A los perros más jóvenes se les suele colocar collares con GPS para ser encontrados con más facilidad si se despistan persiguiendo a una pieza.

En las entrañas de una batida

El Diario Rural ha entrado en los entresijos de la última batida de la temporada en la localidad de Aragoncillo (Guadalajara). Ha compartido todos los pasos que se dan para celebrar esta modalidad de caza mayor, tan popular en muchas partes de nuestra geografía. A diferencia de una montería, la batida no puede poner más de 30 puestos, personas armadas con rifle esperando a que los perros de las rehalas les “metan” las piezas.
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Texto: Jenaro Iritia / Fotos: Diego Juste Conesa

Los jabalíes y venados campan a sus anchas por los pueblos limítrofes. Es una batida en abierto, por lo que será difícil oír eso de: me han entrado 20 ó 30 jabalíes y me he inflado de disparar. Es una caza tradicional, donde los rehaleros pasan bastantes vicisitudes en su caminar por estas sierras de Guadalajara, con zonas de vegetación prácticamente impenetrable.

Suelen ser más humildes que las monterías y en la mayoría de los casos los monteros se conocen. Antes del sorteo, en un ambiente de camaradería, cambian impresiones sobre el gancho que se va a dar y sobre los fallos y aciertos de los pasados a la hora de disparar a los jabalíes. Además, entre los aficionados había bastantes agricultores que ven con muy buenos ojos que se cace el mayor número de piezas, pues de esta manera menos destrozarán sus cultivos de trigo y pipas de girasol.

En toda batida los cazadores deben estar identificados con su DNI y el número de puesto que les ha tocado por riguroso sorteo. Una vez que ya tienen asignado el lugar donde se van a colocar, son los postores, dos o tres, los que los colocan en su sitio con la condición de que tienen que llevar una prenda reflectante y de color llamativo y que no se pueden mover del puesto hasta que el mismo postor los recoge terminada la batida. En este caso, es el mismo postor el que advierte al montero hacía dónde debe disparar con el fin de que los demás no tengan peligro por los disparos.

Anteriormente y antes de partir todos hacia la “mancha” a cazar, el presidente del coto avisa y deja muy claro a qué piezas se debe disparar. Y si no se cumple este orden ese cazador puede ser multado y expulsado de la batida. Por supuesto, cuatro días antes de celebrarse el gancho, se colocan señales en las pistas cercanas a la batida avisando de que se va a celebrar ésta.

Una vez que los puestos están cubiertos se avisa a los rehaleros para que comiencen a soltar sus perros. En este gancho del 19 de febrero comenzó a nevar de forma copiosa en el momento de salir la armada hacia los puestos. Y los rehaleros, con buen criterio, avisaron al presidente de que hasta que no dejaran de caer aquellos copazos no soltarían los perros, pues la visibilidad era bastante escasa, con el peligro que suponía para ellos y sus perros. A la hora más o menos dejó de nevar y dio comienzo la batida.

El Diario Rural se quedó cerca de donde los rehaleros habían soltado sus jaurías. Oímos disparos, pero poco antes de terminar la batida nos recogimos ante el frío intenso. De manera que no supimos cuántas piezas se cazaron.

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