Nubes de tormenta

Tormenta

“Alerta amarilla en el Valle del Ebro para la tarde del martes, con riesgo de tormenta con granizo y fuerte viento”. Faltan dos días y ya me están acojonando (a Usted no sé).
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“¿A dónde puede ir
bajo la lluvia
este caracol?”

Kobayashi Issa (1763-1828)
El sonido de un caracol salvaje al comer
Elisabeth Tova Bailey

Cuarenta y ocho horas mirando en el móvil el Meteosat y el Rain alarm para ver por dónde llegará la mala nube y esperando a Brasero (o al hombre del tiempo televisado en el que Usted crea).

A esto hemos llegado en estas cosas del astro. Todo menos mirar al cielo, escuchar el viento, ver volar a los pájaros… Eso que me enseñó Jacinto Sagarna, el pastor del Gorbea, y que, con los nervios, se me olvida.

Día 16 de julio, la Virgen del Carmen, cuando manda la tradición cortar las calas entre dos tierras, y en eso estoy mientras espero a la tormenta. Miro los melocotones que están a falta de una semana, como las peras ercolini, y dudo si coger alguno, por si acaso. Por si acaso se cumple lo anunciado y esa nube negra que viene desde la parte de Soria por el valle de Ocón, está preñada de granizo.

No están todavía en sazón, pero, al menos, salvo alguno si la tarde se tuerce. Ya madurarán en casa. Aunque no es lo mismo. Los calabacines y los pepinos están ahora a tope. ¡Qué pena si apedrea! Los tomates apenas he empezado a coger alguno. Alubia verde y pimientos ya estoy comiendo. Y también lechugas rizadas, de hoja de roble, maravilla y las últimas de oreja de burro, ahora en verano de estas no planto, porque se suben.

Hay también un renque de gladiolos que están en flor y unas matas de sandía, melón y calabaza llenas de flores y algunas ya con sandías como balones de balonmano, engordando. ¡Qué putada si apedrea! Y las pochas que están a falta de quince días. ¡Con lo que me gustan las pochas bien guisadas con un tomate maduro, una cabeza de ajos, un par de pimientos y unas guindillas!

Todo esto, y algo más que no le cuento para no darle más envidia, veo cuando dejo la azada y desvío la mirada desde las calas cortadas hasta donde renquean las legumbres y hortalizas. Comprenderá que me resista a levantar la vista hacia la nube negra que anuncian los medios y las redes desde hace un par de días.

Es que estoy acojonado desde el domingo. Llevamos varios días con bochorno y ahora sopla fuerte. Como anunciaban. Cae algún melocotón al suelo. Y también las primeras gotas. La nube negra parece ya una gran boina sobre las huertas. Más acojono y un pensamiento: que pase de largo y no apedree.

Por si acaso.
Por si acaso.

Truena. Llueve. Gotas grandes. Viento fuerte. En la cesta dos calabacines unos pimientos verdes, dos lechugas, un par de cebollas, unas guindillas, un ramo de gladiolos, media docena de melocotones y cuatro peras… por si acaso. Marcho para casa. Llueve bien. Sigue la tormenta con ruido y aparato eléctrico (¿quién inventaría esta frase que tanto acojona?). La nube negra se va volviendo gris.

Miro por la ventana atento al ruido que hace el agua por si cambia a estrépito de hielo (el único ruido del hielo que me gusta es el que hace mi amigo Ricardo cuando lo pica para prepararme un mojito). Sigo acojonado. Son las 18:45. Miro en el móvil el Rain alarm y casi soplo sobre la pantalla para que esa nube de color morado (las peores en la tormenta virtual) pase pronto sobre Alcanadre, cruce el Ebro y se pierda por tierras de Navarra (no le deseo mal a nadie). Solo quiero dejar de estar acojonado.

A las 19:12 parece que escampa. La nube negra va camino de tierra Estella y allá por Sesma se ilumina el cielo con el aparataje eléctrico. ¡No ha apedreado! Espero un rato. Meriendo. Hago tiempo. Me voy quitando de encima el acojono (relajarse debe ser esto, ¿no?) y me animo a bajar a la huerta. Evaluación de daños: algunos melocotones en el suelo, también algunas peras y manzanas. Un par de matas de pimiento rotas. Las matas de alubias “despeinadas” y unos palos de avellano que sujetan las tomateras caídos. Es poco.

En el medidor veo que han caído unos 30 litros. Es mucho. Bueno para que engorde la fruta sin regar. No hay mal que por bien no venga. A esperar que venga el tempero y levantar lo caído. Hace calor. Humedad. Todavía queda tarde y empiezan a pastar los caracoles. Me entretengo mirando a alguno trepar por la tapia de adobe ahora húmeda, lo que facilita su movimiento. Me pregunto y le pregunto ¿A dónde vas tan deprisa, caracol? Me respondo: a gozar antes de que vuelvan otra vez a acojonarme con la nube negra.

P.D. Espero no tener que contarles este verano otra cosa sobre las tormentas y la huerta. Amen.

Emilio Barco
En Alcanadre el día de la Virgen del Carmen, 2019

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