Zorro. Autor: Gingiber. Creative commons

Los animales concilian mejor que las personas

Vivir en el pueblo ayuda a la conciliación y a mejorar la convivencia entre padres e hijos al estar más tiempo juntos.
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A unos 200 metros del casco urbano, una zorra está adiestrando a sus tres crías en la caza de ratones y topillos en un rastrojo. Ya están crecidas y en pocos días se independizarán del regazo de mamá raposa. La verdad es que los zorrillos son preciosos y tienen una cara de espabilados como pocos otros ladronzuelos.

Estamos a finales del mes de agosto y tanto la zorra como el tejón y otros mamíferos pronto les darán una “patada” a sus cachorros hacia un mundo desconocido, pero con unas cuantas lecciones de supervivencia. Por supuesto, todas las aves, excepto los buitres leonados que esperarán hasta finales de septiembre, han hecho lo propio con sus crías.

Es la ley de la emancipación que los animales vienen cumpliendo a rajatabla desde hace miles de años y que el ser humano, como otro animal más, aunque sea racional -es un decir- está empeñado en incumplir en los últimos tiempos, así como la tan traída conciliación familiar que tanta alergia les da a los empresarios.

Está más que demostrado que esos niños que desde que nacen se crían el mayor tiempo posible con sus padres son más felices y más sociables que aquellos que sus progenitores, obligados a trabajar para salir adelante, el capitalismo les obliga a dejarlos al amparo de guarderías.

Se imaginan si esas crías de la zorra fueran llevadas a una especie de recinto zorruno cuando apenas hubieran abierto los ojos. Pues se perderían todos los lametazos y contacto diario con ellos de su madre, además de las enseñanzas diarias.

Resulta curioso que todas estas leyes a favor de la conciliación hayan partido de los partidos políticos y de la gente progresista. Sin embargo, a los más conservadores siempre les ha parecido una estupidez el hecho de conseguir más meses para que los padres estén con el pequeño.

Desafío a la naturaleza

Pero, sinceramente, lo que más me preocupa es la naturalidad con la que llevamos desafiando a la naturaleza desde hace años, en especial con la emigración de las zonas rurales a las grandes ciudades. Ese régimen que promocionó esta forma de vida potenciando la vida en la ciudad en detrimento del pueblo ha hecho trizas todo lo relacionado con la convivencia.

Por eso, cuando en los medios de comunicación entrevistan a personas provenientes de las grandes urbes que se han asentado en el pueblo, uno de los aspectos que más valoran es la comunicación con sus vecinos.

En los pueblos no ha tenido lugar jamás hablar de conciliación porque los trabajos, en general, están más cerca y los niños no tienen que recorrer una hora en autobús para ir al colegio. De manera que los padres, al igual que los mamíferos y aves salvajes, permanecen mucho más tiempo con sus crías.

Esa imagen de toda la familia reunida en casa charlando en torno a la lumbre después de la cena cuando no había televisión desapareció en España allá por los años 60 del siglo pasado. Y era más importante de lo que parece en cuanto a las relaciones familiares. ¡Se hablaba! Qué curioso.

Los niños jugando en la plaza del pueblo guardan parecido con las correrías de los cachorros de la zorra, cerca de la madriguera donde han nacido.

Abandono del hogar

El capitalismo feroz barnizado con el egoísmo de los que más tienen, está haciendo caminar a los jóvenes hacia el abismo.

Volviendo de nuevo a los mamíferos, vemos que estos dejan su hogar cuando sus padres consideran que están preparados para vivir. Sin embargo, los jóvenes en la actualidad no pueden dejarlo porque sencillamente no tienen donde vivir. Así que su planteamiento de vida no mira el futuro y opta por vivir el presente apostando por nuevos valores y novedosos comportamientos entre amigos. Carpe diem, o sea vive el momento sin esperar el futuro.

Resulta también penoso que esta tardanza en dejar el núcleo familiar está erosionando el instinto de protección de los padres. Algo que nunca sucede con los animales porque todo marcha prácticamente como hace miles y miles de años al salir de la guarida en el momento oportuno.

Los progenitores humanos llegamos a situaciones desesperantes hasta no aguantar a esos hijos tan creciditos que ya deberían haber volado de casa. Del instinto de protección se pasa al de rechazo. De manera que algo tan valioso para los padres queda hecho pedazos, quedando claro que los animales son más sabios que nosotros. Y que aquella vida más pobre en los pueblos era mucho más rica en valores, como también lo es en la actualidad.

No. No sigamos al pie de la letra el comportamiento de los animales salvajes desde que nacen porque también se dan hechos de crueldad que nosotros, los humanos nunca toleraríamos. Pero sí sería conveniente que nos diésemos un brochazo de su barniz en cuanto al comportamiento en edades tempranas… para conciliar.

A la umbría

El pregonero del pueblo y los de las redes sociales

Los que tenemos cierta edad, recordamos perfectamente aquel pregonero que con su bocina y buena voz recorría el pueblo parándose en lugares estratégicos anunciando el mandao del alcalde o la llegada de algún comerciante al pueblo. Cuando era del edil, comenzaba así: “de parte del señor alcalde, se hace saber…” y cuando el comerciante, solo era: “se hace saber que en el juego de pelota se venden…”

Muchos famosos se han convertido en pregoneros utilizando a su antojo las redes sociales. Y lo más curioso es que su pregón está relacionado con su vida íntima. Unos anuncian que se separan, pero que se siguen queriendo y así lo harán de por vida. Pero piden respeto de su intimidad porque están pasando por un mal momento en sus vidas. Me pregunto si no están de coña cuando optan por hacer público el desenlace. O quizás lo que pretenden con estos comunicados es seguir guardando una imagen pública impoluta porque viven de ello. ¡Qué cara tienen!

Pobrecito, me conmueve cómo otro mozo casadero pide perdón a su novia al salir una imagen suya besándose con otra. Esa noche casi no duermo de tanto imbécil que hay suelto.

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