Truchas. María Isabel Flórez. Creative commons.

SOS por la trucha común

La trucha, pez bravo, voraz y bellísimo, está desapareciendo a gran velocidad. ¿Qué motivos están detrás de este dramático declive?
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Leo estupefacto que la Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha ha cerrado por unos días la zona de baños del río Tajo, conocida como el Puente de San Pedro por “contaminación microbiológica de las aguas”. Lo que no se dice es que se está investigando quién o quiénes son los causantes de la contaminación y por qué en este sitio concreto, que suele ser uno de los más frecuentados por turistas pero no el mejor para bañarse en pleno corazón del Parque Natural del Alto Tajo.

Me quedo desconcertado porque no hace muchos años “invitaba” a los visitantes de otras provincias a beber agua del río por su pureza. Incluso algunos de éstos, llegados del Pirineo hoscense y catalán quedaban deslumbrados por el color del agua y por lo limpia y cristalina que estaba. Claro que los más asombrados eran los toledanos porque no se creían que ese río era el mismo que el que pasa por su ciudad. ¡Bueno, el del mismo nombre!

Con esta prespectivas y que me perdonen las personas que al fin y al cabo vienen dos meses a zambullirse en el río, pienso y me preocupa más como lo estará pasando la reina de estas aguas: la trucha común. Un salmónido con un comportamiento fascinante e impredecible en muchas ocasiones.

Pez bravo, salvaje, voraz, territorial, rápido en el agua y, sobre todo precioso por sus manchas rojas en la piel y la suavidad de esta. Recuerdo hace bastante tiempo que pesqué un ejemplar que se acercaba al kilo de peso, y cuando mi madre la estaba aviando me llamó porque de las tripas sacó una cosa negra relativamente grande. Era un pollo de mirlo acuático que, obviamente se había caído al agua, lo que dice mucho de la voracidad de este predador acuático. En otra ocasión pesqué otra más pequeña y tenía unos ojazos más grandes y bonitos de lo normal. Era preciosa y la solté de nuevo en la torrentera.

Vista del Alto Tajo.

Siempre he pensado que si los tiburones tuvieran solo un 10 por 100 de voracidad de la trucha no habría persona que saliera al mar. Basta con observarlas en los pozos del río donde el agua se remansa, cómo ejercen sus dominios. Siempre manda la jefa, la más grande, y no permite que se le acerque otro pez por su territorio de caza porque lo ataca con fiereza.

Para poder disfrutar del comportamiento de la trucha común hay que acercarse al agua con mucho cuidado. Mejor escondido tras una mimbrera o algun matujo, no moverse y tener paciencia hasta que aparezca, porque es muy esquiva y como te vea sale huyendo y hasta luego.

La trucha se come a otras más pequeñas de la misma especie y otros peces y no hace asco a los mosquitos, una de sus principales fuentes de alimentación. Otro de sus “platos” favoritos era al cangrejo común cuando estaba cambiando la muda porque estaba blando y debía entrar mejor por el paladar. Y digo estaba porque este sí ha desaparecido por esa zona y por toda España, aunque existen viveros que intentan introducirlo de nuevo con escaso éxito. En su variada dieta también entran las ranas pequeñas, gusanos y todo bicho que se mueva. Por estas aguas solo tiene una enemiga letal, y esa es la nutria, otra especialista que habita los ríos limpios.

De algunos animales como el que nos ocupa duele hablar en pasado, pues ha decrecido considerablemente el número de ejemplares. De hecho, su pesca está prohibida desde hace unos cuantos años en toda la provincia de Guadalajara. Mejor dicho, se puede lancear y capturarla pero hay que devolverla al gua. Una vez más, han sido los pescadores los más perjudicados por algo en lo que no han tenido ninguna culpa.

Recuerdo que antaño había más pescadores y muchas más truchas. Y que en algunos hogares su pesca areglaba muy bien una cena. Eso no siempre, porque había días que si nuestra reina no estaba por picar te ibas a casa con la nasa vacia. En cambio, había otros en los que en media hora pescabas hasta una docena.

¿Qué ha sucedido para que la trucha haya decaído con tanta celeridad?

Sin apoyarme en ningún estudio científico, si es que se ha realizado alguno, creo que la utilización de detergentes y otros productos de limpieza en los pueblos del Alto Tajo ha contribuído bastante a su progresiva desaparicion. Que sepa ninguna de estas poblaciones tienen depuradoras. Y antaño solo se usaba el jabón que se hacia en casa a base de grasa, agua y sosa caústica. El jabón de toda la vida.

Otra de las causas seguro que tiene que ver con la presión humana. Hubo años en los que se podía acampar en las orillas del río de forma indiscriminada. Cientos de personas, vestidas con camisa color papagayo invadían la ribera vociferando. Cortando ramas, lavando incluso los coches con cubos cogiendo agua del río. De tal manera que esa marabunta tenía estresado a tan esquivo animal. También los cientos de piragüistas que bajan estos días por el Tajo no le hacen mucho bien. Menos mal que, al menos, ahora ya no se puede acampar donde a uno le venga en gana.

Pero es posible que lo peor para la supervivencia de la trucha siga todavía sin solucionarse desde el término de municipal de Poveda de la Sierra, aguas abajo. En este territorio siguen extrayendo caolín de unas minas a cielo abierto. Y los responsables de las excavaciones saben que tienen que tener las balsas contedenoras de los residuos de este mineral vacías para que en caso de tormenta no se desborden y conviertan el agua del río blanca como la leche, con el inconveniente que en el fondo del cauce se quedan sedimentos que perjudican la freza de tan preciado salmónido.

Pues bien, no cumplen con su cometido. Sin ir más lejos, hace dos o tres años hubo una tormenta en julio y el Tajo bajaba lechoso. Y así en varias ocasiones. Parece ser que esta empresa, que transporta el cotizado mineral a Taracena (Guadalajara), tiene patente de corso por eso de que da puestos de trabajo en la zona.

Foto destacada: Truchas. María Isabel Flórez. Creative commons. 

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