Tierra de Nadie Antonio Pennacchi fragmento de la portada

Lecturas de verano (1): Tierra de nadie

Ganadora del prestigioso Premio Strega de 2010, la novela “Canale Mussolini” (titulada en español “Tierra de nadie”) cuenta la historia de una familia de aparceros italianos del Valle del Po (los Peruzzi) que, a principios de la década de 1930, son expulsados por la familia aristocrática del conde Zorzi Vila de las tierras que cultivaban, dejándolos sin aperos ni animales.
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1903

Canale Mussolini / Tierra de nadie
Antonio Pennacchi. Edit. Salamandra.

Forzados a emigrar, marchan a las lagunas pontinas, zona pantanosa al sur de Roma. Allí se instalan en los poblados de colonización construidos por el fascismo en el marco del llamado “Plan del Agro Pontino”. Era éste un complejo plan de ingeniería cuyo objetivo era la desecación de las antiguas tierras cenagosas (foco de malaria y de otras enfermedades infecciosas), para hacerlas fértiles y asentar preferentemente en ellas a pequeños aparceros.

En ese plan se basaría más tarde la política de colonización del franquismo, si bien en el caso español con el objetivo de transformar en regadío las zonas latifundistas de secano e instalar jornaleros en parte de ellas.

Una familia imaginaria con una historia muy real

Tierra de Nadie, Antonio Pennacchi
Portada de Tierra de Nadie,
de Antonio Pennacchi

Los Peruzzi son una familia imaginaria, en la que están representadas todas las familias italianas del pequeño campesinado aparcero que, en número de 30.000, emigraron a esa región de las lagunas pontinas y pasaron por experiencias similares.

En una mezcla de estilos literarios que recuerdan “Cien años de soledad” y “Las uvas de la ira”, el autor nos cuenta, combinando el drama y la comedia, las vicisitudes de la familia Peruzzi desde que en 1932 sale de Codigoro, su pueblo de origen, hasta su instalación en el Agro Pontino.

La novela narra la historia de los Peruzzi como nuevos colonos en las tierras desecadas, hasta la derrota del fascismo y el final de la II Guerra Mundial. A través de esta familia, el autor refleja la historia viva de Italia en ese periodo y nos ofrece interesantes claves sociológicas para entender la amplia base de apoyo que tuvo el fascio.

Además de su amplio conocimiento de las labores agrícolas y ganaderas, el apego a su parcela le da a los aparceros un sentimiento de posesión  (“sentirse como si fueran latifundistas, como señores de sus tierras”), que es su principal seña de identidad. Por ese motivo, la defensa de la pequeña parcela es para los Peruzzi su más importante razón de ser.

Por ella, serán capaces incluso de matar, y de apoyar al poder político, sea cual fuere en cada momento, sin importarle la ideología del mismo y siempre que les garantice la posesión de las tierras. En ese sentido, reflejan una mentalidad profundamente conservadora, en comparación con la más belicosa y reivindicativa del campesinado sin tierra.

Cambiaron las camisas rojas por las negras

De socialistas de la Liga Agraria en su etapa del Valle del Po, los Peruzzi pasarán a ser fervientes partidarios del fascismo cuando el Plan del Agro Pontino les ofrezca la posibilidad de emprender un nuevo proyecto de vida como colonos en las parcelas regadas por el Canale Mussolini. Cambiarán las camisas rojas por las negras porque en ese cambio ven una oportunidad de supervivencia; al igual que de ser anticlericales pasarán a ser católicos practicantes como vía de integración en la comunidad de acogida.

En la novela se describe de una manera magistral la organización extensa de la familia Peruzzi, dirigida, como en “Las uvas de la ira”, por una madre, tierna, pero autoritaria y dominante. A su lado, un padre con escaso protagonismo en los asuntos familiares, salvo su papel como progenitor de diecisiete hijos con nombres de resonancia ateniense y romana: Temístocles, Pericle, Iseo, Adelchi, Bissola, Santapace…

Asimismo, se describe la fuerte cohesión interna de la familia, la ayuda mutua entre todos sus miembros, y el férreo control que el propio grupo ejerce sobre ellos. Es conmovedor el modo como el autor narra las relaciones de los Peruzzi con los animales de su granja, con las vacas, los caballos, las gallinas, los perros… tan importantes o más para ellos, que los propios miembros de la familia.

En forma de conversación entre el narrador y uno de los pocos supervivientes de la familia Peruzzi (nacido en el Agro Pontino y nieto de los que se instalaron allí), éste le va contando sus recuerdos. Son recuerdos en la frontera entre lo real y lo imaginario, pero no por ello menos verosímiles, muy al estilo de “Cien años de soledad”.

En definitiva, una novela excelente, muy bien traducida y que recomiendo a los lectores de El Diario Rural.

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