Alerta, calor extremo: La naturaleza pide auxilio
Solo con mostrar cierta capacidad de observación al caminar por los bosques del montañoso paisaje del noreste de Guadalajara, cualquier individuo puede ver como los árboles se están encogiendo y muchos de ellos secándose por la parte de arriba. Y los que producen frutos son mucho más pequeños que otros años. Los de hoja caduca la están perdiendo antes de tiempo.
Avellanas, endrinas, majuelas, escaramujos… se han quedado a la mitad de su tamaño, ofreciendo una imagen desoladora. Ni tan siquiera los que colonizan los pequeños humedales se salvan de la implacable sequía.
La mayoría de los pequeños manantiales hace casi un mes que se secaron, dejando a la fauna terrestre y volandera sin un recurso fundamental: el agua. Así que tienen que recorrer grandes distancias si quieren sobrevivir.
En este término municipal, Aragoncillo, existen dos charcas grandes de unos 30 metros de diámetro que las llamamos lagunas. Su nivel de agua ha bajado muchísimo, pero siguen siendo la salvación de miles de especies, tanto emigrantes como sedentarias. Enormes bandadas de abejarucos vuelan hacia el sur, refrescándose en una de ellas. Los vencejos que se han ido ya hacia sus cuarteles de invernada han estado todo el verano lanzándose a toda velocidad con el pico abierto sobre el agua para dar de beber a sus polluelos y de paso hidratarse ellos mismos. Y si las crías no se han caído al suelo por el calor como en otros sitios de España es porque los huecos de los aleros están mucho mejor aislados por estos lugares que en las edificaciones modernas y también porque es una zona fresca y por la noche y la madrugada las temperaturas han sido soportables.
Sin embargo, no toda la fauna tiene la misma suerte. Una de las charcas se encuentra en una zona cerrada escoltada de abundantes melojos de cierto porte. Y la mayoría de las veces que me he pasado para “medir” su nivel de agua han salido volando de los ejemplares más altos dos águilas calzadas. Son muy listas y saben que allí obtienen su alimento de manera más o menos fácil, esperando la entrada de liebres, perdices, torcaces y otras especies de aves y mamíferos.
Algún día, si no se ha hecho ya, convendría que los científicos realizaran un estudio sobre la presión que ejercen las aves de presa tanto diurnas como nocturnas, sobre la fauna. Es evidente que toda esta familia de predadores carnívoros va a más y que son bastante letales.
Muerte silenciosa
Cuando uno camina por estos parajes montañosos todo cruje y se parte como un mondadientes de madera. Ya no hay ni un pequeño terreno de andar suave. Hasta los tomillos chascan como si fuera el mismo rastrojo; mientras que la mayoría de los pajarillos vuelan de un sitio a otro con el pico abierto en señal de sofoquina.
Los únicos árboles que parece a simple vista que aguantan el tipo son las sabinas. Y es que esta especie no quiere hablar de competidores: en los sembrados de pipas de girasol o cereales, los agricultores ya saben que no dejan nacer nada en el espacio que ocupan sus profundas raíces. Así es que todos los nutrientes los absorben ellas. ¿Pero serán capaces de aguantar sequías como la de este verano?
Pastizales, aliagas, espliego, jaras, cantuesos, pequeños y grandes melojos, entre otros, mueren de forma callada convirtiendo el monte en un polvorín. Y lo peor es que son ya irrecuperables. No ha hecho falta que alguno de los pavorosos fuegos de este verano los haya aniquilado. El intenso calor asociado con la falta de agua ha sido el coctel letal perfecto.
Pero los únicos que parecen ver esto son los ganaderos de extensivo, teniendo que reforzar la alimentación de su ganado con forraje, y los cazadores preocupados por la escasez de algunas especies de caza menor como la codorniz que nos visita en primavera y se la oye cantar en los trigos y ribazos, y que antes de mediados de agosto emigra hacia tierras más frescas mientras las encuentre, puesto que cada vez España se esta desertizando.
Más pequeños, mejores defensas
Los que a simple vista parecen menos perjudicados ante tanto calor son los insectos. Esa frase tan sobada en los pueblos de “si sales te van a comer los mosquitos” sigue tan patente como antaño. Y sí, como no te armes con una pequeña ramita para sacudirte al lado de la cara, a esas horas que cae la tarde cualquier paseo se vuelve insoportable.
Las incansables hormigas siguen con su tarea de acarrear víveres como si no pasara nada y no bajan su ritmo, en especial las carnívoras rojas que no dejan bicho viviente en sus territorios de caza.
Que yo recuerde, ningún otro verano han estado tan activas las avispas. Se lanzan a por la comida de incautos comensales que osan merendar o comer en abierto. Siempre lo han hecho, pero nunca con tanta intensidad casi agónica. Es como si no fueran a comer nunca.
Y las que tristemente se ven menos son las abejas polinizando las sanas y exquisitas plantas de montaña. No sé si será porque estos años de atrás regaban de colmenas en primavera el término municipal los mieleros trashumantes y las recogían a principios del otoño. Al menos, estos apicultores les ponían recipientes de agua cerca de las colmenas para que no tuvieran que trasladarse a grandes distancias.
Los insoportables calores son un efecto más del cambio climático. Y en lo sucesivo cada día nos tendremos que ir aprendiendo algunas palabras más del vocabulario, como inundaciones, incendios sobrecogedores, nevadas copiosas, huracanes, granizadas enormes, y así.