Viñedos en Alcanadre (La Rioja). Foto: EDR.

El agua de San Gregorio y el recibo de la luz

Emilio Barco reflexiona con ironía sobre la falta de respuesta del Gobierno al tarifazo eléctrico. ¿Se encomendará a San Gregorio como algunos hacía durante la plaga de oídio que asoló el viñedo en el XIX.
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El 2 de diciembre de 1586 el concejo de Logroño manda traer el agua de San Gregorio a la vista del “…daño que el pulgón e gusano haze en los habares e viñas…”

“Ningún antídoto de industria humana se podía oponer a su destructora solicitud. El auxilio solo podía ser espiritual y no cabía en aquel trance más que mirar al cielo (…) el agua bendita de San Gregorio desparramada sobre los campos tenía virtudes taumatúrgicas contra el destructor gusano; pero el exorcista no podía ser cualquiera” escribe el cronista de la ciudad siglos después.

“…y para que heche y derrame el agua y cojure el gusano se baya a llamar al clérigo de Pedroso…” En otras ocasiones se recurría al de Ortigosa.

Siglos después el agua bendita pasada por la cabeza de San Gregorio todavía seguía compitiendo con el azufre (antídoto de industria humana) en este pueblo creyente, mientras en otros países de alrededor llevaban años con la primera revolución industrial.

“En el año de 1855 comenzó a manifestarse en los viñedos de algunos pueblos de La Rioja la funesta plaga del oídium tuckeri, que tan incalculables daños había de producir no tardando mucho (…) Tal ocurrió también  en los campos de Murillo de Río Leza, Ribafrecha y Lagunilla, a cuyos terratenientes la común desgracia y el general desengaño sumió en la mayor aflicción. Pero pueblos creyentes cuya tradicional religiosidad se conservaba todavía relativamente lozana, discurrieron que, pues los recursos humanos se habían agotado casi sin provecho, restábanles todavía los espirituales de nuestra sacrosanta religión y a estos apelaron en el año 1863, interponiendo el celestial valimiento de San Gregorio Ostiense como especial abogado contra las epidemias de los campos, y trayendo desde su santuario de Sorlada en Navarra la sagrada reliquia de su cabeza para pasearla en procesión de rogativa por los términos municipales de estos tres pueblos riojanos”. Escribió el cura de Lagunilla en el siglo XIX.

España es diferente. Ayer y hoy. Ya lo publicitó aquel señor al que le cabía España en la cabeza. Según decía.

Las noticias que me llegan estos días sobre el precio del kilovatio y las declaraciones de los gestores temporales de lo público, han traído a colación estos recuerdos míos, fruto de la mala costumbre que tengo de estar todo el día revolviendo papeles viejos, en lugar de quemarlos cuando aso chuletas, por ejemplo.

Por lo que me llega de esta cosa de las eléctricas y del precio de la luz, estamos ahora, en el siglo XXI, como antaño con el gusano en las habas cuando “Ningún antídoto de industria humana se podía oponer a su destructora solicitud” y el “auxilio solo podía ser espiritual”.

Pensé en esto al leer que la responsable de estos asuntos en el gobierno, Teresa Ribera, había pedido a las empresas eléctricas “empatía social”. Plagiando a Carlos Sánchez Mato de su texto “Cómo atajar la subida de la luz” publicado en CTXT, diría yo que es lo mismo que pedirme a mí que no descorche la botella de clarete que veo cuando abro la puerta de la fresquera.

A esto añade la señora ministra, de seguido, que las normas de la Unión Europea, ese club de ricos al que pertenecemos, incluidos los pobres por el hecho de vivir aquí y sin que nadie nos pregunte nada, impiden aplicar a esta plaga “antídoto de industria humana”.

Ni siquiera ese artículo cinco de la directiva 944/2019, de la que tanto se habla. Puede que la razón del gobierno para no aplicar este artículo radique precisamente en su número, cinco, y ese humor tan rancio nuestro que lo relaciona con el culo. Si hubiera que aplicar el artículo seis a lo mejor sí lo hacían.

En vista de que no hay decisión ni acción humana que ayude a resolver este asunto del precio abusivo del recibo de la luz y del lucro de las empresas eléctricas, le aconsejo a Teresa Ribera, que se acerque a Sorlada (Navarra) suba a la ermita de San Gregorio, pida prestada a la Iglesia (no creo que le pongan pegas), la cabeza de San Gregorio, pase agua por ella (seguro que alguna eléctrica se la regala, que tienen embalses con mucha y otros con nada) y la derrame sobre nuestros hogares para terminar con esta plaga.

Pero cuidado, ministra, que el exorcista no puede ser cualquiera. Digo yo que en este caso tan industrial y propio del siglo XXI, bien podría olvidarse del clérigo de Pedroso e incluso del de Ortigosa, y pedirle el favor al presidente Pedro Sánchez. Yo de monaguillo con el hisopo vería bien al señor Casado.

Eso sí, cuiden la escenografía, que el asunto puede crear escuela. Y que los encargados del marketing del asunto pongan urinarios portátiles cuando desparramen el agua bendita porque los responsables de las eléctricas seguro, seguro, que se mean de risa.

En Alcanadre a 2 de septiembre 2021
Esperando a los remedios espirituales y el recibo de la luz

Postdata: Señora ministra, me olvidaba decirle que el oídium que dañó las cosechas de Rioja desde el año 1854 solo se combatió cuando el gobierno bajó el arancel a la importación de azufre y los viticultores pudieron comprarlo y azufrar.

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