Huerta, en Alcanadre

Hortelanas y hortelanos

En Alcanadre hay ahora más hortelanas y hortelanos. El autor reflexiona sobre las características de las huertas cuidadas por unas y otros.
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Este año no hemos podido disfrutar del día de huertas abiertas. Me compensé dando un paseo por el regadío y asando tres docenas de pimientos del pico. En ese paseo me llamaron la atención dos cosas: que hay alguna huerta más que el año pasado y que en la diversidad estética de las huertas parece haber una cuestión de género (que se dice ahora).

Que haya más huertas y menos parcelas llecas es algo que me alegra. Varias de estas nuevas huertas las hacen chicos jóvenes que llegaron al pueblo, algunos con raíces en él y otros forasteros, y varias de ellas las hacen mujeres. Al haber más hortelanas ha aumentado la posibilidad de fijarme en algo que hasta ahora no había llamado mi atención: las huertas que hacen las mujeres son muy diferentes a las que hacen los hombres.

Doy por supuesto que cada huerta, la haga quien la haga, es diferente. La huerta es el resultado de un trabajo artesanal, que no admite el sistema industrial de producción que organiza y divide el trabajo en tareas y con ello homogeneiza el producto resultante. Me atrevo a decir que en cada huerta se refleja el carácter de cada hortelano. Supongo que con los pasteleros pasará lo mismo, pero de pasteles no entiendo. La huerta que yo hago está bastante desorganizada, la que hace Jesús, un poco más abajo, parece trazada con escuadra y cartabón.

Dicho esto, hago una reflexión genérica sobre dos grandes grupos de huertas, sin otro ánimo que el del cotilleo, tan necesario para la supervivencia rural (por lo menos).

Las huertas que hacen los hombres, sobre todo si no son muy mayores, son espacios en los que domina la línea recta, los renques largos, las distancias exactas, el orden y la separación (aquí los tomates, allí las cebollas y más allá los pimientos). En estas huertas no hay lechugas entre las coles.

Las mujeres rompen la homogeneidad y la línea recta; plantan en renques cortos que a veces trazan una parábola o una espiral como si dibujaran la concha de un caracol; diseñan un jardín más que una plantación y mezclan todo con casi todo.

¡Ah, y en la huerta de los hombres es muy raro que haya hierba y flores!

Se me ocurre que las huertas de los hombres son espacios pensados para la producción que llega al mercado y se asemejan a los estantes o lineales de los supermercados. Los espacios en los que hacen la huerta las mujeres parecen más pensados para llenar la despensa y para su disfrute.

En las huertas de los hombres hasta los espantapájaros, cuando los hay, son asépticos como las botellas de pvc con las que están hechos algunos y en las de las mujeres nos recuerdan a aquellos trapos viejos rellenos de paja que hacían nuestros abuelos.

A lo mejor esto, como en las novelas, no tiene nada que ver con la realidad y es solo el fruto de mi imaginación dominada por tanto correo electrónico que recibo para que, mañana que empiezan las clases, utilice un lenguaje adecuado, actitudes no sexistas, dinámicas que tiendan a la igualdad,… ya sabe, todas esas cosas que les llevan a algunos (y a algunas) a duplicar el discurso con alumnas y alumnos, examinandos y examinandas, hortelanos y hortelanas…  

Yo, por si acaso, hago fotos de todo lo que voy viendo y aquí le dejo una muestra para que piense lo que quiera o juegue a esto que le digo, esta de chico, esta de chica, que no quiero líos que en estas cosas hay mucha suspicacia y a la que te descuidas, ya la has…. Y a lo mejor ya me he descuidado. Con lo contento que estaba porque este año hay más hortelanos y, sobre todo, hortelanas.

Mi amigo Jon me pregunta que dónde encaja su huerta en la que hay renques cortos, hierba y flores. Le digo que entre el negro y el blanco hay una gama amplia de grises y no sé si lo he dejado tranquilo o la he cagado.

Adiós.

En Alcanadre, en el tiempo de asar pimientos

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