Cantarral, por Emilio Barco.


“Terreno donde hay muchos cantos y guijarros”, cantizal, cantorral, dice la RAE. En mi pueblo decimos cantarral. Me parece muy bonita esta palabra, cantarral. Me trae el recuerdo de mi padre y de comidas en el campo al abrigo del cierzo o del bochorno protegidos por el cantarral. Allí poníamos la alforja bajo la manta.

La foto que acompaña al texto la hice la tarde del jueves en el paraje que llamamos la mesa, o serrezuela. La plana más alta que hay en esta jurisdicción. Cuando fotografiaba los montones de piedras pensaba en el trabajo para preparar las parcelas antes de hincar los barbados o los injertos. Duro.

Desde el pueblo hasta la mesa hay unos nueve kilómetros. Antes de que llegaran las máquinas, algunos agricultores pasaron en aquellos altos muchas noches, al abrigo en las cabañas que levantaron con aquellas piedras que sacaban de los majuelos. Todavía queda alguna en pie, para uso, hoy, de cazadores y paseantes.

¡Los kilos de uva que han salido de la mesa! Me dice mi amigo Floren que recorrió aquellas laderas con las ovejas desde los doce años, igual que su hermano Isidro, e igual que antes lo hiciera su padre. Por ese barranco ni se te ocurra bajar, me dice, bajó una vez mi padre y siempre decía que nunca lo pasó tan mal. Despeñaperros, le decimos.

Pinos de replantación y carrascas en las laderas. Llecos, almendros y viñas. Sembrados apenas quedan. Cepas viejas en algunos corros. Muy viejas, casi centenarias algunas. Seguro que en estas parcelas ocurre esto que el otro día leí que había dicho Pablo Franco, director del órgano de control del Consejo Regulador de la DOCa Rioja: “En unos años la gente peregrinará a los viñedos singulares, viñas que vibran cuando las pisas y que tienen alma”. Aunque yo no noté ninguna vibración. Por mi falta de sensibilidad y no por otra cosa. Salvo que aquí, en La Rioja Baja, las viñas carezcan de alma y por eso no vibren. ¡Ojalá las sigan cultivando! Aunque no haya peregrinaciones. Yo seguiré disfrutándolas mientras pueda caminar hasta la mesa.

Aquella tarde del jueves después de volver del paseo me tomé un blanco de la cooperativa en el bar, por ojear el periódico y me encontré con dos noticias que me entretuvieron. Una era una síntesis de la intervención de la señora Consejera de Agricultura en una jornada agroalimentaria. Opina sobre la nueva PAC y avanza que “las acciones contra la despoblación empezarán a <calendarizarse> (qué palabra tan fea) en enero”. También que se dispone “a dar un giro de 180º a la promoción agroalimentaria”. Esta noticia da para varios artículos. La otra que llamó mi atención es la que anunciaba una inversión de 400 millones de euros para hacer de La Rioja una “enoregión”. Lo dijo La señora Presidenta del Gobierno regional en el Foro Mundial del Vino “Wine Land” que organizó el Club de Marketing de La Rioja.

Cuando escribo esto, sábado 19 de diciembre, leo en el diario La Rioja la presentación del plan de promoción agroalimentaria y de la noticia entresaco: “…enfocada a la promoción y venta y un ´marketplace´ o centro de compras ´on line´ participado por los productores. Para la promoción, habrá un ´showroom´ itinerante que será un punto de contacto…”

Enoregión, marketing, wine land, marketplace, on line, showroom… Acépteme que hoy me fije solo en la estética. En las formas. Tiempo habrá de entrar al fondo de todo ello, incluida la próxima reforma de la PAC de la que habló la señora Consejera.

Apuré el vino blanco, categoría gloria bendita (a lo mejor a mí me gusta porque pienso que se hace con uvas de aquella viña vieja de viura que tienen los zapateros en la cuesta que sube a la mesa), plegué el periódico y me fui para casa pensando en escribir esto y que lo iba a titular, Cantarral, y al momento me sentí apesadumbrado porque con estos títulos que se me ocurren, tengo menos futuro que un cantarral, ahora que ya no se hacen cabañas sino showroom. Lo tendría que haber titulado “pile of stones”, ¿a que sí?

Emilio Barco
En Alcanadre esperando a que llegue mañana el invierno

Palabras claveLa Riojaparajesviñas

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