Érase una vez un pueblo
Érase una vez un pueblo llamado Ollauri. Hace siglo y medio vivían en él 804 personas. Dista legua y media (dos horas andando o a lomos de caballería) de Haro, cabecera de comarca, y ocho y cuarta (diez horas) de la capital, Logroño.
Un espacio de apenas tres kilómetros cuadrados, unas trescientas hectáreas de las que la mitad estaban plantadas de viña. En el resto cereales y algunas pequeñas huertas y pastos. Hay algunos grandes propietarios herederos de los viejos hidalgos de los siglos anteriores: Paternina, Pobes, Cañedo… que acaparan la mitad de las tierras cultivadas y los demás son pequeños propietarios y jornaleros que trabajan por un jornal de dos pesetas (las mujeres y los niños la mitad) cuando lo hay o se dedican al comercio y otras artes.
El año 1879 pagaron contribución industrial: un café en casino, seis tiendas de comestibles al por menor, un abastecedor de carnes, una tienda de vino y aguardiente al por menor, un vendedor de aceite mineral, tres vendedoras de pescados frescos, tres hornos con despacho de pan, un porteador de vinos con carro, un tratante de leña y carbón, un molino harinero de represa, cinco destilerías con alambiques de cien litros de capacidad, un tejedor, un albeilar herrador, un cirujano de tercera clase, un médico cirujano, tres mesoneros, dos barberos, dos albañiles, un cantero, dos herreros, tres carpinteros, un sastre, un panadero y un hornero.
Había también varias bodegas de cosechero no consideradas industrias a efectos de contribución. Actividades suficientes para cubrir las necesidades del momento sin moverse del pueblo, algo lógico cuando apenas han empezado a revolucionarse los medios de transporte y las comunicaciones y no es fácil desplazarse. Actividades que generan empleo y mantienen población.
Esta información la encontré hace unos días trabajando en una investigación sobre el viñedo con los fondos del archivo municipal de Ollauri, La Rioja, y al leerla empecé a pensar en contársela a Usted de la manera en que la esta leyendo ahora.
En la ficha municipal de este pueblo para el año 2019, publicada por el Gobierno de La Rioja, se lee: dista cuarenta kilómetros de la capital (media hora en coche), viven en él 286 personas de las que el cinco por ciento tienen menos de treinta años, cada año nacen dos y mueren tres o más, hay ciento cincuenta afiliados a la seguridad social de los que veinte y dos son autónomos no agrarios, se labran unas doscientas hectáreas de tierra dedicadas casi por igual a cereal y viñedo, la mitad en regadío, hay más vehículos que personas, un consultorio médico, una farmacia, una entidad financiera, un frontón, un polideportivo, dos restaurantes, “conectividad” de banda ancha fija con un caudal de bajada de 2 Mb y “conectividad” de banda ancha móvil con un caudal de bajada de 6 Mb y en la ficha no hay datos de centros de educación, ni públicos, ni privados.
Otras fuentes sitúan en este pueblo: cinco bodegas de vino, una fábrica de piezas metálicas de alta precisión, una fábrica de piezas para vehículos, una almazara, dos promotoras de viviendas, una empresa textil, dos empresas de transporte, un taller mecánico, un carpintero, guardería y seguridad de inmuebles, agencia de seguros, una carnicería y una empresa de servicios agrarios.
En el tiempo transcurrido el espacio en el que se asienta esta población no ha cambiado tanto como la forma de vida en él. Sigue siendo un espacio agrario en el que domina el cultivo de viñedo, con más superficie regada y una moderna tecnología que permite prescindir de los jornaleros, salvo en determinadas épocas y labores, pero con poca capacidad de empleo. Aquellas destilerías y viejas bodegas de cosecheros de familias hidalgas han sido sustituidas por modernas bodegas que identifican sus vinos con los nombres de algunos de aquellos hidalgos y que ya no necesitan acarreadores de vino, sino empresas de distribución y de comunicación.
Si no ha cambiado ni el espacio, ni siquiera su uso ¿Qué ha cambiado? Si la mayor parte de las necesidades de quienes viven en un pueblo se cubren desde las ciudades, si el modelo agrario dominante no genera empleo y las industrias prefieren instalarse en los polígonos industriales urbanos ¿Qué puede ofrecer un pueblo para mantener su población?
Son tantos los cambios acaecidos desde las primeras revoluciones industriales que la primera pregunta bien pudiera considerarla Usted un desvarío de quien escribe y no darle mayor importancia y quizás al hacerlo perder un hilo del que tirar para hacer un ovillo con las respuestas a la segunda.
Si le interesa este asunto del despoblamiento, hágase Usted un favor, no despache mi pregunta airadamente, ¿Qué ha cambiado?
Emilio Barco
En Alcanadre el día de San Sebastián de 2020
Foto destacada: Ollauri, en La Rioja. Foto: Jim Budd. Creative commons