Algunos comportamientos curiosos de los animales
Me contaba un señor ya fallecido de un pueblo de Guadalajara que un día un chaval le avisó de que un zorro acababa de entrar en su cuadra a las afueras del pueblo donde tenía las dos mulas y también las gallinas, separadas de las caballerías por un tabique de cabrios.
Sin perder un segundo entró en el gallinero y se encontró un zorro “muerto” a dos pasos de la puerta. Cogió un harapo de camisa vieja blanca con rayas grises que tenía a mano, agarró al zorro del rabo y lo echó fuera de la cuadra para mas tarde aviarlo y aprovechar su piel. Pero nunca consiguió vender el lustroso manto invernal del raposo, pues nada más tocar el suelo éste, sintiéndose libre, se levantó como un demonio y corrió hacia el campo. Y si utilizó un andrajo para cubrirse la mano no fue por asco; conocido es que el que agarra a esta alimaña por el rabo todas las pulgas se van al brazo del que lo atrapa.
De los zorros que se han hecho el muerto en situaciones de peligro, seguro que se pueden contar miles de historias. Pero les dejamos a los etólogos que estudien tal comportamiento.
Con respecto a este pícaro ladronzuelo, un cazador también me relataba cómo un día de niebla de los fríos de invierno tropezó con un zorro a unos 30 metros que se escondió a distancia de tiro detrás de un majuelo pequeño y una aliaga. Lo curioso es que cuando el zorro observaba que el cazador le apuntaba se escondía tras la zarza y al poco tiempo se asomaba otra vez cuando calculaba que no estaba en el punto de mira. De manera que estuvo jugando con el cazador al escondite. Así que como tampoco tenía mucha ilusión por abatirlo lo dejó por imposible; se fue acercando andando hacia la zarza y cuando llegó allí el taimado bicho se había largado a otra parte. “Esto me pasó por no llevar perro”, concluía.
El gato se hace la rosca
No siempre son animales salvajes los que ponen en alerta a los humanos. Siendo yo pequeño teníamos dos gatos en casa, macho y hembra, y rara vez estaban por el día dentro de la vivienda. Sin embargo, cuando detectaban que iba a caer una gran nevada o venía una ola de frío se hacían un rosco, se tumbaban debajo de la estufa hasta llegar a socarrarse el pelo en algunas ocasiones. Y si salían a la calle solo era para despacharse. No teníamos televisión, pero les aseguro que no hacía falta escuchar ningún parte meteorológico.
La perdiz se “pega” al suelo
Hace muchos, demasiados años, cuando caminaba con la escopeta al hombro por sembrados, rastrojos, barbechos laderas y suaves lomas del pueblo conquense de mi madre, Almonacid del Marquesado, nunca me dejaba de sorprender el comportamiento de la brava perdiz roja. Además de tener una extraordinaria forma física para perseguirlas y poner los cinco sentidos para conseguir cazar una pieza, siempre había alguna que era mucho más lista y sabia que tú.
Lo habitual es que las perdices vayan saliendo delante de ti. Sin embargo en algunas ocasiones no era así. Recuerdo que más de una vez y cuando ya no estaba a tiro salía una perdiz de la espalda en dirección contraria al bando que seguía. Y lo más curioso es que segundos antes no la había pisado de milagro, pues había levantado el vuelo prácticamente por mis pasos anteriores.
Les aseguro que tal estrategia de la perdiz siempre me dejaba maravillado ¡Pero qué lista ha sido! me decía. Seguro que esta táctica de defensa le había salido bien la primera vez y así la aplicaba en situaciones de apuro, bien por cansancio, bien para que fuera tras ella y me olvidara de toda su cuadrilla.
El pointer y el bebé
Llegados unos primos de mi mujer con un bebé de 5 meses a la casa anterior una tarde de verano, decidimos salir al jardín donde corría una pequeña brisa. Por aquel entones teníamos tres perros, dos pointer: Pica y Roco y un braco húngaro de pelo duro, Jaro, de mi hermano. Eran animales pacíficos y muy cariñosos, pero siempre considerábamos que Roco estaba un poco chiflado porque cuando lo sacabas al campo no hacía caso a nadie; a veces no se dejaba poner el collar. En fin, un animal con problemas al que poco a poco lo iba tranquilizando. De entre los tres era el más revoltoso. Así que cuando la prima de mi mujer dejó el niño a la sombra de una mimosa sobre una toalla grande de baño me daba miedo de que Roco llegara a pisarlo.
Sin embargo, la reacción de aquel animal me dejó helado. Al instante de dejar al bebé sobre la hierba, se tumbó a su lado, muy cerca pero sin tocarlo y con una suavidad increíble. Pero es más, Roco se recostó en la parte de abajo donde se inclinaba un poco el jardín, como para impedir que se deslizara hacia abajo. En todo el tiempo y a pesar de los movimientos del niño ni se inmutó. Les aseguro que Roco nunca había tratado con niños pequeños.
Quizás si esa reacción la hubiera tenido Pica no me hubiera sorprendido tanto, por eso del instinto maternal.
El pardillo común incubando
En Peñalén (Guadalajara) a unos 400 metros del casco urbano hay un paraje repleto de bujes que es el preferido de los pardillos para fabricar sus nidos y criar su prole.
La mejor forma para encontrar el nido era ir boj a boj tocándolos con cuidado y si salía la hembra volando baja con suavidad sin aletear era señal inequívoca de que estaba incubando. Acto seguido, mi hermano pequeño y yo nos retirábamos para que volviese pronto para que no se enfriaran los huevos y la hembra volviese pronto a incubarlos.
Al instante, aparecía el macho muy cerca de nosotros con su rojiza pechuga a la vez que emitía sonidos profundos de alarma para que fuésemos tras él y así distanciarnos del nido. Son pajarillos tan sensibles que hasta pasados 15 días más o menos no nos acercábamos por el boj para ver a las crías.
Por cierto, de la familia de los fringílidos el pardillo es uno de los que fabrican el nido más bonito y aseado. Cuando éramos chavales observábamos que aprovechaban los pelos de las mulas que pastaban en las eras muy cerca de ellos como última cama para poner los huevos. Ahora que no hay caballerías no sé cómo se apañarán.
Las crías de golondrinas no se caen del nido
En los pueblos como Aragoncillo (Guadalajara) es muy frecuente ver crías de gorrión, estornino e incluso colirrojo tizón que se han escapado del nido sin apenas poder volar. La mayoría de estos polluelos son victimas de los gatos y de las urracas.
Sin embargo, nunca he visto que se haya salido del nido un polluelo de golondrina sin saber volar. Y es que tan bonitas aves saben colocar a las crías en el nido para que no se caigan de él. Si tienen cuatro crías sitúan dos mirando hacia un lado y las otras al opuesto, de tal manera que apenas se estorban en las cebas y no se empujan unas a otras, algo que no ocurre con los pájaros antes citados que se agolpan cuando el padre o la madre llegan con la comida.
El verano pasado una pareja de golondrinas había criado encima de una viga cuadrada debajo de un pequeño techado del patio de casa, y además de comprobar lo dicho con anterioridad y una vez que habían abandonado el nido los polluelos siguieron viniendo con sus padres a dormir durante un mes en un cable de teléfono a escasos dos metros del nido.
A otra cosa
Aprovechando que en El Diario Rural somos muy camperos, a partir de ahora situaremos a algún personaje que se lo merezca, según su comportamiento, en la umbría o en la solana. La umbría es la zona situada al norte que da la espalda al sol, la nieve tarda mucho más en derretirse y en época invernal se hace más inhóspita para la vida. La solana es justo todo lo contrario, absorbe las escasas horas de sol invernales y es el refugio de numerosos animales.
A la umbría, Álvarez-Pallete
Me siento obligado a colocar en este lugar al presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete por haber mantenido incomunicada a Dionisia, una mujer de 85 años de Aragoncillo, desde el día 8 de enero hasta el día 27 del mismo mes. Y lo peor que a Dionisia sin señal de línea telefónica no le funcionada la “teleasistencia” para pedir socorro en caso de enfermar. Su hija, que vive en otra localidad, se cansó de llamar para que la atendieran con la celeridad que requería este caso. Después de que se le arreglara la línea nadie se presentó en su casa, ni tan siquiera el técnico, para pedirle al menos disculpas.