¿Realmente son útiles las jaulas nido?
Tengo un amigo que tras jubilarse se está aficionando a esto de los pájaros. Me cuenta que no hace mucho tiempo vio, no recuerda dónde, como un ornitólogo enseñaba a limpiar las casas nido de madera colocadas en diferentes sitios y cómo deberían estar fabricadas.
Cuando le comento que este invento ya lo manejábamos mi hermano pequeño y yo hace más de 50 años, se quedó alucinado. Y sí, hace tanto tiempo comenzaron a colocar en el término municipal de Peñalén (Guadalajara) jaulas nido en ramas de pinos y robles, como ayuda en la crianza a la extensa familia de los páridos. Es decir, el herrerillo, carbonero, mito…
Como a nosotros, en especial a mi hermano, nos gustaba observar y estudiar el comportamiento de los pájaros y también los mamíferos, durante dos primaveras y veranos seguimos más o menos de entre 15 jaulas cuántas habían sido ocupadas por los pájaros forestales antes citados. Recuerdo perfectamente que el primer año, ninguna.
Algunas jaulas las habían situado a los lados de una pista forestal en unos parajes impresionantes, por un lado bordeando el cristalino río Tajo y por otro al comienzo de unas cuestas tremendas repletas de boj, acebos, robles, avellanos, tilos y pinos negrales, acabadas en unas enormes cejas de piedra caliza.
Pues bien, tras mucho dilucidar a nuestra manera sobre el “desprecio” de las aves insectívoras al invento de la jaula, al final llegamos a la conclusión de que habían sido tres los factores que influían a que los pájaros no anidaran en las jaulas artificiales. El primero y más importante era que al estar colocadas en ramas, éstas se movían mucho con el viento y no les daba seguridad a los pajarillos; el segundo es que muchas se colocaron cerca de donde había paredes de piedra seca y riscos calizos; y el tercero porque estaban situadas demasiado cerca de donde pasaba la gente y esto les molestaba. Y eso que eran años en los todavía circulaban pocos coches por la pista forestal del Alto Tajo, pero sí bastantes pescadores en sus idas y venidas con su caña y nasa.
Nuestra estrategia
Como éramos los hijos del forestal y sabíamos que si nos pillaba alguien manipulando las jaulas lo máximo que nos podía caer era una regañina, sin decírselo a nadie decidimos cortar una rama larga de avellano terminada en “v”, descolgamos algunas jaulas y dejamos otras para disimular, con la intención de separarlas de la pista forestal y clavarlas a los pinos y robles para que no se movieran.
Con algunos clavos que teníamos nosotros y con otros más y unos trozos de tabla pequeños que nos regaló el señor Urbano, carpintero, peluquero, músico, sacristán, pocero y muchos oficios más, nos pusimos a la faena.
Recuerdo perfectamente que la tarea no fue fácil, sobre todo a la hora de clavarlas en los pinos. Entonces no había estas escaleras poco pesadas de aluminio y teníamos que subir a los negrales gateando a varios kilómetros del pueblo, con los consiguientes rasponazos en la parte de dentro de las rodillas y las nalgas. Con los robles era mucho más fácil.
Colocadas a nuestra manera a principios de otoño las jaulas nido, al año siguiente conseguimos que anidara alguna pareja, aunque no muchas. De manera que nuestra teoría de que les daba más seguridad una jaula que no se moviera con el viento se vio ratificada. Pero no todo fueron buenas noticias, porque dos picapinos o quizás el mismo nos hizo dos agujeros mucho más grandes de los que venían construidos en las jaulas. Y lo curioso es que ni siquiera anidaron.
Creo recordar que ninguna fue ocupada por algún lirón careto ni otra especie de mayor tamaño que los páridos. Con el tiempo aquellos inventos de madera se fueron deteriorándose con bastante rapidez debido a los cambios tan bruscos de temperatura entre invierno y verano y no se volvieron a renovar.
Huecos entre las piedras y en las rocas
Nuestras observaciones y conclusiones de dos chavales de pueblo, sin aplicar ninguna metodología y con el rigor científico de nuestra experiencia, nos llevó también a la conclusión de que en los lugares que había cerca paredes construidas en piedra seca para evitar al erosión en huertos ya abandonados, chozas para guardar el ganado y roquedos y cantiles cercanos, la cuadrilla de insectívoros nunca anidó en alguna jaula de madera.
Los huecos que se van haciendo a lo largo de los años en las paredes de piedra seca -ya publicaremos otro artículo sobre los beneficios a la fauna sobre este tipo de construcción-; las oquedades que hay en los enormes cantiles de piedra caliza que abrigan el cauce del Tajo y de las mesetas son lugares perfectos para albergar con toda seguridad el nido.
Recuerdo un verano que encontramos un nido de herrerillo común en el hueco de una alcantarilla de la pista forestal. No podíamos meter la mano para ver cuántas crías había. Así que decidimos introducir un palo fino verde que no hiciera daño a los pequeños. Y de repente comenzaron a salir uno tras otro como churros los pequeños herrerillos que ya volaban bien. Por lo menos se fugaron nueve que al poco tiempo comenzaron a llamar a sus padres para que les dieran de comer. La verdad es que fastidiamos a los progenitores porque a la hora de alimentarlos es mucho más cómodo que estén todos juntos que repartidos por las ramas del monte. Tal reacción de aquellos pajarillos jamás la podíamos esperar. Es más, pensábamos que al introducir el pequeño palo se asustarían.
En general los herrerillos suelen ser un pájaro bastante confiado y manso. También suelen anidar en las paredes de los pajares de los pueblos sin ningún miedo a la presencia humana, aunque prefieren que las personas no se acerquen por el nido.
Como es obvio, estos experimentos pajareros de dos chavales contados tantos años después no pretenden poner en duda ninguna de las teorías de los estudiosos ornitólogos en el caso de que no coincidan con sus trabajos ni tampoco descalificar la utilidad de las casas nido de madera. Sobre todo en lugares donde no existan ni las construcciones de piedra seca ni los roquedos y peñascos de piedra caliza.
Pero de lo que no me apeo es que una jaula nido clavada en el árbol tiene más posibilidades de ser ocupada que la que se encuentra en la rama y la bambolee el viento.