Paisaje de olivar y cereal.

Ramiro y los derechos históricos

"Los mal llamados 'derechos históricos' son ahora un problema que impide seguir avanzando en la modernización tecnológica, el relevo generacional y la digitalización de la agricultura."
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Ramiro es un mediano agricultor de unos 60 años y dos hijos. Es propietario de una explotación de 50 hectáreas: una parte en secano y otra en regadío. En la parcela de regadío tiene cultivos herbáceos de temporada, mientras que en la de secano tiene una plantación de olivar.

Es beneficiario de las ayudas directas de la PAC, que le suponen un buen colchón de seguridad tal como están hoy de bajos los precios de los productos. Querría que los precios fueran más elevados, más justos, como se decía en una pancarta de las grandes movilizaciones del año pasado en las que participó siguiendo la llamada del sindicato. Pero la realidad es la que es, y no pierde el tiempo en lamentarse. No confía mucho en la nueva ley de la cadena alimentaria, pero valora la importancia de la PAC, ya que hay años en los que las ayudas directas significan casi un tercio de su renta.

Antes de que en 2003 cambiara el sistema de ayudas al actual de pago único, recibía diversas ayudas acopladas a la producción: unas, por el trigo y maíz de la parcela de regadío, y otras por el aceite de su plantación de olivar. Los técnicos de la OCA (oficina comarcal agraria) le calcularon las medias correspondientes a los pagos recibidos por esas producciones en el periodo 1999-2002, y se las ajustaron con el importe medio de la región de referencia donde tiene su explotación. Le dio como resultado una cantidad de derechos de pago único de 280 euros por hectárea, que multiplicados por las 50 has de su propiedad, le asegura al año una renta de alrededor de 14.000 euros, que no está nada mal. Esa es la mochila de “derechos históricos” de la PAC que ha llevado Ramiro en estos quince años, y que le ha supuesto un buen alivio a su renta.

Su primo Vicente, que tiene su explotación muy cerca de la de él, ha tenido menos suerte, ya que, con unas producciones similares y unas ayudas acopladas muy parecidas a las de Ramiro, ha tenido la mala fortuna de caer en una región de referencia cuyo importe medio es más bajo que el de la suya. Ello ha hecho que los derechos históricos de pago único de Vicente hayan tenido que reducirse para ajustarse al importe medio regional. La consecuencia es que, a día de hoy, Ramiro recibe 60 euros más de ayuda por hectárea que su primo Vicente teniendo ambos unas explotaciones similares y cultivando prácticamente lo mismo.

Según le dicen en el sindicato, esa variabilidad es lo normal en España, que es el país de la UE con mayor número de regiones agronómicas, cincuenta, mientras que en otros países hay muchas menos. Por ejemplo, en Francia hay sólo dos, y en Italia y Portugal todo el país es una sola región, recibiendo todos los agricultores el mismo pago por hectárea (tasa plana le llaman a eso). Ramiro no sabe si eso es mejor o no, pero está seguro de que lo de aquí es un lío con tantas regiones.

Además, no entiende cómo los cambios ocurridos en las orientaciones productivas de las explotaciones no alteran los derechos de pago por hectárea, que son prácticamente los mismos que los establecidos en 2003, salvo pequeñas variaciones. Él conoce a un amigo que, después de ese año, ha ampliado su explotación y la ha puesto toda ella en olivar superintensivo, y sigue teniendo los mismos derechos de pago que cuando tenía sólo herbáceos. Reconoce Ramiro la capacidad de su amigo para innovar, pero no le parece justo que siga cobrando el pago único de la PAC ahora que su renta ha aumentado mucho con el regadío y la intensificación y no precisa de esa ayuda tanto como antes.

También conoce a otro agricultor, ya jubilado, que apenas cultiva sus tierras y se limita a cumplir con las condicionalidades de la PAC, pero que sigue recibiendo las mismas ayudas que cuando las cultivaba a pleno rendimiento. Por todo ello, Ramiro opina que esto de los derechos históricos es una situación surrealista, difícil de explicar para quien no sea del sector agrario.

Pero lo que más le indigna es el mercadeo que se ha producido con los derechos históricos. El otro día localizó una página web de compra-venta de derechos de pago único, en la cual, en una especie de subasta, el poseedor de derechos los puede vender a otro agricultor que no los tiene por haber ampliado sus tierras o haberse instalado en la agricultura después de 2003.

Con todo esto, Ramiro observa que, debido a los derechos históricos, ha subido el precio de la tierra, y que los jóvenes que quieren instalarse como agricultores lo tienen crudo, ya que es un coste de entrada muy alto, a lo que deben unir las dificultades que ya existen para sacarle rentabilidad a su explotación.

Por ello, ve Ramiro con buenos ojos el propósito del actual equipo del ministerio de reformar el sistema de derechos históricos y de reducir las regiones agronómicas de referencia. Cree que si los agricultores queremos innovar y no conformarnos con hacer lo que hemos hecho siempre y queremos aprovechar las oportunidades de la nueva PAC (en especial los ecoesquemas), es necesario deshacer el nudo de los derechos histórico. También si queremos que el reparto de las ayudas directas sea más equitativo y razonable, piensa Ramiro.

Sabe que este sistema sirvió para facilitar el cambio al sistema de pago único desacoplado de la producción, pero sabe también que los mal llamados “derechos históricos” son ahora un problema que impide seguir avanzando en la modernización tecnológica, el relevo generacional y la digitalización de la agricultura.

En ésas estaba Ramiro cuando recibe la llamada de su hijo Juan diciéndole que acaban de salir las notas de las oposiciones a Correos y que ha sacado plaza. Sintió alegría por su hijo, pero no pudo evitar un sentimiento de pesar al saber que no se quedará llevando la explotación familiar y que difícilmente podrá pasarle el relevo ahora que está ya a pocos años de la jubilación.

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