dos problemas significativos: la escasa rentabilidad económica y la falta de relevo generacional, motivada en parte por la cuestión económica.

Además del poco reconocimiento que se muestra hacia el sector primario, el principal problema y el que más acusa el campo es el de unos precios injustos. Esto provoca que cada vez más agricultores y ganaderos produzcan asumiendo unos costes mayores. Mientras que las remuneraciones que perciben están estabilizadas o incluso muestran tendencias a la baja, lo que supone pérdidas generalizadas de rentabilidad para ellos. En este sentido, la queja que vienen reivindicando muchos trabajadores del sector es que “los precios del ganado siguen igual que hace veinte años, pero a nosotros los costes de producción nos suponen un gasto cada vez mayor”.

Comparando la evolución de los precios desde principios de siglo hasta ahora se muestra la evidencia: algunos de los gastos que tienen que afrontar, como el pienso y el forraje, el combustible o la energía eléctrica han experimentado fuertes subidas en sus precios. En el caso del pienso para cebar los terneros, durante los últimos 20 años prácticamente ha doblado su coste, alcanzando precios un 80% mayores que a principios del siglo. Por su parte, el gasóleo agrícola ha experimentado subidas de hasta 0,30 euros por litro y, dependiendo de cada época, incluso aumentos mayores. A todo ello hay que añadir también tienen que afrontar otros gastos como los seguros de retirada y destrucción de cadáveres o el seguro de responsabilidad civil.

En cuanto a los ingresos, el precio medio del vacuno en lonja a principios del siglo se situaba en torno a los 3,39 euros/kg (en canal), y hasta ahora prácticamente no ha variado. Por otra parte, desde el año 2000 hasta la actualidad, las subvenciones de la PAC se han visto disminuidas año tras año. Las ayudas por vaca nodriza han sufrido descensos de alrededor del 25%, no llegando actualmente a los 100€ de ayuda anual por vaca parida. A esto hay que añadir otro elemento fundamental que influye en las explotaciones ganaderas, la meteorología, puesto que un año de poca lluvia supone un mayor gasto en alimento para los animales que, a su vez, ve aumentado su precio debido a la escasez de la materia prima y la mayor demanda; así como la necesidad de llevar agua al ganado cuando se agota en las fincas, lo que conlleva un mayor gasto de combustible y energía.

A esta precaria situación hay que añadir lo que muchos agricultores y ganaderos vienen denunciando desde hace mucho tiempo: un reparto muy desigual de las ayudas de la PAC. Las estadísticas del Ministerio de Agricultura ponen de manifiesto este desequilibrio. En Castilla y León solamente entre 16 beneficiarios se reparten 6,4 millones de euros, con una media de 400.000 euros por explotación, mientras que hay 15.000 agricultores y ganaderos en esta comunidad que perciben menos de 1.250 euros de ayuda al año. En el conjunto de España solamente un 1,2% del total de beneficiarios recibe más de 60.000 euros al año, lo que se traduce en alrededor de 9.000 perceptores.

Ganadería extensiva vs intensiva

Otro factor fundamental es el impacto de un tipo u otro de explotación ganadera, y es que mientras las intensivas producen un impacto mayor y en cierta medida perjudicial, la ganadería extensiva supone, además de la producción de alimentos, una serie de beneficios tanto para el medio ambiente como para el entorno en que se encuentra.

Este tipo de ganadería, más genuina y tradicional, permite aprovechar y mantener ecosistemas de gran valor, contribuye a fijar población en el medio rural, y de su actividad derivan otros sectores, ya sea de manera directa o indirecta. Además, es una de las pocas actividades económicas productivas que resulta verdaderamente sostenible, y es la forma de manejar el ganado más ética, ya que los animales se encuentran en una situación de semilibertad y se respetan tanto el ritmo de crecimiento como las condiciones de vida propias de cada especie. Tal es su importancia, que la Unión Europea considera prioritarias las explotaciones extensivas, como así lo incluyó en la Agenda 2000.

Asimismo, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico español reconoce que este modelo de ganadería mejora la biodiversidad con un pastoreo moderado, contribuye a la prevención de incendios forestales o favorece la conservación de hábitats despejados. 

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