Garduña. Autor: Junger Steinmarder (Creative commons)

Lo que les pasa a granjeros novatos y descuidados

Son letales cuando atrapan una presa y deambulan por la noche de forma sigilosa. Martas, garduñas, comadrejas, jinetas… tienen en jaque a numerosos granjeros. Les matan todas las gallinas.
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Hace unos días, me comentaba un amigo de la infancia de una pequeña localidad de Guadalajara que una jineta había matado alrededor de 200 gallinas en el pueblo. Su paso por diferentes gallineros había sido demoledor, pues había matado a todos los ejemplares de los pequeños granjeros.

Con respecto al suyo, se había vuelto loco. Según sus palabras, no entendía por dónde había pasado al gallinero el depredador; hasta que descubrió que tenía un pequeño agujero en un cristal roto. Aun así, le parecía imposible que hubiera podio entrar por allí la jineta.

“La verdad -me contaba- la culpa ha sido mía pues bajé con una perra en celo por una zona donde hay jinetas y esta que era macho siguió el rastro que iba dejando, hasta llegar al gallinero, pues al lado tengo los perros”.

Pongo el oído a una conversación entre dos hombres en una cooperativa agrícola y uno le dice al otro que “está seguro de que ha sido una comadreja la que le ha matado dos perdices. Esas se meten por cualquier agujero”, termina.

En otro pueblo cercano la garduña también le mató las 10 gallinas que cuidaba con esmero una mujer, que las “pastoreaba” para que comiesen hierba y bichos. Las cuidaba de forma primorosa. Desde ese día ya no ha vuelto a tener gallinas. Se supo que era una garduña porque merodeaba por el pueblo, dejando como regalo sus excrementos.

Ataques en el norte de España

Por esta zona serrana de Guadalajara parece que hay menos incursiones a las granjas de los devoradores de gallinas que en Galicia, Asturias y Cantabria, o bien no se cuentan.

La prensa local de nuestra zona más húmeda se hace eco con frecuencia de las matanzas de los mustélidos en los corrales y cuadras. No dejando ni un animal vivo. Mustélidos y vivérridos, este último orden o clasificación científica corresponde a la jineta.

Desde muy antaño, el hombre ha tenido muy en cuenta la capacidad de matar de estos pequeños carnívoros. En Cantabria, por ejemplo, a la comadreja le llaman “bonuca”, por eso de que si se le cita con este nombre tan bondadoso no atacará a las gallinas y pollos.

En Asturias creo que se les ponía leche, pan y queso entre los agujeros de las piedras para que se hartaran y no matara los pollos. Y es que uno no llega a entender si no la conoce bien cómo es capaz una comadreja que no mide más de 30 centímetros hasta cola y que debe pesar no más de 250 gramos en el caso del macho y 100 gramos menos si es hembra, de cazar una gallina.

Desde luego, para mí su ferocidad no ofrece ninguna duda. Recuerdo de chaval cómo en un majano una comadreja se “agarró” a la oreja de una perra muy valiente que tenía y que chillaba como nunca la había visto, hasta que el mustélido la soltó. De color canela claro, se mueve con una facilidad pasmosa; parece que no tiene columna y ya aviso que no se le ocurra a nadie cogerla con la mano si es que tiene oportunidad, pues lo mas seguro es que se quede sin un dedo.

Lo curioso es que la comadreja es el carnívoro de los citados que ha convivido y está más cerca del hombre en cuadras y corrales en las afueras de los pueblos. Martas, garduñas, jinetas y hurones hacen visitas con frecuencia a los corrales y cuadras, pero son más camperos, en especial la marta.

Por qué matan a todas las gallinas

Se ha dado el caso que uno solo de estos pequeños matarifes ha degollado en una sola noche más de cien gallinas. En la mayoría de los casos cuando se ha tratado de una garduña y una jineta han cortado el cuello de sus victimas comiéndose alguna cabeza. Siempre atacan por la noche, no como la zorra, que lo puede hacer a cualquier hora del día.

Lo cierto que no parece que exista mucha literatura sobre este comportamiento tan audaz y carnicero. Unos opinan que va dentro de su ADN; otros que son así de malos; algunos que lo que pretenden es hacer una buena despensa para posteriores incursiones.

Yo me inclino más bien por esta última teoría, pero con algún matiz. Creo que cuando uno de estos depredadores entra a un gallinero lo que percibe es que está ante un festín y que por tanto hay que aprovecharlo hasta el final. Estos carnívoros, acostumbrados a cazar con dificultad en su hábitat natural una pieza de vez en cuando, encuentran unas presas fáciles de cazar en los gallineros.

Valga la comparación: ¿hemos pensado alguna vez en el comportamiento de los niños y no tan niños cuando se reparten gratis por el suelo puñados de caramelos y demás chuches? Cada uno de nosotros se lanza como un poseso a llenar lo más posible la bolsa, aunque no se vaya a comer ese día tanto dulce a expensas de que si lo haces te puede dar un torozón.

Si adoptamos esta conducta en época de abundancia, no digamos lo que era un caramelo cuando éramos pequeños. Estábamos deseando de que llegaran las fiestas para que las autoridades los repartieran o bien que se celebrase una boda.

Pues bien, ese impulso de acaparar creo que no es tan distinto al de los mustélidos.

Aunque la zorra tiene la fama, estos pequeños competidores cardan la lana. Además, a pesar de que el comportamiento del raposo es parecido; éste suele coger alguna pieza y enterrarla relativamente lejos del gallinero para hacer despensa, algo que nunca hacen los pequeños carnívoros.

Aliados de los agricultores

Si no fuese por esta pequeña tribu de carnívoros a la que añadimos el visón europeo, visón americano, gato montés y tejón, las cosechas de agricultores y hortelanos se verían bastante diezmadas por las plagas de roedores como ratones, topillos y conejos.

La verdad es que su labor para mantener el equilibrio en los ecosistemas es encomiable. Los roedores representan la parte principal de su dieta, aunque no desdeñan a las aves y a lagartijas y lagartos.

En cualquier caso, puestos en una balanza los beneficios de estos increíbles y bellos carnívoros y lo que pueden perjudicar a algún granjero, pesa mucho más o primero. De manera que no conviene demonizarlos. Por cierto, el invasor mapache y el meloncillo son los únicos que no me caen simpáticos.

Foto: Garduña. Autor: Junger Steinmarder (Creative commons)

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